En una redonda y pequeña mesa de aluminio las manos del capitán retirado Herard Von Santos se entrelazan. Solo se separan para reforzar una idea o saludar a los clientes que acuden al stand del Círculo de Escritores Militares, del cual es uno de sus precursores, en la Feria del Libro Centroamericana (FILCEN).
Extiende sus cejas, aderezadas con una tímida sonrisa al recordar las batallas que protagonizó, por ejemplo, cuando dirigió soldados del batallón Atlacatl en la ofensiva de 1981; o el día en que viajó de San Salvador a San Miguel a rescatar a su familia en medio de la ofensiva final.
Han pasado 22 años desde la firma de los Acuerdos de Paz pero, para Von Santos, los relatos, las vivencias y los hechos ocurridos durante la guerra están siempre presentes, ahora pensados desde la trinchera académica. Se declara un historiador empírico con una misión concreta: hablar del conflicto armado de manera científica, aferrado a las estadísticas y las estrategias militares tanto de la guerrilla como del ejército.
En su “deber” de contar los acontecimientos tal como sucedieron, considera necesario cruzar las perspectivas de ambos bandos en lucha y fraguar una historia objetiva y desapasionada.
«Soldados de Élite en Centroamérica y México», «¡Emboscada! tanquetas al asalto», «Días de Trueno» (sus memorias) son algunos de sus escritos que se exhiben en la FILCEN. En su pequeño cubículo recibe a los clientes y curiosos con su infaltable chaqueta camuflada color verde olivo y su rostro blanco repleto de pecas.
¿Cómo nace el Círculo de Escritores Militares?
Fue una iniciativa que nació a partir de mi propia experiencia al tratar de documentar la historia militar de este país. No es lo mismo escribir una novela o un libro de poesía, donde hay talleres y escuelas, e incluso la Universidad de El Salvador con su carrera de Historia. En cambio en el país no existe la modalidad de historia militar, que es mi especialidad
Tampoco tenemos formación de militares para ser historiadores. Esa necesidad me hizo compartir con otro compañero de armas que también estaba dedicándose a escribir, y entre los dos seguimos bregando por varios años hasta que en 2010 decidimos crear el Círculo. Fue hasta en 2011 que aparecimos de manera pública.
¿Cómo fue ese lanzamiento oficial?
Trajimos de invitado al teniente coronel colombiano Luis Alberto Villamarín Pulido, que escribe no solo sobre la guerra en su país sino también acerca del narcotráfico. Aparecimos en una conferencia de prensa. Nadie nos hizo caso, nadie nos tomó en cuenta. Al único que le preguntaron fue al coronel Villamarín sobre su experiencia en Colombia.
Nosotros estábamos ahí haciéndole el ambiente. No es nada nuevo descubrir que los medios salvadoreños no se interesan por la historia, a menos que los invites a un hotel, a la presentación de un libro donde hay degustación y vino. Ahí los periodistas sí van.
¿Cuál es el propósito del Círculo?
Nuestro objetivo no es contar un lado de la guerra. Estamos cansados de que la guerra se escriba de una manera o de otra. Ya es tiempo de que contrastemos, de que combinemos y auscultemos la memoria de ambos contendientes para presentarle al público una historia militar más acabada de nuestro conflicto.
¿Cómo se hace esa conciliación?
Te voy a hablar de mi experiencia, que es la que tengo presente. Primero tuve que reconciliarme conmigo mismo. La guerrilla asesinó a mi hermano casi al finalizar el conflicto y eso siempre representó algo emocional. Una vez pasada la guerra y logré reconciliarme conmigo mismo, y mi interés por documentar la historia me llevó al paso obligado de alguien que toma en serio la historia: cruzar al otro lado de la colina.
En el año 2000 cuando estaba trabajando en la Asamblea Legislativa, había muchos líderes rebeldes como diputados y eso me permitió acceder a ellos; de ahí en adelante fue más fácil tomar confianza. Vieron que yo era un joven oficial interesado; primero eran conversaciones de sobremesa, tomando café, o porque me buscaban.
Nos dimos cuenta que habíamos coincidido en batallas y eso hacía la comunicación más fluida. Después les expresé mi interés en documentar la guerra y empezaron algunos de ellos a darme entrevistas.
¿A quiénes entrevistó?
A Juan Ramón Medrano (comandante Balta) del ERP, al comandante Barbarroja, y varios diputados del FMLN.
¿Cómo fue recibido por ellos?
