El Salvador
sábado 23 de noviembre de 2024

¿Dónde está mi hijo?

por Redacción


En lo que va del año, la PNC ha reportado 1,070 casos de desaparecidos. Saúl Ernesto Ábrego, cariñosamente llamado Neto, es uno de ellos. Carmen, su madre, sufre cada vez que encuentran el cadáver de un hombre, porque piensa que es su hijo. Desde hace tres meses es el mismo drama: llora, duerme con angustia y visita las morgues. Esta es su historia.

El pasado 21 de septiembre desapareció. Yo estaba bien preocupada porque ya era casi las once de la noche y no llegaba. Casi a la medianoche llegó. Yo ya me había acostado, pero escuché el ruido cuando abrió la puerta. Y como su cuarto está pegado con el mío, un cancel lo divide nada más, bien escuché cuando entró.

Mirá hijo, le pregunté, ¿te quedaste trabajando en la noche? “No mamá, me quedé con los amigos, sólo a cambiarme vengo y ya me voy de regreso”, me dijo.

Entonces, salí a vigiarlo a la calle. En la esquina estaba un grupito como de tres con una botella de guaro y estaba con ellos. Quizá no se había fijado que lo estaba viendo.

Entonces, cuando él vio que yo lo estaba vigiando comenzó a caminar para abajo, y a cada rato volteaba a ver que yo lo estaba viendo. Yo me quedé preocupada. Al ratito me llamó al celular. Mamá, me dijo: “Estoy acá con la mujer, no te preocupés, dormite, te amo”. Y esa fue la última llamada que yo tuve de Neto.

En la morgue

Es martes por la tarde. Afuera el sol pega fuerte y el calor es insoportable. A la mujer que está sentada en la acera con el rostro desolado y con la mirada extraviada parece no importarle que los rayos le penetren y le quemen la piel.

De vez en cuando, mira el enorme portón café donde destaca las letras: “Instituto de Medicina Legal Dr. Roberto Masferrer”. Seguro está esperando que le autoricen pasar a recoger el cadáver de algún familiar.

No es fácil traspasar ese portón. Sin embargo, después de unas horas, Carmen logró entrar. Esta es la tercera vez que ella visita el lugar con la esperanza de tener alguna noticia de su hijo desaparecido hace casi tres meses.

En la mano lleva un folder con un documento firmado por la Fiscalía que le autoriza hacerse un análisis de ADN. Dentro del mismo folder va una fotocopia del DUI de Saúl Ernesto Abrego, a quien desde pequeño llamó Neto.

Carmen tiene muy presente aquella última llamada que él le hizo para decirle que la amaba, mientras se perdía calle abajo, en la noche. Desde ese día lo ha buscado incansablemente en diferentes lugares. Ha ido a hospitales, delegaciones y morgues.

“Si usted viera, cuando escucho que han matado a alguien o cuando se oye que han encontrado algún muerto por la casa, salgo corriendo a ver si no es Neto”, dice Carmen mientras caminamos hacia la oficina de Biología Forense.

“La esperanza es la última que uno de madre pierde, yo no quisiera venir a estos lugares y pensar que mi hijo está muerto”.

El ambiente dentro de Medicina Legal es tenso. Uno siente un escalofrío en el cuerpo al pensar que en ese lugar se convive entre cadáveres, huesos, sangre, vísceras, carne putrefacta.

Entre los difuntos que ingresaron ese día está el de un hombre encontrado en la colonia El Paraíso, en el municipio de Olocuilta del departamento de La Paz.

Carmen también reside en ese municipio, pero en diferente colonia. Sospecha que el cadáver de ese hombre casi descompuesto es el de su hijo, y por eso ha llegado a realizarse un análisis de ADN.

– Buenas tardes, vengo porque han traído el cadáver de un muchacho…

– ¿Usted es la mamá de la víctima?, interrumpe la doctora forense.

– Es que mi hijo está desaparecido, y vengo porque ayer encontraron en Olocuilta a un muchacho muerto. La ropa ya no la tenía, solo en un bóxer negro estaba.

