Rector de la Universidad «Dr. José Matías Delgado” y exmiembro de la comisión gubernamental que negoció la paz con el FMLN, David Escobar Galindo aseguró que la ciudadanía quiere una derecha y una izquierda fuertes. “Si son fuertes tienen que ser responsables” porque “fortaleza significa racionalidad”.
Es normal que exista competencia entre las dos fuerzas políticas. Pero no deben convertir “el escenario en un ring, en una cancha de gallos, porque así no se llega a ninguna parte”, afirmó el también escritor, quien enfatizó que la ciudadanía que está más informada no está de acuerdo con las actitudes políticas exacerbadas.
Diario1 conversó con el doctor David Escobar Galindo sobre la coyuntura política, la construcción de puentes de entendimiento entre la izquierda y la derecha para buscar una concertación, las continuas campañas electorales, los desafíos del nuevo gobierno, las ideologías, su opinión sobre el presidente electo Salvador Sánchez Cerén (también firmante de los acuerdos de paz) y la adecuación del pensamiento político a las nuevas realidades.
¿Cómo ve la coyuntura política?
La coyuntura política se ha venido moviendo de una manera, en muchos sentidos, inesperada y en otros previsible. Por ejemplo, el resultado de la segunda ronda electoral era al mismo tiempo predecible y sorprendente. Al quedar solo dos competidores en la definición final era presumible que el voto de la derecha se reagrupara −eso fue lo que ocurrió al final de cuentas− y al mismo tiempo es sorpresivo que en tan pocos días se generara un dinamismo como el que sucedió en la segunda vuelta. Creo que es más que un dinamismo partidario, es decir, es un dinamismo ciudadano.
En todo este proceso, sobre todo últimamente, la ciudadanía ha tenido mucha más participación que en los procesos anteriores. Hay un surgimiento evidente del interés de la ciudadanía por hacerse sentir, ver, oír, reconocer, que es sumamente importante. Eso va determinar en gran medida el proceso de aquí en adelante. Por supuesto, no es el único factor, pero va ser un factor decisivo.
El calendario político es apremiante. Cuando el nuevo gobierno asuma la conducción ejecutiva, el primero de junio, faltarán apenas 6 meses para que inicie la campaña formal para las próximas elecciones. Hoy estamos de nuevo en campaña. Lo que pasa es que el movimiento que se ha dado en esta postsegunda ronda acaparó mucho la atención, pero realmente estamos de nuevo en elecciones.
¿Afecta al país estar en permanente campaña electoral?
Todo depende de cómo se maneje. Si convertimos la campaña en una accionar melodramático evidentemente sí. También habría que considerar, y quizá la misma realidad va llevando a eso, que estar en campaña no significa estar en guerra. Estar en campaña es estar en campaña. Se activan las posiciones, las aspiraciones, los requerimientos de cada quien, pero eso es normal. No tendría por qué haber un dramatismo excesivo.
El presidente electo habla de tender puentes de entendimiento, de dialogar. ¿Hasta qué punto los actores políticos tienen claro cómo construir una concertación?
Es parte del aprendizaje. Hay que distinguir lo que es el campo de la competencia de lo que es el campo de las necesidades básicas de la realidad del país. No es fácil hacer ese distingo, porque además nunca lo hemos hecho en el pasado, pero ahora la realidad parece que nos lo presenta como algo inevitable. Creo que en los entendimientos, en primer lugar, hay que preparar la atmósfera. Si la atmósfera no es adecuada, las iniciativas surgen y se quedan ahí. Se soplan como se dice en lenguaje popular.
Hay que preparar atmósferas para crean condiciones. Luego se debe tener mucha finura estratégica para no pretender convertir el ejercicio del entendimiento en una forma de sacar ventaja anticipada. En un buen entendimiento las dos partes salen favorecidas. Si voy a querer un acuerdo en el que yo salga favorecido y mi adversario perjudicado, eso no es entendimiento, es una maniobra. Si no estaremos en lo mismo. Se convoca a un diálogo, se reúnen en torno a una mesa y ahí muere la flor.
¿Uno de los mensajes de la segunda elección es que la izquierda y la derecha se pongan de acuerdo en temas estratégicos?
Siempre lo ha sido, pero ahora está subrayado y evidenciado. No es un requerimiento de la política, es una exigencia de la realidad. Los grandes problemas que están en el fondo −cada vez más visibles− son problemas de funcionamiento. Por ejemplo, el tema de crecimiento económico. Si no se genera un esquema de prioridades y después un proyecto de estrategias y una dinámica de acciones no se llega a nada. Eso requiere que todos nos pongamos de acuerdo en lo básico, qué es lo que necesitamos.
¿De quién es la responsabilidad de crear una atmósfera propicia?
