A la edad de 5 años Rosa Lemus era la encargada de encenderle los puros a su abuela. Mientras muchos niños se derretían por degustar un dulce, ella se deshacía por un puro. Pasado el tiempo, lo que hacía como un deber pasó a ser un gusto adquirido y una adicción. Angina de pecho y diabetes fue la factura que aún paga ella.
Rosa aprendió a fumar con puros de su abuela Chana, quien la mandaba a que lo encendiera y lo llevara encendido hasta su dormitorio. La única manera que esto sucediera era que la niña de 5 años diera pequeñas inhalaciones. Los puros comenzaron a llenar sus pulmones y a rodear su vida.
Al terminársele los puros a la abuela, ella optaba por los cigarrillos, que también Rosa le llevaba, aunque no encendidos, ya que mandaba por ellos a la tienda de la esquina. Puros y cigarros eran el pan diario de la abuela y la nieta.
Rosa pasó dos años fumando los puros de Chana. A los siete años su ingenuidad estaba perdida y aumentó la ansiedad por satisfacer el placer que había experimentado al cumplir la orden de la abuela. “Como no sabía de dónde sacaba mamá Chana los puros, entonces me iba a la tienda a pedir cigarros y decía que ella me mandaba”, manifestó Rosa.
No pudiendo robarle más los puros a su abuela, pero teniendo la necesidad de nicotina implantada en su cuerpo, recorrió a la segunda opción de Chana: los cigarrillos. Fue un momento de absoluta libertad, tenía la coartada perfecta para comprar cigarros. La abuela nunca se percató que su nieta, a tan corta edad, estaría inmersa en la bruma del tabaco.
El cigarrillo fue el factor que contribuyó a disminuir el rendimiento del sistema inmunológico de Rosa, el cual dicta las defensas de su cuerpo. El delicado tejido de su corazón no resistió una cajetilla diaria de cigarros desde los 15 años hasta los 53 años de edad. Obligó a su corazón a realizar mayor esfuerzo, por lo que fue incapaz de aumentar el riego de sangre en todo el órgano y lo que produjo la angina.
Actualmente ella es ama de casa entregada a su esposo. Él trabaja en la poda de una finca cerca de su hogar, en San Rafael Cedros, departamento de Cuscatlán. El salario que recibe lo utiliza para el sustento diario, pues el pago es por día. “Mi esposo me quiere porque aunque me conoció fumadora, me aceptó”, exteriorizó Rosa.
Ella conoció a su pareja desde los 18 años de edad cuando trabajaba en la misma finca en la que todavía labora su esposo. A los 15 años, Rosa tuvo un novio al que le enseñó a fumar. Entre sonrisas y con la voz baja, reveló que los padres del joven lo apartaron de ella al enterarse del vicio al que quería llevarlo.
“Le dieron una paliza que no salió de su casa durante días”, declaró. Después de lo sucedido, afirma que nunca lo volvió a ver. “No hizo nada por buscarme, seguro no me quiso por fumadora”.
Ahora, Rosa Lemus de piel morena, ya manchada por los años, y con la mirada que refleja esperanza de un día a la vez, camina por el pasillo caliente y turbulento de quejas, llantos, irritaciones y pacientes en camillas corroídas, como quienes esperan su muerte inminente. Es el lugar donde el tabaco no es admitido.
Como todos los lunes, desde hace casi dos años, Rosa viaja de San Rafael Cedros, municipio de Cuscatlán, hasta el Hospital Especialidades del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), en San Salvador, donde está ubicada la Clínica de Cesación del Fumado.
Mientras caminaba por el hospital relataba que tomaba pequeños pellizcos del puro de su abuela para hacer sus pequeños tabacos. Pero, a los siete años ya era una adicta.
Sentada en la segunda silla de la primera fila del auditorio del hospital, espera con las manos sobre sus piernas cruzadas. Con el semblante cansado y deteriorado expresa la esperanza por mantenerse libre de tabaco.
Mientras extiende su mano derecha y exclama ¡buenos días!, deja ver sus dedos manchados de color amarillo por los 48 años que fumó. A lo lejos se escuchan pasos apresurados y murmullos. “Ahora le gané”, dijo Rosa, entre risas, a Liliana Choto de Parada, directora de la Clínica de Cesación de Tabaco.
Entre doctores, una psicóloga y la trabajadora social conforman la clínica que brinda una terapia grupal de ayuda psicológica y médica para los pacientes que ya dejaron de fumar, así como también a los que recién se incorporan. Al mes, asiste un promedio de 20 a 25 personas.
Las sesiones se denominan pasantías, con el objetivo que conozcan que el cigarro es un factor de riesgo para enfermedades crónicas no transmisibles. La pasantía tiene una duración de dos a tres horas, y a los pacientes se les solicita que completen ocho sesiones continuas para después programarles cada 15 días.
“Al año contabilizamos mil 600 personas que han asistido a la clínica, entre personal de otras unidades médicas, miembros de la Asociación de Ex Fumadores Salvadoreños (EXFUSAL) y pacientes que están en proceso de dejar de fumar”, indicó Choto de Parada.
El gasto por paciente de la Clínica de Cesación de Tabaco es entre 300 y 400 dólares. Mientras que el programa de oxígeno domiciliar al ISSS le cuesta un millón de dólares y el tratamiento de cáncer de pulmón con las quimioterapias totalizan 5 mil dólares al año.