– Pero, ¿sabrá si lo que hay son restos, huesos o qué?

– Dicen que está descompuesto y que no tenía una pierna, y que la otra la tiene bien inflamada.

– ¿Usted no lo ha visto?

– No, el hermano de él vio la foto en la Fiscalía y parece que es él, porque él solía usar bóxer negros. Pero no sé si es mi hijo.

– Bueno, señora, primero Dios que no sea él.

Carmen tiene aspecto humilde, de baja estatura, su rostro es moreno y refleja una profunda tristeza. Habla entre dientes y agacha la mirada constantemente. Es una de las muchas madres solteras que con sacrificio y esfuerzo han sacado adelante a sus hijos. Carmen llora. Llora mucho al recordar a su hijo Neto.

“Tres días antes de desaparecerse me había llevado comprados, como ahí quien me ayudaba en la casa era él… Siempre que le pagaban en la fábrica me llevaba cajitas de huevos, frijoles, sardinas, bolsitas de arroz, aceite. Y ese día me llevó unas sardinas bien chilosas, y yo le dije que por qué había comprado de esas. ‘Ay mamá si sólo con chile había’, me dijo. Vaya pues, hay te las comes vos hijo, le dije”.

Neto es el hijo mayor de Carmen. Tiene 30 años de edad y es padre de una niña de tres y medio. Desde el 21 de septiembre su familia no sabe nada de él.

Carmen asegura que su hijo no era nada problemático, aunque reconoce que era bien mujeriego, “tenía varias novias”, pero siempre fue responsable con su hija.

“De vez en cuando iba a traer a la niña. Casi siempre cuando le pagaban. Él nunca dejó de ayudarle, era todo para su hija. Si usted viera a esa niña, está chiquita, pero es bien inteligente esa criatura. Que no ve que hace poco yo le llamé a ella (a la ex mujer de Neto), y entonces me pasó a la niña. Abuelita, ¿cuándo vas a venir con mi papi?, me dijo… ¡Ay! yo sentí bien feo. Al rato hija… “Hay le da saludes a mi papi. ¿Me vas a comprar zapatitos?”, me dijo… ¡Ay! Y a mí se me salieron las lágrimas”.

Las estadísticas

En el 2013 los casos de personas desaparecidas se han incrementado notablemente. En las redes sociales circulan, casi a diario, fotografías con información de personas de las cuales se desconoce su paradero.

En el caso de los niños, la Fiscalía General de la República ha implementado un sistema denominado “Alerta Ángel Desaparecido”, el cual consiste en hacer pública la privación de libertad de niños o adolescentes con la esperanza que ciudadanos ayuden a localizar y recuperar a estas personas.

El director de la Policía Nacional Civil (PNC), Rigoberto Pleités, confirmó el incremento de desaparecidos en este año. Según dijo, van 1,070 y son 528 casos más en comparación al 2012 cuando se registraron 545.

El Instituto de Medicina Legal se abstiene de dar una cifra, pero su director es consciente del aumento de casos.

Miguel Fortín tiene más de tres años de dirigir Medicina Legal y desde entonces ha visto desfilar por las morgues un sinfín de cadáveres que habían sido reportados como desaparecidos.

– Director, pareciera que los casos de personas desaparecidas se han incrementado en los últimos días.

La verdad que los datos de personas desaparecidas no los hemos estado manejando últimamente. Anteriormente se comenzaron a dar unas cifras, pero los sistemas que nosotros tenemos no son los más adecuados para dar ese tipo de información.

– ¿Por qué?

Es que mire, es normal que asistan a Medicina Legal a reportar a sus familiares desaparecidos. ¿A qué otro sitio irían las personas que han ido a la policía y no les dan alguna respuesta? ¿Qué haría usted y yo si algún familiar, Dios no lo permita, desapareciera? pues iría a las morgues. Y las morgues están en Medicina Legal. El de nosotros es sólo un indicador, pero no es un dato fiable.

– Pero esos reportes, me imagino, que sí los tienen registrados.

