PARTE I | Portillo acepta que Taiwán lo sobornó; dinero siguió la misma ruta de Flores
Alfonso Portillo fue hábil para colocar en cuentas del extranjero dineros de los guatemaltecos. Tomó porcentajes de presupuestos institucionales. Ideó un plan de saquear hasta un banco engordado con dineros estatales.
Lo que no tomó en cuenta fue que un salvadoreño, quien llegó a ser uno de sus mejores amigos, lo traicionaría ante estadounidenses y delatara lo bribón que era.
José Armando Llort Quiteño, hijo de padres salvadoreños, no tenía ni 30 años cuando, en el año 2000, Alfonso Portillo llegó a gobernar Guatemala.
Llort no sólo era, en ese año, miembro del exclusivo club de amigos de Portillo sino que era uno de los principales financistas del exgobernante. Muy pronto comenzó a jugar en grandes ligas en Guatemala.
Cuando Portillo ganó las elecciones, lo colocó donde más le serviría de acuerdo con sus habilidades: como presidente del banco estatal Crédito Hipotecario Nacional.
Él y Portillo se conocían secretos desde que ambos jugaban fútbol con los arrestos de colegiales, luego de conocerse en Zapotitlán, Mazatenango.
El salvadoreño se había graduado en el Colegio Americano de Guatemala y luego se inscribió en la universidad Francisco Marroquín, aunque nunca concluyó sus estudios.
Cuando se instaló en el banco, Llort sabía que estaba ahí con un propósito: ayudarle a su amigo el gobernante a distraer recursos públicos.
Por eso es que, cuando apenas tenía unas semanas de presidir el banco estatal, le aprobó un sobregiro a Portillo (que nunca pagó), para cancelar una hipoteca que pesaba sobre su finca La Moka. Y luego aprobó más sobregiros para pagarle las deudas a Portillo y hasta para comprarle autos y relojes de lujo.
Estaba satisfecho, cerca del poder. A él le gustaba jugar con el poder. Le ayudaba al gobernante pero él también ganaba mucho dinero.
Por eso es que tampoco le asustó que Portillo le pidiera que lavara, desde el banco, casi $4 millones que venían de cuentas del Ministerio de la Defensa. El dinero lo distrajo Portillo con la ayuda de un coronel que se encargaba de la seguridad del gobernante de ese entonces y de un oficial de inteligencia.
Muy pronto ayudó a lavar el dinero del Ministerio de Defensa con la colaboración de una sociedad anónima que controlaba el mandatario guatemalteco en el 2001. Esto no fue complicado: todo se movió como un préstamo a una firma constructora. Llort, a pesar de su juventud, sabía su oficio.
Otro millón y medio de dólares fue a parar a las cuentas de una corporación electrónica guatemalteca que también controlaba Portillo con la colaboración de amigos.
Al final, el salvadoreño fue tan hábil en su oficio de banquero que pronto buena parte del dinero de Portillo terminó en cuentas de bancos costarricenses y guatemaltecos que tenían extensiones en Florida.
Parte del dinero llegó a cuentas que Portillo tenía en París, adonde también hizo llegar buena parte de los dineros que recibió como sobornos del gobierno de Taiwán.
Todo esto lo aceptó Portillo, de acuerdo con una confesión que hizo el martes ante un tribunal de Nueva York.
Banco Internacional de Miami
Un hecho relevante es que Portillo usó, para distraer fondos del Ministerio de Defensa y de los sobregiros del Banco Hipotecario que dirigía Llort, una cuenta del Banco Internacional de Miami, propiedad en esa época, de empresarios salvadoreños.
Por ese banco pasaron los dineros que Taiwán dio a Flores y a Portillo cuando eran gobernantes a principios del siglo XXI.
Por ejemplo, los fiscales estadounidenses mencionan en sus informes que, en el 2002, se produjeron transferencias del Banco Internacional de Miami (mencionado en el reporte que revela conductas financieras de Francisco Flores) a una cuenta que la esposa de Portillo controlaba en París.
Llort fue eficiente para completar todas esas maniobras financieras de Portillo. Abrió una suerte de cañería para que Portillo pudiera drenar las finanzas del banco estatal.
Incluso, por ahí pasó el salvadoreño, para beneficiar al exmandatario guatemalteco, cheques hasta por $17 millones. Y cuando no existían remesas como esas, autorizaba sobregiros para favorecer el gobernante, porque fungía presidente del banco. Además, era su amigo y su patrón.
Los descubrieron
Un buen día lo descubrieron. Cuando eso ocurrió y aunque no se tenía claro lo que sucedía con su papel en el banco, huyó hacia El Salvador. Periodistas guatemaltecos lo persiguieron hasta aquí. Sabían que era un hombre cercano a Portillo y que sus decisiones olían a un tufillo extraño.
Pero, a poco más de un año de presidir el banco y mantener una vida con ritmo faraónico y llena de lujos, sus desmanes bancarios comenzaron a aparecer en los principales periódicos de Guatemala.
Al final se estableció, mediante documentos bancarios, que trasladó más de $10 millones a empresas relacionadas con sus allegados.
En Guatemala dictaron orden de captura en su contra. Las autoridades de ese país advertían que aunque estuviera aquí, todas las semanas mandaba a traer a sus hijos en un avión privado o en lujosos autos.
Con el tiempo, Llort desapareció de El Salvador. Después se supo la verdad: autoridades estadounidenses pactaron con él y se lo llevaron bajo otra identidad para que declara contra Portillo a cambio de ocultar sus vínculos con narcotraficantes.
Primero testificó, bajo protección, contra el narcotraficante guatemalteco Byron Berganza, condenado a sufrir 28 años de cárcel en los Estados Unidos. A Berganza, incluso, lo hundió con una compra de droga que se planificó en El Salvador.
Después habló sobre todo lo que hizo Portillo y las formas cómo ocultaban dinero en los Estados Unidos y Europa. El salvadoreño apareció en algunos debates penales y testificó por teleconferencia.
Ahora ya no lo necesitarán más. Portillo confesó que los taiwaneses lo sobornaron en la misma época en que gobernaba Francisco Flores en El Salvador.
¿Conocía Llort lo que también pasaba aquí? Esa es la duda que queda.