El Salvador
sábado 23 de noviembre de 2024

El maltrato que queda en el silencio

por Redacción


Poco se habla -o se acepta- la posibilidad de que un hombre pueda ser sometido a violencia por su conyugue. En El Salvador, los casos pueden ser frecuentes, pero las denuncias mínimas. El machismo, el contexto social o los factores económicos pueden llevar a que este tema se mantenga en el anonimato.

Con mudez premeditada hizo girar la perilla de su casa, bajo la incertidumbre de que esa noche nadie escucharía su entrada. Rodolfo, de 28 años, casado y padre de dos hijos, pensó que llegar un poco más de las 10:00 p.m. –luego de haber estado reunido con amigos-, no daría pie a una pelea nocturna con su esposa, Karla.

La relación entre ambos, desde unos cuantos días atrás, se ponía tensa: ella creía que él le era infiel; tenía celos y se imaginaba que en cada una de esas salidas podría dejarse seducir por otra persona.

Cuando caminó unos pasos, Karla apareció frente a él: “¡Quiero ver!”, le pidió tajante y sin tropiezos a Rodolfo. Sin pensarlo un segundo más, él sabía a lo que Karla se refería.

De inmediato, Karla le desabotonó su pantalón y lo dejó caer al suelo. Comenzó a inspeccionarlo, a manipularlo con sus manos, para buscar cualquier indicio que le hiciera notar o reconocer, al menos, que había estado con alguien más.

En la mente de Rodolfo se atravesó la culpa de haber aceptado la salida. Pensaba que de nuevo le había dado motivos para que ella se sintiera insegura de su fidelidad.

Karla lo tomó con fuerza del brazo, verificó que sus hijos estuvieran tumbados del sueño, y encerró a Rodolfo en su habitación. Los celos desataron la ira de la joven mujer que, como si hubiera tenido con ella una pistola cargada, soltaba una ráfaga agresiva de reclamos en su contra.

El matrimonio de Karla y Rodolfo suma seis años, pero desde a mediados de este, la violenta actitud de la esposa de Rodolfo se ha intensificado: entre más molesta se pone, le deja caer un puñetazo, le habla fuerte o le lanza cualquier objeto que tenga a su alcance.

“Yo no creo que sea violencia”, es la valoración hecha por Rodolfo, quien entre el asombro y la duda no ve la posibilidad de tener en casa a un verdugo.

Poco se habla -o se acepta- la posibilidad de que un hombre pueda ser sometido a violencia por su conyugue. El machismo, el contexto social o los factores económicos pueden llevar a que este tema se mantenga en el anonimato o en el silencio de parte del que la sufre. Claro está que El Salvador registra casos, muy a menudo, de hombres que son abusados y maltratados por sus parejas. Algunos de estos no pasan de la delegación policial y son muy pocos los que logran ser judicializados.

Aunque la denuncia aún es mínima y son pocos los casos que salen del silencio, en los últimos años la cifra de hombres que demandan ser víctimas de maltrato va en aumento. La Procuraduría General de la República (PGR), desde el 2012 -cuando hay una separación de funciones entre unidades- logró percibir un mayor registro de hombres que acudían para exponer ser víctimas de maltrato.

Durante ese año, 88 hombres dijeron ser violentados, frente a 416 mujeres que también presentaron demanda por violencia intrafamiliar. Según expone el jefe de la Unidad de Atención Especializada de la PGR, Noel Galicia, esta cifra es significativa en comparación a la mínima que se presentó en 2011.

En 2012, Ahuachapán fue uno de los departamentos donde más hombres acudieron a la PGR a presentar su denuncia. Al menos 15 casos fueron reportados en este lugar. Le siguió San Salvador, con 12, y Santa Ana con 11. En la cabecera de La Paz, Zacatecoluca, ese año fueron 11 denuncias las que se manejaron, cifra que para 2013 incrementaba.

Galicia manifiesta que esto es reflejo de que “se estaría logrando que el hombre hace uso de los derechos que tiene”. Solo para el tercer trimestre de 2013, a la Procuraduría ingresaron 26 denuncias de hombres que habían sido maltratados, diez menos que las hechas por mujeres.

Para él, los hombres deben ir conociendo más la herramienta de la denuncia, pese a que la mayoría de programas están encaminados a que sea la mujer la que denuncie.