No, no los tenemos registrados. Todavía, durante este año, decidimos no registrarlos porque realmente no teníamos un software que, para nosotros, es bien importante, que es para evitar duplicaciones de datos y todo este tipo de cosas.

– Entiendo que no tengan los registros formales, pero al menos ¿tienen una noción de cuántas personas acuden a Medicina Legal a reportar a sus familiares desaparecidos?

Sí, pero eso no es ningún reporte oficial. Nosotros hemos hablado y hemos dicho a la prensa que probablemente a partir del otro año vamos a dar una serie de reportes del comportamiento de desaparecidos.

– Pero ustedes, ¿cómo ven ese comportamiento? aunque no tengan una cifra específica. Y le pregunto porque pareciera que algunos funcionarios tienen la percepción que los casos de personas desaparecidas han aumentado. Por ejemplo, recuerdo que el ex procurador de Derechos Humanos, Óscar Luna, en cierta ocasión planteó la idea de reformar el Código Penal para tipificar las desapariciones como un delito, eso ante el aumento de los casos.

Sí, desde esa perspectiva, anecdóticamente, pareciera que sí hay un aumento de personas desaparecidas, pero no tenemos un dato que especifique que hubo 3 ó 4 mil. Eso realmente no lo queremos dar, no es que no lo tengamos, si no que no lo queremos dar hasta tener un método que sea más certero.

– ¿Qué método?

Hemos hecho un convenio con la Cruz Roja Internacional para tener un software que se llama AMPM (Ante-Mortem, Post-Mortem) y ahí vamos a meter a todas las personas que vengan a poner denuncias de desaparecidos. Entonces, sí vamos a tener un dato más fiel a nivel de todo el país de todos los reportes que hay.

– Imagino que han tenido que trabajar con bastantes cadáveres de personas que habían sido reportadas como desaparecidas.

(El director gira su silla e ingresa la contraseña a su computadora). Mire este caso, solo para muestra de usted. Le advierto que estas fotos no las podrá sacar. Esta es la camisa de una enfermera, la mano de una enfermera y su anillito. El anillito a mí me da un gran dolor porque realmente es un ser humano. Mire la ropita. Este cadáver es el de una persona que estaba desaparecida.

Cuando nosotros vemos un cadáver solo vemos huesos, pero se nos olvida que atrás había un ser humano que tenía cara, que tenía familia, que usaba un anillito que le había dado el novio porque el novio sentía algo por ella. Ese elemento lo olvidamos. Vea, esos huesos que acaba de ver eran los de ella (en la pantalla aparece la foto de una joven de piel trigueña de aproximadamente unos 20 años de edad).

Director de Medicina Legal, Miguel Fortín, asegura que se llevará más control en las denuncias de desaparecidos con ayuda de un software.

Director de Medicina Legal, Miguel Fortín, asegura que se llevará más control en las denuncias de desaparecidos con ayuda de un software.

De nuevo en la morgue

¡Qué feos somos como cadáveres! Antes de trasladarme a la oficina de Atención a Familiares de Personas Fallecidas y Desaparecidas, en donde trataré de documentar el testimonio de una madre que al igual que Carmen tiene a su hijo desaparecido, he aceptado la invitación del director, de recorrer las instalaciones de Medicina Legal.

En la sala de autopsias nos impiden el paso, pero es demasiado tarde, he visto cómo abrían el cuerpo y sacaban los intestinos de una mujer. El cuerpo estaba sobre una de esas típicas camillas metálicas. Un forense hizo una incisión desde el cuello hasta la parte baja del abdomen y minutos después los intestinos de la mujer estaba sobre un bandeja, también metálica.

Pasada aquella escena de horror, preferí trasladarme de inmediato a la oficina de Atención a Víctimas de Familiares Fallecidos o Desaparecidos.

Afuera de esa oficina, donde las personas llegan a reportar a sus familiares que se han desaparecido, hay dos recuadros similares a dos largos pizarrones. Ahí están colocadas las fotografías de casi un centenar de hombres, mujeres, adolescentes y niños. Todas tienen algo en común: los buscan.

