No sé cómo vamos a estar en un tiempo con tanta violencia —dice, con seriedad, doña Gloria al sentarse frente a mí —. No me esperaba tanto, pero tampoco es una sorpresa.
La presencia de Gloria Salguero Gross dentro de un salón se deja sentir con solo pronunciar su nombre. Es un estandarte de la derecha, de las primeras mujeres en abrirse paso entre los políticos salvadoreños durante los años 80. Puede jactarse de ser una de las fundadoras de Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), de sentirse un pilar para el mayor Roberto d’Aubuisson y de haber sido una de las personas que, en 1981, sentaran las bases y estructuras del objetivo que perseguirían como partido político a futuro.
Pero tener la acreditación de fundadora, que cargó con botes de pinturas y tomó megáfonos para divulgar el surgimiento –en plena guerra civil- de un nuevo instituto político, le da una especie de potestad para observar todo lo que cree su partido no hace de forma correcta. Con la rapidez de un chasquido de dedos, así es capaz ella de arrojar cualquier tipo de comentario o crítica política cuando algo no le parece. Primero por la vía privada busca ser escuchada, pero si no logra el eco que quisiera prefiere la pública.
Su incomodidad parte de un punto claro: que dentro de las filas areneras haya gente que simplemente no le agrada. “Hay de todo como en todos los partidos políticos”, asegura. Y si de algo no va a servir, como bien su padre se lo dejó claro de pequeña, es de trampolín de otros. Pero, reconoce, eso ha pasado: “Del trabajo de uno, que ha hecho a conciencia, otros se han aprovechado para estar donde están ahora”. Por esa razón es que su padre le martillaba a ella y a su hermano, casi a diario, que no se metieran en política.
Si tan solo ella le hubiera escuchado, tal vez sería solo empresaria en este momento; y pueda que nunca hubiese sido diputada de la Asamblea Legislativa ni presidenta de dicho Órgano, tampoco habría integrado la Asamblea Constituyente que redactó la actual Constitución de la República y, mucho menos, presidiría en este momento Asociación de Parlamentarias y Exparlamentarias (Asparlexsal).
El haber sido una santaneca afectada por la reforma agraria, ocurrida a principios del 1980, fue el empuje que necesitaba para omitir el consejo que una vez su padre le dio. Así fue como entró a ARENA.
Gloria Salguero Gross siempre carga con una agenda saturada. Entre entrevistas a medios de comunicación o reuniones políticas se le pasan los días.
Al lograr esta conversación, lo primero que le comento es que de seguro ya debe estar extenuada de tantas veces que le llaman para preguntarle de su vida, sus inicios y su trayectoria política. Mueve su cabeza, como reiterando mi comentario, toma asiento y observa si el largo, a la vez silencioso, pasillo que está dentro de la Fundación Empresarial para el Desarrollo (FEPADE) en el que nos encontramos es el mejor para conversar.
“Me imaginaba que el FMLN llegaría a la Presidencia en algún momento; creo que no fue el mejor”, continúa dando sus valoraciones políticas.
¿Por qué no es el momento? —pregunto y ella responde: — En todo gobierno siempre hay falta de capacidad. En el periodo anterior hubo un poco de inversión; pero, al llegar este estaban pidiendo las grandes cantidades en bonos. No se sabe en dónde está el dinero y hay un despilfarro.
Con ojos de empresaria opina que sería conveniente que los políticos trabajaran, por ejemplo en la Asamblea Legislativa, ad honorem. Así harían un trabajo más efectivo, según cree, y el Estado se ahorraría más. “Si los diputados trabajaran así llegarían un par de horas, tres veces por semana, y resolverían todos los problemas porque tendrían que ir a buscar qué comer. Y que fuera verdaderamente un honor estar dando leyes para tu país. Ahí sí. No que se venden, que hay tránsfugas que no sé qué…”.
Como también, agrega, se ahorrarían más si existiera una verdadera política de austeridad que debe “entrar” pronto en el actual gobierno.
Aunque es una mujer con semblante fuerte, tienen sus puntos de quiebre. Muchas de sus cualidades, confiesa, fueron heredadas por su padre.
