En dos de sus 17 arrestos compartió celda con Roque Dalton. Lo retrata como un hombre culto, jocoso pero indisciplinado. Llegaba tarde y se iba temprano de las reuniones. En medio de los debates se hacía a un lado y empezaba a leer. Nunca lo vio triste; en prisión declamaba sus versos y contaba chistes para contrarrestar el ambiente represor.
“Lo tuvieron secuestrado en cárceles y cuarteles de todo el país, hasta que lo llevaron a Cojutepeque. No lo tenían en una celda como a los demás. Estaba en un cuarto de policía que tenía un viejo inodoro de fosa. Un guardia lo custodiaba día y noche. Una vez me contó que todos los días lo ‘casaqueaba’ hasta que se hizo amigo de él y lo convenció para facilitarle la fuga” relata Sáenz Varela.
Del exilio y la cárcel aprendió a lidiar con el aislamiento, aunque no fue fácil. El más beneficiado fue su carácter que, expuesto casi siempre a situaciones de peligro, se dotó de la valentía suficiente como para no decepcionar a su madre.
La decisión más importante
El país estaba a las puertas del conflicto armado. Centroamérica toda era un hervidero de tensiones sociales. Era 1979 y, antes de partir a Nicaragua tuvo que tomar la decisión más difícil de su vida: escoger entre la medicina y la política.
Aclara que fue una decisión personal que tuvo que tomar en un plazo máximo de dos días, que era el que le daba el hospital donde trabajaba. Esas 48 horas fueron de absoluto silencio. No habló con nadie y apenas si probó bocado. Para ser un médico profesional se requiere de estudio diario. Y Sáenz Varela nunca se consideró un hombre mediocre.
“Habia sido presidente de la AGEUS, Secretario General y rector de la UES. Por mi nivel de participación en esa época no podía estar ahorilladito, eso no va con mi personalidad. Hay gente que me reclama por qué no seguí con las dos cosas pero yo no miro hacia atrás”, dice con los ojos cerrados.
Como parte del FMLN, integró la Comisión Político Diplomática desde abril de 1984 junto con Salvador Samayoa, Ana Guadalupe Martínez y Nidia Díaz. Quería estar en el frente de guerra pero la disciplina le imponía cumplir la tarea de negociación y el reconocimiento de la guerrilla en todo el mundo.
Fueron muchas las situaciones que enfrentó e innumerables los personajes que conoció. En una misión a Argentina habló con Eduardo Duhalde (uno de los presidentes argentinos durante la crisis política de 2001) para concertar una reunión con el presidente Ménem. “No garantizo cómo va a ser, porque este baboso es todo raro, pero de que se las consigo se las consigo’ me dijo Duhalde. Entramos por la puerta de la cocina de Casa Rosada para que nadie nos viera. Nosotros no merecíamos este trato, pensé. Pero nos recibieron bien. Las otras veces entramos con protocolo, Ménem nos invitó a comer y a cenar en su despacho y hasta compartimos en su casa varias veces”.
En la República Federal Alemana se reunió con el movimiento Armas para El Salvador. El local tenía cuadros de monseñor Romero y en la entrada ondeaba una bandera del FMLN. Iban a hacer una conferencia de prensa para el lanzamiento oficial de la organización. Sáenz Varela se quedó sin habla. “Está bien hacer eso en la Alemania Oriental, pero ¿aquí? ¡Van a ir a la cárcel! ¡Aquí están todos locos! ‘Loco estás vos que no entendés’, me respondió uno de los dirigentes. Yo estuve a un ladito de la sala de prensa y solo me tapaba la cara. Pero resultó ser toda una una sorpresa. Fue el movimiento que más dinero consiguió en toda Europa. Solo la primera entrega alcanzó $75.000”, recuerda.
Para la ofensiva final de 1989 participó en la parte logística, emitiendo hacia afuera las comunicaciones para los distintos frentes. De este episodio no habla mucho, y vuelve su recuerdo hacia 1979. “He hecho cosas malas y buenas en mi vida. Si hubiera seguido mi carrera probablemente tendría más dinero y una vida más tranquila, pero yo no soy así. La cosquilla de la política pudo más y por eso me siento realizado”.