La responsabilidad es compartida siempre. La iniciativa corresponde a las autoridades principales, para eso están justamente, pero nadie puede por su sola cuenta hacer el trabajo. Cuando hablo de crear atmósfera es, en primer lugar, establecer vínculos más allá de la sonrisa y que implique la consciencia, tomar consciencia de lo que hay que hacer. Además, contrastar esa consciencia con lo que quiere la población. Tradicionalmente la política en El Salvador se ha basado, entre otras cosas, en el concepto que el que pelea es fuerte. Y el que choca más fuerte aún. Pero eso no es así. El que funciona, el que se entiende, es mucho más fuerte que el que no se entiende. Porque genera resultados.
¿Cómo ve la derecha y la izquierda en términos generales?
La derecha está ante un desafío muy importante porque la ciudadanía la quiere fuerte, igual que quiere fuerte a la izquierda. Están en las mismas condiciones. La ciudadanía, con su accionar a lo largo del tiempo, ha querido −y sigue queriendo− una derecha y una izquierda fuertes. Si son fuertes tienen que ser responsables. Porque el que es fuerte y es irresponsable pierde la fortaleza o el derecho a ser fuerte.
¿Pero fortaleza no significa polarización?
No, al contrario. Fortaleza significa racionalidad. Hay competencia, desde luego, pero yo no digo que hay que estar de acuerdo en todo porque eso no es real. El pluralismo es normal en la vida social y política, pero no deben convertir el escenario en un ring, en una cancha de gallos, porque así no se llega a ninguna parte. Y el desgaste es notorio. La ciudadanía que tiene antenas finas no está de acuerdo con esas actitudes. Por eso hay tanto rechazo en el ambiente a muchas de las acciones políticas.
¿Cuáles cree que serían los principales desafíos que enfrentará el nuevo gobierno?
Los mismos desafíos que enfrentaría cualquier gobierno en estas condiciones. Existe una demanda social no satisfecha, que nunca se podrá satisfacer del todo, que es fuerte. Hay una escasez de fondos públicos evidente. Eso crea un problema, sin duda. Por otro lado, en el caso del FMLN su contingente de apoyo popular, no me cabe duda, que va estar esperando muchas cosas. No sé cuántas de esas cosas sean factibles y sostenibles. Ahí hay que actuar, sin duda, con mucha habilidad y sensatez.
¿Cómo describe a Salvador Sánchez Cerén?
Es un hombre muy persistente, muy entregado a su esfuerzo. Creo que es un hombre que tiene buena voluntad, por lo que he visto. Uno nunca sabe cómo va ser el efecto del poder sobre las personas, pero en el caso de él, hasta este momento, no tendría mayores reservas. Pero eso se verá en los hechos. No se puede asegurar nada de antemano.
¿Qué le recomendaría al nuevo gobierno?
Que actúe con inteligencia histórica. Las condiciones del país son muy difíciles y hay que ejercer el buen juicio. Eso no quiere decir renunciar a lo que se piensa. Pero la forma de actuar debe responder a lo que las condiciones de la realidad exigen y permiten. Porque si no se actúa así, pues se va directamente a cualquier tipo de desastre.
¿A qué se refiere con inteligencia histórica?
Ellos vienen de una ideología que justamente tomaba la historia como uno de sus elementos muy importante: El materialismo histórico. Pero todo evoluciona. La realidad exige ahora visiones acorde con la actualidad que, por supuesto, tiene algunos componentes del pasado. Es muy distinta en este momento. Vivimos en un mundo diferente. Para empezar la transversalidad del mundo global es muy diferente a la que existía en la era de la bipolaridad de los súper poderes. Hay que adecuarse a las circunstancias. Eso es absolutamente indispensable. A las circunstancias internas y a las circunstancias externas, regionales y globales. Eso es muy importante hacerlo. No es fácil porque habrá mucha gente (eso no tiene carácter exclusivo de unos y otros) que se aferra al pasado y a lo que soñó en el pasado. Pero uno tiene que estar de acuerdo con los sueños posibles en el presente.
¿Cómo afectan las ideologías para interpretar la realidad?
El pasado siempre nos deja herencias. Hay que utilizar las herencias en el presente. Lo que no se puede hacer es pretender vivir en el pasado. Porque eso es absolutamente irreal. Hay cosas del pasado que son rescatables, siempre que se procesen conforme a las condiciones del presente. Debemos ver la realidad tal como es hoy. Esto permite no solo ir depurando lo que uno pensó antes, creyó antes o imaginó, sino agregando elementos de creatividad. Lo malo es estancarse en cualquier actividad o aspecto. La realidad ahora lo permite menos que antes. Antes, por ejemplo, El Salvador era un país que vivía en la invisibilidad porque el mundo bipolar invisibilizaba casi a todos los que no estaban en la cúspide. Con la globalización todos estamos en el mapa. Eso tiene grandes oportunidades pero a la vez grandes desafíos. No podemos desconectarnos de la realidad.