Sin embargo, si algo atribuye es que existe un desconocimiento para detectar cuándo se sufre de violencia intrafamiliar. Basado en la ley –aplicable tanto para mujeres, hombres, niños-, Galicia cita la existencia de cuatro tipos de violencia: la sicológica, la física, sexual y la patrimonial.

La violencia sexual, la que es menos común en ser detectada, es una de las que los hombres por machismo niegan en aceptar: “Es una agresión sexual, es violencia intrafamiliar. Pero estos casos, algunos por machismo, no lo denuncian”, es la explicación que da Galicia al por qué algunos hombres prefieren no hacer público si sufren o no este tipo de violencia.

Al edificio de la PGR, adentrado en la zona conocida como Centro de Gobierno, en San Salvador, la mayor parte de hombres que denuncian a sus esposas o parejas es por violencia física. A diferencia de la mujer, el hombre presenta –más que violencia sicológica o patrimonial- magulladuras en su cuerpo, aruñones, golpes en cara o espalda.

“La denuncia es por maltrato físico, pero cuando el sicólogo explora el caso comienza a ver que es una gama de secuelas o de situaciones que vienen en cadena. Pero tuvo que haber sido sicológica, para llegar a la física”, reconoce el encargado de la unidad.

Celos que nublan

A uno de los Juzgados de Familia de San Salvador, fue llevado Víctor, un joven de también 28 años, que habría sido víctima del maltrato de su esposa, Francisca Elizabeth. Ambos son pareja desde los 18, viven juntos y son padres de dos hijos.

Una noche ella, cuenta él, fue cegada por los celos. Francisca creía que él sostenía una relación sentimental con alguien más, lo que descontroló de inmediato su mente. Para Víctor su esposa estaba irreconocible: había cambiado el tono de voz hacia él; los gitos traspasaban las paredes al punto que vecinos escucharon cada una de las palabras que salían de los pensamientos heridos por la presunta traición de un hombre.

Víctor no sabía qué decirle y menos qué hacer. Sin embargo, pese a las omisiones y las pocas respuestas de parte de su esposo, el enojo de Francisca Elizabeth era más evidente y mayor. Transpiraba ganas de descargarse con el personaje que para ella era quien le había traicionado.

Sin medirse ni pensarlo, Francisca empuñó su mano y le dejó ir un golpe, y otro tras otro que caían sobre su espalda.

Víctor trataba de proteger, al estilo de boxeador, de que uno no llegara hasta su rostro. Pero estos no cesaban. Cansado de recibir, se dio media vuelta y se dejó ir sobre  su esposa. Víctor golpeó la cabeza de Francisca con un puño.

Tendida frente a él, su esposa no podía dejar pasar lo que acababa de hacer con ella. Corrió a tomar el teléfono y marcó al 911. Relató lo ocurrido –o parte de este- pidió apoyo de agentes. Los policías llegaron, y le pidieron que los acompañaran a una delegación policial para que declarara contra su marido.

Mientras, Víctor trataba de convencer con su testimonio que la víctima era él. Pero uno de los policías le sujetó ambos brazos y le dijo: “nos va a acompañar a la delegación”.

Desde esa noche, fue sentado y esposado a una banca del Sistema de Emergencia de la Policía Nacional Civil (PNC), a la espera de un fallo que le sea favorable.

Vista de la fachada del Juzgado Isidro Menéndez. Son pocos los casos que pasan a ser judicializados. En su mayoría, en el camino quedan los momentos de agresión. (FOTO: Nelson Dueñas).

Vista de la fachada del Juzgado Isidro Menéndez. Son pocos los casos que pasan a ser judicializados. En su mayoría, en el camino quedan los momentos de agresión. (FOTO: Nelson Dueñas).

A inicios de febrero de 2014 visitó los pasillos del Juzgado Isidro Menéndez, desde donde espera le permitan recuperar su libertad

Él en ningún momento piensa en demandar a su esposa. Al contrario: la ama y espera que haya una reconciliación de pareja.

Frente a la puerta del Juzgado Noveno de Paz, postrado con desconsuelo en una de las bancas, custodiado por un agente y con sus manos esposadas, resumió: “La perdono, por el bien de los niños”. Parecía que no tenía nada más qué decir.

El agente policial que estaba al lado de Víctor se mostraba atento a cada palabra que contaba el joven. No dejó de escucharle, y más bien ponía  interés en conocer la versión de un hombre que aseguraba haber sido maltratado por su esposa.

Tras escucharle detenidamente, el robusto policía, cuya edad no pasaría de los 45 años –con discreción para que otros no escucharan-, también reconoció ser víctima del maltrato y poder de manipulación que ejerce sobre él su esposa.

