Lo que no evita es hablar de los políticos que no hacen bien su trabajo.
“De todo hay en la viña del señor, hay un atajo de sinvergüenzas que dan ganas de llorar Cuando uno ve a estos políticos que ofrecen el oro y el moro con cosas que no pueden cumplir. Pero hay políticos buenos también”. Entre ellos destaca a Douglas Avilés, diputado de Cambio Democrático o Héctor Dada, exministro de Economía.
Para él, Florentín Meléndez es un hombre probo, justo y digno. Le resta importancia al hecho de que lo consideren de izquierda. Lo fundamentar es que trata de hacer las cosas como se lo dicta la conciencia. La honestidad, según su opinión, no tiene colores políticos.
Sin embargo, el ser director de una institución pública como Medicina Legal lo arrastra al vendaval político, a dar opiniones sobre lo que sucede en el país.
Llegó a ese cargo en 2010 y asumió funciones una semana después. Estaba en Europa en un congreso médico y su convicción de dedicarse por completo a su clínica era sólida. Le habló el doctor Belarmino Jaime, para proponerle el puesto. “No es que me haga el importante ni el creído, pero estoy en un congreso y vuelvo en dos semanas. Déselo a otra persona”, fue su respuesta.
Al volver no habían designado a nadie y aceptó hasta que nombraran a alguien en propiedad. Meses después llegó el nombramiento por parte de la Corte Plena y hasta la fecha es el polémico director de la institución.
Confiesa que pasó muchos meses trabajando ad honorem, pero no se lamenta por ello. Considera más la aplicación de cambios los cambios. “Quité las cosas que éticamente no me parecen adecuadas, como los dos vehículos asignados al director. Era algo deplorable. Imagínese: tenía motorista, vales de gasolina, solo para él. En la oficina tenía dos televisores y una refrigeradora. Todo eso lo descargamos de la dirección y se los dimos a distintas autoridades que lo necesitaban” afirmó.
Funes, el reptil
En este estira y encoje que supone ostentar un cargo público, se ha tenido que enfrentar a los políticos de turno. Actualmente ha dirigido sus dardos con mayor mordacidad contra el mismísimo presidente de la República, Mauricio Funes. Acaso como un médico con su bisturí o auscultando un paciente para finalmente emitir un diagnóstico.
“Funes se enfermó, este no es el presidente que entró. Me acuerdo cómo pensaba la derecha del presidente: hubo un momento en que la gente de ARENA decía que no había un mejor momento para haber perdido. Estaban contentos de que fuera Funes el presidente y hacían la grosera broma de que había que cuidarlo. La empresa privada lo veía con simpatía. En su toma de posesión habló aseguró que iba a mandar la meritocracia, y que desde ese momento se convertía en el presidente de todos, que la contienda política quedaba atrás. Pero vea quién es el hombre que sale los sábados insultando a todo mundo, haciendo campaña política. Ha cambiado. Se enfermó de poder».
Reitera que los encontronazos con el mandatario lo tomaron desprevenido y ha tenido que hacerles frente. En su vida se le habría ocurrido tener “pleitos” con él. Por eso, como un juramento hipocrático, garantiza que cuando termine su periodo en Medicina Legal se dedicará a su clínica y la docencia universitaria.
A Fortín Magaña las versiones del presidente donde clarifica una y otra vez que él no tuvo nada que ver con el accidente del Ferrari, solo lo llenan de dudas y atizan el fuego de la polémica. “Él cambia de opinión cada día: un día dijo que sí había andado en helicóptero la madrugada, pero antes no había dicho eso. Hasta el día del accidente había dicho que tenía una hernia lumbar, en la vértebra L7 o L6. Yo salí burlándome de la historia porque los seres humanos solo tenemos L5. O sea, L6 tienen los reptiles: ahí le dije que a lo mejor él era reptil por el lado paterno o el lado materno”.
En la pared de su oficina cuelgan enmarcadas caricaturas de la prensa donde aparece con el ministro Perdomo y Funes. Por eso le hablo sobre el duelo de números sobre los muertos del día que reportan la Policía Nacional Civil y Medicina Legal, Fortín Magaña agita su cabeza y dice que cuando alguien asegura que los homicidios entre las mujeres se ha reducido en un 430%, “o es una soberana estupidez o una soberana mentira, o las dos cosas. Nada puede reducirse menos de un 100%. Quiere decir que hay zombis que salen de sus tumbas y se reproducen por montones”.
Sus declaraciones son, para muchos, un ingrediente más que se ha sumado al show mediático de la campaña electoral, pero para él son una convicción vital: abordar las situaciones que considera moralmente incorrectas sin pelos en la lengua. No denuncia ideologías políticas, sino figuras o personajes que limitan derechos tan fundamentales como la democracia. No importa que sea el presidente de la República a quien, por ética profesional, dice nunca atendería en su clínica.
La mariposa que cambió el mundo
No hay nada qué contar, dice una y otra vez, mientras contempla un cuadro que compró en una calle de Praga, República Checa. Es aficionado a la pintura y a construir veleros a escala. Y como buen psiquiatra, explica su pasatiempo desde la ciencia. Recurre a la teoría del psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, para quien las regresiones provienen del inconsciente colectivo de los antepasados. Entonces, como su tatarabuelo era pirata, a él le gustan los veleros. “Es curioso, los barcos nunca me gustaron. Una vez me regalaron un Titanic y se lo obsequié a alguien más”.
Se considera lector devoto y hombre de fe, por eso aprovecha ese acervo cultural para incluirlo, de manera imperceptible en las charlas con sus pacientes.
De repente su voz se serena. Se adelanta un poco en su escritorio para contar cómo una niña, paciente habitual, se iba a suicidar. Había dejado de ir a su consultorio. No podía salir de su depresión. Ella nunca fue creyente y él siempre le decía que Dios no habla con truenos en el Sinaí, sino con pequeñas cosas todo los días.