A diferencia de lo que pueda pensar la gente, existe una naturalidad entre el combatiente. Los europeos lo llaman “hermandad de la trinchera”. No importa de qué lado estuviste, lo valioso es que compartís el sufrimiento de los que pelearon en la trinchera. Con aquellos que no eran políticos, que fueron combatientes en la guerra, fue natural el intercambio de experiencias.
Descubrí una cosa: la mayoría de ellos ha escrito libros, pero discurso triunfalista de sus textos lo abandonaron cuando los entrevisté. El haber sido militar y combatiente les dio la oportunidad de decir “a este no le puedo dar paja”. Hemos construido una historia que la ve reflejada en un libro dedicado a los paracaidistas, donde los acontecimientos sobre las batallas contrastan.
¿De qué trata ese libro?
Tiene como eje central su formación, entrenamiento y batallas. Ellos se formaron en el 1962 y abarca la guerra con Honduras. Pero en el conflicto interno, como ellos pelearon muchas operaciones contra la guerrilla, tuve que recorrer el país con mi propio dinero para saber quiénes eran los rebeldes que todavía están vivos para que me dieran sus puntos de vista de los combates con los paracaidistas, como el ataque a la Fuerza Aérea del 10 de enero de 1981, el sabotaje en enero del 82, la batalla por Usulután en ese mismo año, por mencionar algunas.
Solo así cruzás la información. No solo utilizo las entrevistas a ambos contendientes sino que la documentación tanto del ejército, algunos documentos provistos por parte de los comandantes rebeldes y los archivos desclasificados de la inteligencia y el ejército de los Estados Unidos.
¿Compañeros suyos del ejército no le hicieron ningún reclamo por aplicar ese método?
Cómo no. Los reclamos siempre han sido por la relación con los rebeldes porque yo fui más allá: hicimos muchos conversatorios con ellos, hemos aparecido públicamente, en mi canal de Youtube hemos subido algunos de esos conversatorios. Usted va a ver aquí libros de Raúl Mijango, del comandante Alejandro Montenegro. Ellos han colaborado en mis investigaciones y yo colaboro con ellos en las investigaciones que sobre la guerra se están realizando.
¿Qué apoyo económico tienen?
El apoyo es nulo. El sistema editorial y de publicaciones en nuestro país está hecho no para que el escritor publique sino para que regale su trabajo.
Por ejemplo, las editoriales universitarias te ofrecen dos tipos de trato: unas te pagan dos dólares por libro vendido y para otras la sola publicación del libro ya es un beneficio. Las grandes editoriales no se arriesgan a hacer un trabajo de este tipo porque su mercado son los colegios y las escuelas. Ellos van a la inversión segura.
Por eso el Círculo de Escritores Militares nos organizamos para proveernos los servicios editoriales, buscar el conocimiento necesario para hacer las correcciones o sino buscar amigos que nos ayudan sin cobrar nada. Ya después solo buscamos una imprenta accesible.
¿Cómo hacer para lograr una versión objetiva de hechos tan complejos?
Los historiadores decimos una cosa: hay una zona en común con la que todos nos identificamos como la verdad. Lo llamamos así porque la zona de mayor profundidad a la que se aspira. No podemos llegar hasta una verdad en concreto porque todos tienen su propia verdad. Pero ahí, haya o no haya estado en uno de los bandos, esa zona es la que nos interesa.
Ya se sabe del enfrentamiento en San Salvador en noviembre de 1989. Pero, por ejemplo, del lado de la guerrilla ¿Cuántos combatientes eran? ¿Cuántas bajas? ¿Quiénes eran sus líderes? ¿Cuáles fueron las tácticas y las técnicas que emplearon en San Salvador? ¿Qué rol jugó el espionaje?
Ninguna de estas preguntas ha sido claramente respondida en los libros que se han escrito hasta ahora y son las que nosotros empezamos a contestar a partir de nuestros escritos. Es un vacío que con el tiempo esperamos se convierta en esa zona de verdad sobre nuestro conflicto.
Si vinculamos esta forma de hacer historia con la realidad política nacional, donde más bien impera la polarización entre izquierda y derecha, ¿Cómo dejar de lado esas “pasiones” por parte de su labor académica?
Los políticos son los que están interesados en que la historia no se conozca, porque ellos viven de ese rédito histórico. Pero en la medida en que los medios de comunicación se interesen por la historia real y la den a conocer, la gente va a cuestionar a esos políticos. Entonces el político se va a ver obligado a cambiar. Así vamos a dejar de estar polarizados porque van a tener que aceptar la verdad frente a sus aspiraciones de un pasado heroico.
¿Qué temas trata usted, en concreto, en sus libros?