Recordó el día que, mientras estaba de licencia en su casa, su esposa le enfrentó. No sabe por qué, aún se pregunta qué motivo llevó a que eso pasara. Él prefirió quedarse callado y seguir prestando atención a lo que en ese momento hacía. Pero en medio de su silencio, cuenta, su esposa tomó un garrote y se lo quebró en la espalda. No lo toleró, se levantó y le dio una cachetada a su esposa.

No había terminado de bajar su mano el agente, cuando su esposa le dijo: “Hoy sí ´hijueputa´, te voy a joder. Ya vas a ver que llamo a la Policía para que tus mismos compañeros te lleven preso”.

“Llamá al 911 si querés, pero yo te voy a acusar de lesiones, que están bien visibles”, le respondió el policía, seguro de que ella también sería detenida.

Al escucharle, la mujer prefirió guardarse el enojo de forma momentánea. Pero los encuentros no han parado y la tolerancia, asegura el agente, están llegando a su tope. La duda -de hasta cuánto aguantará- ha crecido desde que ella lo amenazó de matarlo a punta de pistola. Sus arranques y acciones las sigue acumulando por una razón: sus dos hijos.

En las estadísticas manejadas en el Cuartel Central de la Policía, el caso de Víctor pueda no estar reflejado. El factor que interfiere es que ambos están lesionados tras forcejear. Aunque Víctor sea la víctima en un primer momento, reconoce que la vía es no denunciar a su esposa.

¿Qué motivos hacen no acusarla? ¿Por qué prefiere no callar? La respuesta que manejan dentro de esta delegación policial es que casos como el de Víctor, muchas veces, buscan afectar en lo mínimo a la mujer porque se le considera como la que debe de cuidar de sus hijos.

Es decir, una premisa que se traduce en que si la conyugue es llevada a juzgado o procesada, los pequeños se verían “desprotegidos”. Ante esta razón, la gran mayoría de las denuncias hechas en un nivel más inmediato no son llevadas a ser judicializados: en el camino los hombres desisten de presentar cargos.

En el área de la Policía, donde se concentran todos los casos de violencia intrafamiliar, no se puede dejar de destacar que siguen siendo las mujeres con los niveles más altos de ser las violentadas. Una diferencia abismal entre ambos géneros de casi un 85% frente a un 15%. Para el año pasado, de 1, 428 casos manejados hasta el mes de septiembre, la violencia ejercida en mujeres de edad adulta rondaba cerca del 85%. De esta cantidad, solo 212 eran de hombres que afirmaban haber sido víctimas de su pareja.

La Policía, al igual que la Procuraduría General de la República, y jueces de Familia, atribuyen que el principal factor que siempre expone al hombre a la violencia de una mujer son los celos.

“Cuando veo a otras mujeres y voy con ella, es un reclamo seguro en la casa”, acepta Rodolfo sobre las actitudes que pueda tener su esposa Karla hacia él. Con el tiempo, reconoce y está más consciente de qué es lo que a ella le altera.

“Hace poco le grité, por los mismos celos. Me vio hablar con otra chera, y ella ya estaba diciendo que era mi amante. Y no era mi amante”, cuenta el joven padre de familia, que hace unos meses quedó desempleado.

Rodolfo asegura que amenazó a Karla, le dijo que estaba tentado por la posibilidad de dejarla, irse de la
casa. Una amenaza que para él ha dado sus frutos puesto que ya no lo trata como antes.

– ¿Estás consiente de que es violencia lo que ella hace?

– Lo estoy. Sé que es violencia, lo veo desde un punto crítico, nada más. Pero yo voy a seguir así junto a ella.

“La Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia, así como la Ley de Igualdad Contra Discriminación hacia las Mujeres son las dos últimas normativas que le dan a las mujeres para su defensa. El hombre no puede y ningún abogado va a presentar una demanda invocando alguna de estas leyes para beneficio del hombre, porque son leyes especializadas para el servicio de las mujeres. Para el caso de la violencia contra hombres se aplica la Ley Contra la Violencia Intrafamiliar y la Ley Procesal de Familia. Esas son normativas que no son exclusivas solo para el hombre. La mujer puede hacer uso de las herramientas que tiene”, explica Noel Galicia sobre las normativas para proteger los derechos de género cuando hay violencia dentro de la familia. “Pero claro, el respeto siempre debe ser mutuo”, es la conclusión a la que llega.