Emblemática comandante guerrillera firmante de los Acuerdos de Paz, María Marta Concepción Valladares Mendoza, conocida como Nidia Díaz, recibió una educación católica desde niña. Un retiro espiritual le cambió su vida completamente. Ahí empezó su transformación y compromiso social.
Nacida el 14 de noviembre de 1952 en el barrio El Calvario de San Salvador, la también excandidata a la vicepresidencia de la República (elecciones 1999) estudió en colegios como Nuestra Señora de Guadalupe, La Providencia y Espíritu Santo, todos de enseñanza católica.
Diario 1 conversó con la diputada Nidia Díaz sobre su niñez, juventud, época de estudiante en la Universidad Nacional, su incorporación a la guerrilla, la masacre de 1972 en San Salvador, su lucha popular y militar, su captura que finalizó con el secuestro de la hija del presidente José Napoleón Duarte y el proceso de diálogo que concluyó con la firma de los Acuerdos de Paz.
Soy católica de nacimiento –bautizada, confirmada y primera comunión−. A los 13 años de edad no practicaba la religión. Pero en un retiro espiritual de tres días en Ayagualo (departamento de La Libertad) tuve un reencuentro con Cristo.
El retiro fue dirigido por el padre Cabello, un jesuita. Ahí tuve un encuentro con la vida. Reencontré a Cristo. Cuando regresé, muchas compañeras dicen que me conmocioné mucho, que hasta lloré. Yo no recuerdo eso.
Después de esta experiencia religiosa, Nidia Díaz dice que se involucró en jornadas de alfabetización con las monjas del colegio donde estudiaba. Con las pasionarias, de la Divina Providencia, íbamos a alfabetizar a una comunidad atrás de terminal de Oriente. Ahí empecé. Luego ingresé al movimiento Por un Mundo Mejor, que eran tesis del padre jesuita Lombardi. En el primer día, el individuo tiene que ser, el segundo, pensar, y tercero actuar. Es una reflexión interna sobre qué somos, cómo estamos y después cómo queremos ser.
Fue parte de diversos grupos religiosos de la época. En este sentido, a los 15 años asegura que se incorporó Juventud Católica Estudiantil y en las Jornadas de Liberación Integral que dirigía el padre Carramolino, josefino de la Iglesia El Rosario.
Pero la conciencia social de Nidia Díaz también se desarrolló mediante el arte. En 1965, a los 8 años, dos tíos −Mariana Mendoza y Manuel Mendoza, quienes eran artistas nacionales− recitaban, declamaban y actuaban. Mi tío, que representaba al Indio Manuel, tenía un programa en canal 4 llamado Campiña Poética, el cual se transmitía todos los sábados. Yo hacía papeles coestelares con él. Me sacaba de indio, pelo corto, cebadera; me gustaba ese mundo. También me llevó a obras al Teatro Nacional. Participé en 2 obras. Ciudad de Los Reyes y San Martín de Porres.
También participé en Los Milagros del Jornal, una obra con mucha pobreza, que no encuentran qué hacer porque están hacinados en un mesón.
Ingreso a la Universidad y masacre de 1972
Ingresé a la Universidad Nacional en 1970, con opción Medicina. Yo quería ser psiquiatra porque desde chiquita había visto el psiquiátrico. Una tía era terapeuta y nos llevaba ahí, además mi hermano tenía esquizofrenia (murió en 1986). Lo íbamos a internar a veces.
De igual manera, los problemas que enfrentaba la sociedad influyeron en ella. Recuerda que pensó: Esto es una locura, voy a ser psiquiatra. Pero no me gustaba la Medicina, era una tragedia para mí. Mi segunda opción fue psicología.
La persona que me ayudó a inscribir las materias comunes, Francisco Montes (antes se estudiaba dos años de materias comunes antes de comenzar las asignaturas de la carrera elegida), fue quien me reclutó posteriormente para la guerrilla.
La Universidad Nacional fue intervenida militarmente el 19 de julio de 1972. Cuando se abrió de nuevo, en 1973, me cambié a la segunda opción que había elegido: Psicología.