“Mi papá fue un hombre muy correcto, maravilloso. De mucho carácter. Y siempre respetuoso y cumplido. Y él me lo enseñó todo eso”.
¿Cree que el carácter lo heredó de su papá?
Pues no sé si de mi papá o de mi mamá, porque mi mamá también tenía carácter ja, ja, ja.
¿Cómo es el de Gloria Salguero Gross, entonces?
Yo soy una persona que no me conocen realmente. Tengo carácter fuerte, decidido, cuando me propongo algo lo hago. Soy perseverante y, además tengo algo: soy muy sensible. Ese es mi talón de Aquiles, la sensibilidad. Por ejemplo, yo le puedo hacer todo el bien que pueda a todo el mundo, pero cuando por A o B te hacen algo, por chiquito que sea, yo digo: “qué barbaridad”. Yo nunca ando peleando ni discutiendo, no me gusta. Mejor me aparto.
La reforma agraria fue un punto que le da un cambio a su camino, ¿cómo la vivió?
Muy triste, y hasta la vez tengo un problema de intestino. Mi familia venía de tener tierras y desde mis tatarabuelos, mis abuelos y mis padres. Nadie se había metido en política. Era un trabajo bien sano, transparente. Cuando se da la reforma agraria yo estoy sola, porque se han muerto todos mis familiares, me tocó enfrentar todo sola. Y para colmo no sirvió de nada la reforma agraria, sino todo lo contrario: vino a destruir el agro, porque la gente le comenzó a tener temor al agro. Y en ese momento, en los años 80, es cuando hay más emigración a Estados Unidos. Después dicen que ARENA no paró la ida de las personas para Estados Unidos, es que es bien lógico: si se iban salvadoreños para Estados Unidos, y al llegar conseguían una casa o un carro, otro medio de vida… entonces, todos los parientes que se fueron primero motivaban más a la gente para que se fueran.
¿Su familia era cafetalera o ganadera?
De todo. Éramos cafetaleros, ganaderos, cañeros, arroceros.
¿Trabajaba usted en el campo?
Todos.
¿Y qué era lo que mejor hacía?
¡Ah, no!, a mí me encantaba el agro… A mí me da vida el campo. Y algo que me gustaba era darle pacha a los terneros ja, ja, ja. Pero eso era como un hobbie.
¿Y no montaba a caballo?
Cómo no. Tenía un buen corcel; claro que tenía mi buen caballo.
Pero en la adolescencia usted se va de viaje por Europa, allá estudia. ¿Qué la hace regresar?
¡Ay, mis padres!, porque después yo me quería ir de regreso y ya no me dejaron. Y en esa época uno no disponía del dinero para irse.
¿Pero no era muy dada a las parrandas?
Fijate que eran otros tiempos, yo diría muy sanos. Porque uno tenía amigos y uno se reunía. Ahora hay libertinaje. Y uno tenía que cuidarse.
¿Nunca pensó, luego de la reforma, en alejarse de El Salvador?
No, no he pensado en irme del país. Y espero no irme. En ese momento surgió un escape, que fue el partido político. Y pensar que podríamos hacer algo y lograr mucho más.
Y a usted quién la contactó para unirse a ARENA, ¿fue d’Aubuisson directamente?
No, yo era muy amiga de unos amigos de él, que eran los Argueta. Entonces, yo llegaba mucho a la casa de ellos, y porque ellos habían sido afectados de la reforma agraria también. Ahí nos empezamos a reunir un grupo de afectados de la reforma y comenzamos a trabajar sobre eso. Y después me contactó. Pero yo a él lo conocí en el año 81.
¿En San Salvador?
Fijate que la primera vez que lo vi fue en Guatemala, en la Cámara de Comercio de Guatemala. Yo ahí fui y, por cierto, alguien le dijo que yo estaba ahí y me presentó. Y me dijo que yo hablara y que explicara qué era una reforma agraria en El Salvador. Y la verdad es que yo nunca había hablado en público, pero ni modo.
¿Es mala para hablar en público?
Ahora no, pero en aquellos tiempos era pésima.
¿Y si usted no hubiese hecho política, cómo se vería?
