Ser ministra y artífice de las políticas que ella misma diseñó, no le impide ocultar su gran decepción: haber logrado solo la mitad de la inversión prometida. “Con el presidente compartimos desde el inicio la meta de alcanzar un 5% de PIB. Lamentablemente solo se llegó a 2,6% en estos cinco años. Es una deuda que queda pendiente, en la que pesó la difícil situación económica. Pero bueno, el tiempo dirá si nos equivocamos o no”, expresa con naturalidad. Si algo queda impregnado a quien conversa varias horas con ella, es que es una mujer sin aspavientos. Por eso no sorprende que su despedida del MINSAL haya sido discreta, sin grandes celebraciones.
La receta para huirle al tiempo
Todos los días, María Isabel Rodríguez se levanta de su cama a las 6: 00 a.m., a hacer lo que hace todo mundo cuando se levanta de la cama. En las siguientes dos horas distribuye su tiempo entre desayunar, ver televisión y contestar llamadas telefónicas. A las ocho sale de su casa a hacer sus diligencias, las culpables de que a veces llegue a almorzar y a veces no. Las continúa hasta las siete de la noche, hora del regreso a la cada, donde cena rápidamente. De ahí se traslada a la computadora a contestar correos electrónicos o a perderse en sus lecturas hasta que la alarma de su reloj da las 2 de la mañana. Momento de acostarse.
Aunque ampara su vitalidad en el trabajo “24/7”, reconoce que a la larga el sueño inapropiado le puede pasar factura. Admite que desde hace 5 años no hace ejercicio y que a veces, como hoy, por mi culpa, almuerza a deshoras. Aparte del catarro que le ha amainado la voz durante tres semanas, su salud va viento en popa. Al verla caminar de un lado a otro por su biblioteca con un libro en la mano, cualquiera pensaría que padece de hiperactividad.
–Este libro que tengo aquí es una recopilación de los discursos de recibimiento de los doctorados Honoris Causa. Mañana lo presento. No voy a dar un gran discurso. Yo no sirvo para eso. Está invitado. Solo tengo 300 ejemplares para regalar, así que…
–Bueno, ya que estamos aquí me podría dar ese ejemplar que tiene en la mano, me podría servir como material para su historia…
–¡Ahhh no, joven, eso sí que no! Porque si se lo doy ahora no va a la presentación.
María Isabel se sale con la suya, una vez más. Se las ingenió para escabullírsele a una vida destinada el conservadurismo religioso, o al sometimiento masculino en el ámbito laboral, político y sentimental. Se le escabulle a las enfermedades, pero también al ejercicio. María Isabel mira el reloj y se sale con la suya, porque no parece que estuviera a cinco meses de cumplir 92 años. Ha burlado el tiempo.
¿Qué es el futuro para usted?
– No me gusta engañar a nadie. Nunca he creído en eso vivir un día a la vez. Yo planeo cada dos años…y… ahora hay que ver si los vivo, por supuesto. Esa es otra cosa, que si en este momento planeo de aquí a 10 años y no los alcanzo a vivir, me voy a frustrar.
El choque de platos, vasos, tenedores y cubiertos en el comedor anuncian el almuerzo. Bajamos los dos: ella para comer, yo buscando la salida. Me despide desde la puerta con un apretón de manos y una palmadita en la espalda. Afuera, en la plaza, cinco muchachos juegan futbol ante un cielo vespertino cubierto de fragilidad. Adentro, en la casa de fachada mitad gris, mitad marrón, la pequeña mujer de pómulos prominentes seguirá buscando nuevas formas de prolongar su perseverancia inagotable. De salirse con la suya.