En 1975, la Universidad de Santa Ana fue intervenida militarmente. Allanaron el edificio y destruyeron todo el material que se utilizaría para el desfile Bufo. Una de las respuestas estudiantiles fue una marcha en San Salvador.
La intervención militar en esta marcha es conocida como “la masacre estudiantil de 1972”. Nidia Díaz participó en ella y sostiene que fue “muy dolorosa, indignante”. Allá por el hospital Rosales apostaron tanquetas en dirección al norte (25 avenida), sobre la Primera Calle Poniente y debajo al paso a desnivel. Íbamos en la marcha y empezaron a avanzar aplastando a todos los jóvenes que estaban en esa ruta y yo me pasé para la Primera Calle. Estando ahí, en la pasarela, empezaron a lanzar gases lacrimógenos y a disparar. Mataron a un compañero que estaba a mi lado (Carlos Fonseca).
Esa vez no me llevaron presa porque ya no cabía en el camión, iba llenísimo, por suerte. Nosotros nos escondimos debajo de los carros.
Este suceso la marcó para la siempre. Después de esta masacre decidió incorporarse a la lucha armada y pasó a la clandestinidad. Lo hice en un momento muy subjetivo, estaba llorando porque habían matado compañeros y compañeras.
Ese año todavía mi apariencia era de estudiante, pero ya no estudiaba. Entre 1973 y 1975 se dio una lucha ideológica en el seno del ERP. Los que estábamos en los núcleos que coordinaba Fabio Castillo Figueroa, Francisco Jovel, el poeta Hernández, son los que se desprenden de la Resistencia Nacional, en 1975, y formamos otra alternativa regional, el PRTC, pero tenía algunas deficiencias conceptuales, que después las reconocimos. No estaba precisado porque es necesario que un país se libere. Después volvimos a retomar que era una expresión de lucha.
Seudónimo Hilda Alegría
En 1977 capturaron unos compañeros y me tuve que cambiar nombre. Como fundadora del PRTC (Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos) asumo responsabilidades políticas y en 1980 se constituye el Frente Farabundo Martí. Ese año me cambié de nombre. En la guerrilla me llamaba Hilda Alegría (así me puso Francisco Montes, el que me reclutó). Al principio yo rechazaba el nombre, pero cuando me explicó que una guerrillera hija del Che se llamaba Hilda, entonces me dio un sentido el nombre, y Alegría por una persona muy alegre.
Un tercer nombre que tuve fue Argelia Arradón, para que los nombres no se fueran a poner en contradicción, por si tenían una pista de Hilda, pero aquí hay otra que se llama Argelia. Nunca podía coincidir.
Yo me iba a trabajar al campo como estudiante universitaria. Realmente iba a trabajar con los campesinos, a organizarlos. Mi mamá ya sospechaba y me emplazaba. Me preguntaba ¿dónde está? Yo le decía: refrescándome, en un lugar bonito.
Me fui (a la clandestinidad) en 1977. Ya más o menos sabía mi mamá. Me fui a la zona periférica. Usaba otros nombres.
En 1980 se comenzaron a configurar los frentes de guerra. Ya era una mujer más o menos independiente. Le dije a mi mamá que iba para Guatemala, pero me fui para la guerrilla, al frente de guerra. Tenía 27 años.
Pasamos 10 años, del 70 al 80, como movimiento revolucionario, como guerra de guerrilla, incorporados a una estrategia que Salvador y Óscar (presidente y vicepresidentes de la República electos) terminaron de definir, pero siempre mi pensamiento estuvo ligado a lo más grande que puede haber: el trabajo revolucionario.
En octubre de 1980 salí embarazada. Lo discutí mucho con mi compañero, pensando que si nos iban a reprimir, si nos mataban iba a quedar el niño sin padre, qué hacíamos, pero nos arriesgamos, y comenzó la guerra civil, el 10 de enero de 1981. Nos precipitaron a una guerra, nosotros no queríamos guerra, pero tampoco querían la siguiera la situación que había en el país.