Nosotros cuestionamos. Por ejemplo, hay una operación que se ha tergiversado tanto, como la que se realizó en octubre de 1980 en Morazán, porque uno de los interesados, el excapitán Francisco Mena Sandoval ha escrito sobre esa batalla pero hasta ahorita sin dar mayores aproximaciones históricas. Tú la vas a encontrar en mi libro es el despliegue de las unidades que participaron, cuáles fueron sus ejes de avance, dónde chocaron con el enemigo. También vas a encontrar el despliegue de la guerrilla.
Así ya no tenés que asistir a la propaganda, a lo que en internet se dice sobre esa batalla. Lo que tenemos escrito hasta ahora en El Salvador sobre la guerra son memorias principalmente. La historia que empezamos a escribir es la que esperamos algún día se convierta en historia oficial.
A nivel del Estado, Secultura o el Ministerio de Educación no tiene una versión oficial sobre la guerra. Lo que hay son novelas y leyendas negras, en el que “yo aquí maté a tantos y no sé cuántos, y yo salí victorioso”. Eso es lo que tenemos sobre la historia de la guerra.
¿Cuáles serían las diferencias entre sus libros y los relatos sobre la guerra?
Lo que hago es ciencia. Hay una investigación de por medio. Acordate que muchos de los libros de memorias de la guerra, sobre todo de la izquierda, no están basados en recuerdos propios, sino en la lucha de clases, de épocas en que ni vivieron. Yo no sé cómo es que a eso le llaman memorias. Hacen una mezcolanza de lo que ellos entienden como historia y sus recuerdos sobre la guerra.
Hacen afirmaciones temerarias que no están sustentadas en ninguna investigación, en nada, pero son verdades absolutas porque ellos la escribieron. Para sus acólitos es una verdad absoluta y son los libros de estudio en las universidades, son los libros de texto en cafés culturales. Seguimos manteniendo esas leyendas, esas novelas como verdad histórica.
¿Cómo ha sido la acogida de sus libros en la FILCEN?
Los encargados de la organización nos sorprendieron cuando nos dijeron que la gran novedad en la feria hemos sido nosotros. Comúnmente, lo militar está identificado con muchas cosas menos con escribir. Entonces este esfuerzo ha valido la pena porque no están comprando el material. Prácticamente hemos agotado todo lo que traíamos, ya casi no tenemos nada y hemos llenado los huecos con revistas usadas.
El público, pero sobre todo los jóvenes, preguntan mucho sobre la historia, por Facebook hemos estado siguiendo el desarrollo de la FILCEN. Para nosotros ha sido un completo éxito, no así para mis compañeros los escritores salvadoreños que están ausentes. Yo estuve con ellos en la feria de 2011 pero no están aquí.
¿Cuál es el público que busca sus libros?
La mayoría va de los 35 años de edad en adelante. Acuden porque supieron y vivieron la guerra; algunos participaron y encuentran en estos libros su memoria frente a los demás.
Han venido muchos historiadores y profesores que seguramente lo van a utilizar como material para sus clases.
Nos llega gente de 50 años de edad en adelante, que viene por los libros usados, sobre todo los de la Segunda Guerra Mundial, que fue una época fascinante, muchos militares alemanes después de la guerra se radicaron aquí, se cruzaron con familiares salvadoreños y muchos de ellos pelearon en las filas norteamericanas en Europa.
Los jóvenes solo vienen a curiosear, todavía no entienden. Uno trata de explicarles pero como no tienen ese marco educativo se sienten como perdidos, no saben si creer o no creer que estemos por algo más académico, que defender una versión de la historia. Muchos piensan que este es stand de la Fuerza Armada.
¿Cuáles son los próximos trabajos que están escribiendo?
Esperamos presentar en el próximo Congreso Centroamericano de Historia que se va a realizar en la Universidad Nacional en julio, un libro sobre las batallas que celebraron los salvadoreños en Irak. Viene también la historia de la BRAZ, separando el mito de la realidad y también una historia de la Fuerza Aérea, que más que historia es una recopilación de relatos, al estilo de las crónicas.
Se ha entrevistado a todos los pilotos vivos que han encontrado desde 1950 hasta la fecha. Va a ser un trabajo muy bonito. Hay otro miembro del círculo que está escribiendo sobre el blindado salvadoreño donde se habla sobre los tipos de camuflaje y las marcas que se utilizaron durante la guerra.
¿Qué es para usted la historia militar?
Hacer historia militar es una catarsis, que te lleva por infinidad de situaciones y hechos que en el caso del soldado es una aventura. Vivís de nuevo esos momentos y te hace comprender la bondad que Dios ha tenido con los que hemos sobrevivido.