Yo tenía un proyecto, allá por el mismo año 80, ganadero bien fuerte. Porque mi papá fue un gran ganadero, mi hermano no; había dejado deprimir la ganadería, pero yo sí tenía buena cantidad de vacas, me habían estado naciendo terneritas y terneritos preciosos, porque teníamos más que todo media sangre. Mi propósito, cuando yo continué con esto, que quería hacer, y ya estaban naciendo pero bellezas, pero llegó la reforma agraria y se acabó. Entonces, yo tenía ese proyecto y quería ser productora de leche. Iba a industrializarme para hacer los quesos y las cremas y todas las cosas. Y, luego, yo quería llegar a poner mi negocio de venta. No venderle a nadie. Y tener las ventas en todas partes.
Hacer cadenas
Productora, una empresaria.
Las críticas que no se guarda
Usted es una de las fundadoras de ARENA que no siempre está de acuerdo con las decisiones que toma la actual dirigencia.
Por una parte se han cometido una cantidad de errores. Hay muchas veces que uno dice que si no me voy en lo privado, tal vez me voy en lo público. He dicho las cosas que tienen que ser, pues con mis principios. Yo cuando entré y fundé ARENA, yo creía en mi país y creía que podíamos hacer algo por El Salvador. Y yo entré pensando que todos entraban como yo entré. Y a nosotros, al grupo de fundadores, sí nos costó el partido: era peligroso y no teníamos dinero. Siento que al partido ha entrado gente que a mí no me agrada, la verdad.
¿Y este gente no le agrada por la formación o porque siente que han contaminado el ambiente?
Lo que pasa que cuando hablas de un partido político y hablas de apertura, en esas aperturas puede entrar cualquier gente que muestra ser una persona de principios, con escalas de valores, que son muy correctos. Pero, a las horas de las horas, no es así.
Entonces no escuchó a su papá cuando le dijo que no se metiera en política.
Como no, pero eran otros tiempos. Cuando yo entro en política mi papá ya había muerto y mi mamá también. La situación era que nosotros éramos terratenientes y con la reforma agraria nos quitaron todo. Ahí hubo, como un cambio de timón de parte de todos los que habíamos sido afectados de la reforma agraria, que entonces dijimos que no había otra alternativa que hacer un partido político. Ahí fue donde fundamos el partido. A mí me obligaron prácticamente (a ser candidata a diputada). Aquí en San Salvador, porque yo soy de Santa Ana, me obligaron allá y aquí en San Salvador también, porque yo estaba en la casa de unos buenos amigos; ahí me quedaba cuando venía. Ahí se quedaba también Roberto d’Aubuisson cuando venía. Entonces le decían: “mire Roberto, convenza a Gloria”.
¿Y él la terminó de convencer?
Pues, sí, todos ya en conjunto. Yo pasé una semana enferma para decir que iba a aceptar la candidatura.
¿Pero lo consideraba difícil por la situación o por ser mujer?
Yo, como jamás mi familia fue política, nunca lo pensé. Para mí, la política no existía. Y entrar de repente a un partido político y ya íbamos a elecciones para la Constituyente, entonces ahí sí sentí…
¿Temor de entrar en algo en lo que nunca había estado?
No temor, era algo que yo lo rechazaba. Yo quería estar en el partido, pero en la dirigencia.
¿Y al hacer política le cambió la perspectiva?
Pues cuando yo estaba en la Comisión, además de estar diputada en la época de la Constituyente, también estaba en la Comisión Redactora de la Constitución. Yo estaba en ambas comisiones: en la Constituyente y por otro lado estaba en la de Hacienda, en la de Relaciones Exteriores. Y cuando yo me di cuenta que podía incidir de alguna forma en la Constitución, entonces me fui interesando.
¿Marcó que estuviera en la Constituyente para que se quedara?
Sí, porque si no me hubiera gustado en la época de la Constituyente ya no hubiera continuado.
Pero se hubiera quedado nada más en dirigencia
Sí, probablemente. No sabemos qué habría pasado.
Y cuando se elaboró la Constitución, qué artículo o capítulo fue difícil lograr un acuerdo?