La captura
El 17 de abril de 1985, habíamos tenido reunión de comandantes en San Jacinto La Burrera, cantón San Esteban Catalina, departamento de San Vicente. Después de la reunión hicimos espagueti con pollo porque había estado cumpliendo años Medardo (González). Cuando termina todo, ellos se fueron para sus respectivos lugares. Era de noche. En la bajada, un compañero se escapó a caer, y alguien encendió una lámpara. Yo dije: cuidado con esa lámpara, porque el lugar era pelón y oscuro, fácilmente se podía ver la lámpara.
Al día siguiente, el 18 de abril, penetraron patrullas de reconocimiento de alcance largo. No las vimos. Son de inteligencia. Al rato venía una avioneta A-32 –le decíamos la carreta− que tiene un gran lente. Empezaron a tirar rockets. Yo me había ido con mi seguridad y una radista en línea para abajo, en una vaguada, íbamos a encontrarnos con el resto que se iba a cubrir en la maleza.
El terreno era talpetate. Mi gente no llevaba nada que la resguardara. Cuando el enemigo aparece de frente, explorando el terreno porque había un desembarco transportado, yo grité: al suelo. Pero comenzaron a disparar de una punta a otra.
Los helicópteros fueron los primeros, después volvió la avioneta. Después regresaron los helicópteros. Yo disparé cuando llegaron por primera vez los helicópteros. Me ubicaron. Me cayeron ráfagas. Al final tiraron bombas de muchas libras, una no reventó, pero me hizo rebotar. El zacate estaba en llamas por los rockets. Ahí caí herida, me cayeron 4 balazos. Dos en la primera vuelta que dieron y otros dos cuando regresaron. Aun tengo un proyectil de esos en la espalda que no me lo he quitado.
Ellos creían que estaba muerta. Un helicóptero sobrevolaba. Las llamas me cubrían el brazo. Yo me hacía la muerta y pensaba: tienen que irse.
El helicóptero bajó. Me desmayé del dolor. Cuando vuelvo en sí, me estaban tocando, entonces abro los ojos y vi un guante amarillo. Empecé a pensar. Se oía un helicóptero a la par. Dije algo pasa, y me di cuenta que me iban a capturar. Ni siquiera sabía que me iban a capturar. Me estaban registrando. Pensé que me podían matar.
Intenté suicidarme, nosotros estábamos preparados para no dejarnos capturar. Teníamos esa precaución, incluso a veces andábamos hasta pastillas. Cuando yo me saqué un cuchillo (que era de tropa especial, un premio) de aquí (del brazo derecho) para metérmelo, él (quien la registraba) me agarró la mano y volví a ver y desde mi perspectiva era un gringo.
Me desmayé de nuevo. Cuando volví en mi, estoy en el helicóptero. Me traían apuntando con una pistola, entonces yo intenté lanzarme al vacío y jalarlos para desequilibrarlos. El se enojó un poco y me apretó más. Yo iba llorando. De nuevo otra vez, intenté ir al vacío. Ellos dijeron: Tírenla. Y empezaron una discusión entre ellos porque algunos decían que no me tiraran. El de la CIA dijo: No la tiren.
Ellos no sabían quién era yo. (Comandante). Me llevaron a enfermería de la Fuerza Aérea, pero primero me tuvieron en un salón. Arbitrariamente no me daban de comer para que hablara, me tenían las 24 horas del día en interrogatorio, en tres turnos. Me gritaban, fingían llantos de niño y decían que ahí estaba mi hijo. Y no me daban ni una pizca de pastilla para el dolor. Tenía 4 balazos y tenía todo inflamado. Yo tenía miedo que me fueran a dar una droga.
Nidia Díaz estuvo 190 días capturada. El gobierno de José Napoleón Duarte (1984-1989) la liberó a cambio de su hija Inés Duarte, quien había sido secuestra por la guerrilla. Pero Díaz dice que el secuestro no fue exclusivamente para negociar su libertad.
Ellos ya venían planificándolo, lo mío fue como una motivación. Había masacres, de todo había.
Fue sacada del país tras el canje con la hija del presidente Duarte.