La carga fiscal a los cigarrillos conjuntamente con el IVA es del 52%. El Salvador en 2012 recaudó 46 millones de dólares, muy por debajo de los niveles recomendados que es de 70%, como revela el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los ingresos fiscales por los impuestos del cigarro en el país no compensan los gastos en salud derivados de enfermedades respiratorias asociadas al tabaco. Según el Fondo Solidario para la Salud (FOSALUD) el gasto ambulatorio en niños de 1 a 9 años por exposición al humo del cigarrillo fue de casi 40 millones de dólares en 2013, esto no incluye a adultos ni gastos hospitalarios.
Lemus decidió dejar el cigarrillo un día que, sentada en una silla de la sala de su casa, con el cigarro entre sus dedos y la cajetilla en la otra mano leía las contraindicaciones del medicamento que consume para el corazón. El hábito del fumado le provocó una angina de pecho. “El problema ha sido que desde los 5 años fumo”, señaló ella.
“Desde los 5 años aprendí a fumar”
Eran las 4:00 p.m. cuando escuchó decir: ¡mi purito, ya es hora! Hace 50 años, el sol comenzaba a esconderse entre las nubes y Rosa Lemus jugaba alrededor de un árbol de mango, ubicado en el patio de aquella casa vieja y grande.
Por indicaciones de su abuela, Rosita, como la llaman sus compañeros en la clínica, aprendió a fumar a los 5 años. “Aún recuerdo, como si fuera ayer, que mamá Chana me mandaba con un puro a la cocina de leña para que se lo prendiera”, expresó Rosa.
“Nadie me enseñó; solo me dijeron le hacele así, como si te faltara el aire”, mencionó Lemus. Mientras está en el receso de la pasantía, Rosita, quien aún necesita mantener su boca y manos ocupadas para dejar de fumar, narra que salía corriendo desde donde estaba el mango hasta donde se encontraba la cocina y entre sus dedos llevaba el puro suave para la abuela. “Iba por todo el camino inhalando y exhalando para no volver a encenderlo”, aseguró ella.
El informe de la OMS de 2011, refleja que el tabaco sigue siendo la primera causa mundial de muertes prevenibles.
Según datos de obtenidos del sitio web de Fosalud, uno de cada cinco estudiantes han probado el cigarro antes de los 10 años de edad. Se estima que uno de cada tres personas que prueban el cigarro se vuelve adicto porque no existe una regulación del comercio ilícito, es decir, la comercialización por menudeo a menores.
El 24% de los fumadores son mujeres
No es extraño ver en paradas de buses comerciantes con canastos de dulces, galletas y cigarros sueltos que son vendidos sin ningún tipo de regulación.
El Artículo 1 de la Ley para la Regulación y Control del Tabaco, establece que debe existir regulación a la comercialización, importación, promoción, publicidad y patrocinio del consumo de tabaco y sus productos.
El Ministerio de Salud (MINSAL) estima que el número de fumadores adictos al tabaco es de 11.7% en población adulta y de 14.6% en los jóvenes. En 2009 el 23% de los fumadores eran hombres, mientras que el 5% eran mujeres.
“El crecimiento se ha acelerado con respecto a las mujeres”, aseveró el representante de nacional de la OMS y de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Rigoberto González. Ahora el 24% de los fumadores son mujeres, versus el 19% de los hombres.
El Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT), es un tratado internacional impulsado por la OMS en el que se establece que debe aplicarse a los productos de tabaco políticas tributarias y, si corresponde, políticas de precios para contribuir al logro de los objetivos de salud tendentes a reducir el consumo del cigarro.
Hasta Junio de 2011, 174 países son miembros del Convenio Marco para el Control del Tabaco de la OMS. El Salvador aún es el único país de la región que no lo ha ratificado.
“Esto es un proyecto de la calidad de vida familiar”, aludió Choto. “Aquí en la terapia nos hacen un diagnostico para determinar si utilizaremos parche, yo no lo utilizo”, señaló Rosa Lemus. Desde 2012, no ha vuelto a consumir un cigarro, no solo porque vio los beneficios que le trae el cese de este, sino más bien porque ese vicio fue el causante del infarto y el que se le precipitara la diabetes.
Se estima que se producen alrededor de 5 mil muertes anuales por enfermedades asociadas directamente al consumo del tabaco, según OMS.
Para 2030, el tabaco matará a más de 8 millones de personas al año, según la OPS.
Por un mandato de la abuela, Rosa, con la inocencia de sus 5 años, nunca se imaginó que terminaría atada a fármacos para el corazón; con la vista deteriorada, producto de la diabetes que la consume y la obliga a ser dependiente de la insulina; daños en los riñones, que de no tratarse podría provocarle una insuficiencia renal y sumar la hemodiálisis a sus tratamientos.
El consumo de tabaco aceleró la angina de pecho y la diabetes. Ella es consciente de la fragilidad de su cuerpo: “Hasta una picada de hormiga puede hacer que me quiten la pata”, aseguró Lemus.
Rosa Lemus lleva aproximadamente dos años en la lucha por dejar el cigarro. No ha sido nada fácil para ella, pues hubo días en los que necesitó hacerse cigarros de zanahoria y apio, técnica que le brindan en la clínica para calmar la ansiedad que genera el tabaco.
“Ya antes había intentado dejar de fumar, pero no lo logré yo sola”, señaló. Por ello recurrió a la Clínica de Cesación del Fumado para poder superar la adición que la consumió durante tanto tiempo. “Ahora estoy dispuesta a dejarlo y sé que venceré este mal hábito”, finalizó.