El de la reforma agraria, que es el 105, si no me equivoco a estar alturas. Entonces, para definir yo luchaba que la tierra quedara indefinida. Que pudieras tener tierras sin límites, como existe en todas partes. Eso yo lo luché mucho, mucho, pero al final no se pudo y quedaron las famosas 345 hectáreas. Fue de los más difíciles.
Mientras presidía la Asamblea, ¿también había madrugones?
No, lo único que te puedo decir es que una vez, como no nos llegábamos a poner de acuerdo en una elección, de la primera elección de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), después de los Acuerdos de Paz. Que cambiaba toda, en estructura, en número de años por cada quien. Que era bien difícil, bien compleja. Esa vez, dormimos todos en la Asamblea. Ahí amanecimos. Y yo les dije: “hoy no nos vamos y tenemos que…”, pero no la aprobamos ese día. Pero presionó para la elección. Y fue simpático, a las horas de las horas. Y lo hicimos por unanimidad de votos, por primera vez en la historia de la CSJ.
¿Cómo ve usted que un diputado tenga fuero?
El fuero lo han confudido, no es para decir lo que le dé la gana a un diputado. Es para dar sus ideas respecto a cualquier tema: social, de hacienda, económico. En fin, ahí puede hablar lo que quiera, si le gusta o si no le gusta. Pero no es para cometer cualquier tipo de fechoría.
Y ya que fue muy cercana al mayor d’Aubuisson, ¿quién era él para usted?
Para mí era un gran hombre, gran nacionalista, muy patriota. Nunca vi que se aprovechara de los bienes del Estado. Murió pobre y fue un hombre que siempre fue líder, porque un líder nunca va detrás de ganguerismos. Eso no es líder, esos son oportunistas o políticos mercantilistas.
Entiendo que él llegó a tener demasiada confianza con usted, ¿qué recuerdos tiene de esos encuentros?
Estuvimos en tantos, de tantos de tantos. Hay un montón de anécdotas. Ya voy a escribir mi libro.
Le digo lo de la confianza, ya que usted mencionaba que ARENA, muchas veces, no tenía dinero. ¿Entonces, cómo lograban sacar financiamiento?
Mira, ahí todos sacábamos de nuestros bolsillos. Y había mucho de lo que se llamaba mística: la mayoría de la gente daba el trabajo gratis. No era pagado, por eso que era un trabajo más efectivo. Porque ahora si tú le pagas a todo el mundo, la gente va por un salario no porque quieran, ni porque amen al partido ni al país. Algunos sí, no voy a decir que todos, pero antes cuando se hacía un voluntariado y de corazón tiene un rendimiento 10 veces más que al que tú le pagues.
¿Aunque las críticas que hace a ARENA son notorias, por qué creyó conveniente formar el Partido Popular Republicano (PPR)?
Veía, como en esa época, que aparentemente siempre sigue la misma persona haciéndole daño al partido.
¿No son ellos los que piensan que usted ya no debería estar en la política?
Me es indiferente (responde, con una pequeña risa acompañada de un silencio breve. Luego añade). ¿Sabés quiénes dicen eso? Los codiciosos. Los que consideran que la política es un modus vivendi.
Doña Gloria se pone de pie, acompañada de una sonrisa maliciosa como si quisiera mencionar a cada uno de esos detractores o «codiciosos», como los describe al final de la entrevista. Pero los nombres se los reserva. Nos despedimos, ella toma su bolso y recibe los saludos del que se le atraviesa.
Pero, antes, me gustaría hacerle una última pregunta: durante esos viajes por Europa o estando en El Salvador, ¿conoció el amor? ¿Se sintió enamorada?
Sí, y muchas veces. ¿No me vas a decir que tú nunca te has enamorado?
Tal vez o pueda que no. Pero, volviendo al sentimentalismo, ¿nunca confundió el estar enamorada con algún amor obsesivo?
No, no… Y yo, si me hubiese casado, posiblemente a los cinco años de matrimonio me hubiese divorciado. No podría…
Pregunto, de nuevo, qué edad tenía cuando inició su vida política para los años 80 o de cuando se fue de estudiante por Europa y ella suelta una sonrisa comedida, suficiente para interpretarse que me dejará con la duda. Muy cautelosa solo responde:
—Era adolescente.