Salí a Panamá y de ahí a Cuba. En Cuba estuve hasta diciembre, luego viajé a Checoslovaquia, a un evento de mujeres. Después fui a Suecia a ver a mi familia que estaba ahí asilada. Y de ahí regresé a Cuba. Estuve moviéndome entre Cuba y Nicaragua por tratamiento médico.
En 1987, después de las operaciones, me incorporé al trabajo político diplomático internacional. Ya no pude regresar al frente de batalla, estaba afectada de los 2 tobillos.
Me radiqué más en Nicaragua hasta el año 90, luego en México, donde teníamos la comisión político diplomática. Desde allá hacíamos toda la diplomacia.
Proceso de paz
En enero de 1989, nosotros propusimos avalar las elecciones porque Guillermo Ungo se inscribió como candidato, siempre y cuando se desmilitarizaran los centros de votación y se empadronara todo el pueblo para que votara. No pudo pasar esa propuesta y ganó Cristiani.
Tuvimos un diálogo en septiembre, que ni siquiera tuvo mediador, frente a frente. Luego hubo otro en Costa Rica. Ahí propusimos una agenda. Mauricio Vargas (representante de los militares en la mesa de diálogo) ni se sentaba a la mesa, era prepotente; se quedaba sentado atrás. Ahí la Iglesia Católica fue intermediaria y la OEAy la ONU sirvieron de testigos. Quedamos en seguir dialogando.
En eso estábamos cuando el 30 de octubre pusieron una bomba en Fenastras. Nosotros rompimos el diálogo y dijimos que no podíamos seguir dialogando si no había gestos de respeto a los derechos humanos y actos de buena voluntad. Y nos preparamos para la ofensiva.
El escenario ideal hubiera sido que Cristiani llamara al diálogo, esa era la salida nuestra para negociar. Porque todo había sido diálogo y no querían ni establecer agenda. Había diálogo, pero no negociación, queríamos abrir la negociación real.
Durante la ofensiva (noviembre de 1989), estuve aquí con la comandancia en una posición, no en la propia línea de fuego. Estábamos resguardados dirigiendo. La situación que se dio no fue el diálogo, sino la represión, hasta se contempló, pero nosotros lo descartábamos, la posibilidad de una invasión de marines. La represión llevó a bombardear mucho la periferia. Tuvimos muchos muertos y nos replegamos.
Cuatro meses después, el 4 de abril de 1990, en Ginebra, comenzó la negociación real. El propósito era que toda esa negociación que se iniciaba nos llevara a superar el conflicto armado por la vía política, a través de acuerdos, estos iban a poner fin a las causas que originaron el conflicto.
Otros compromisos fue iniciar la democratización del país, lograr la plena vigencia de los derechos humanos y la reconciliación.
A partir de ahí todos los meses hubo reuniones. Se fue formado un nudo allá por septiembre de 1991. La negociación estaba diseñada para tres fases, y no avanzábamos de la primera, y todo lo íbamos poniendo en el congelador. Entonces, fuimos a Nueva York y ahí se hizo un desenlace de toda la situación.
Se anunciaron los acuerdos y eso sirvió para que negociáramos en octubre, noviembre y diciembre. En diciembre había que firmar porque el secretario general de la ONU se iba y el formato de la negociación que él había aprobado se podía cambiar y eso complicaba las cosas.
Terminamos negociando hasta después de las 12 de la noche. Se paró el reloj, como 2 horas, y después vino la firma e implementación de los acuerdos.
Hace 22 años, cuando firmamos la paz, veníamos desde una lucha de largo tiempo. Comenzamos a jugar con reglas que no conocíamos e irrumpimos en la lucha política electoral con candidaturas a diputados y diputadas con gente que no estaba con el ánimo de serlo. Muchos no queríamos ser diputados, porque no entendíamos como íbamos a convivir en un medio legal.
Después, el Frente se convirtió en una izquierda en ascenso que le apostó por la administración de este país. Se confirma la tesis que el Frente ha podido desempeñarse como un partido político en el escenario y que ha ido jugando hasta que logra convertirse en la primera fuerza política del país.