Adentro, hay dos sillones. Al extremo derecho está la clínica de Sicología Forense; al otro extremo está una capilla improvisada. Al fondo de la capilla hay una cruz plateada y una repisa que sostiene flores y velas que han sido colocadas por quienes piden la mediación de Dios para encontrar con bien a sus familiares o para agradecer algún milagro.

En poco más de una hora han llegado dos madres con fotos y documentos en mano para reportar a sus hijos desaparecidos.

Sus rostros no esconden la intranquilidad y la angustia. Una de ellas llora, mientras un hombre que mueve sus piernas ansiosamente le da ánimos, pero ella no hace más que llorar.

Considero absurda cualquier tentativa de acercármele a esa mujer y exponerle mis propósitos, me parece inoportuno y decido, finalmente, no interferir en su dolor.

A la otra mujer me le he acercado cautelosamente. Le expliqué que soy periodista y escribo sobre desaparecidos, pero ha desistido inmediatamente al escuchar mi proposición. También respeto su decisión. Al final, me quedo con la secretaria a quien le solicito información de los expedientes del año.

– “¿Ya se dio cuenta del trabajo que hacemos?”, dice mientras se acomoda en su silla.

– “Créame, yo empatizo con la gente porque también soy madre. Yo he llorado con algunas de ellas. Es bien duro esto”.

La secretaria es una señora muy amable. Su cabello negro contrastado por unas cuantas canas delatan unos 50 años de edad. Lleva 15 años trabajando en Medicina Legal y ha sido testigo de la angustia de las madres, los padres, los hermanos, que acuden en buscan de ayuda para encontrar a sus parientes.

“Mire, el 27 de noviembre tuvimos dieciséis reportes de personas desaparecidas”, detalla al momento que ojea el libro “Atención a Familiares de Personas Desaparecidas 2013”.

“El día 28 hubo siete nada más. Es relativo, pero buscando una media podríamos decir que andan entre seis o siete reportes diarios. Pero sabe, una cosa que yo he notado es que desde que inició eso de la tregua aumentaron los casos de desaparecidos”.

El dato es curioso, aunque no es primera vez que escucho la tesis. Le solicito ver el libro del 2012 para constatar los reportes antes de que se conociera el pacto de no agresión entre las maras.

Efectivamente, durante febrero 2012, un mes antes que se redujeran los homicidios producto de la tregua, el libro no reporta más de cuatro personas desaparecidas por día.

Sin pistas de Neto

Neto, el hijo de Carmen, iba con un short beige, una camisa blanca y unos zapatos Nike azules el día que desapareció. En la muñeca izquierda llevaba una esclava de oro. A Neto lo habían amenazado los del Barrio 18.

Ángel, su hermano menor, asegura que antes se llevaban con los pandilleros de la zona porque muchos de ellos son conocidos por haberse criado en la misma colonia.

“Es que quizá ellos consideraban a Neto de la pandilla. Puede ser que de eso le haya dependido, porque ya lo habían amenazado. Es que él ya tenía tiempo que no se llevaba con ellos y quizá eso no les gustó”, dice Ángel.

Es viernes por la mañana y Carmen se dispone a recibir los resultados del análisis de ADN.

Son sentimientos encontrados. Por una parte, Carmen no quiere que el cadáver del hombre de la pierna mutilada sea su hijo, pero por otro quiere acabar con esa terrible pesadilla, esa horrible angustia que no la ha dejado dormir bien en los últimos casi tres meses. Quiere terminar de una vez por todas con esos pensamientos trágicos que le dicen que su hijo está muerto y que no volverá a verlo nunca más.

Le es difícil estar en la casa, ver las cosas que Neto utilizaba y no llorar. Ya no quiere vivir con esa incertidumbre atroz de no saber si su hijo está vivo o muerto.

Pese a todas las emociones, Carmen se entera que el hombre del bóxer negro no es su hijo. Una mueca de sonrisa se refleja en su rostro y un haz de esperanza se proyecta en su mirada.

Sin duda, el calvario de no saber sobre su hijo continuará, pero también se despierta la ilusión de imaginar que un día regresará a la casa.

“¿Le cuento una cosa?”, dice mientras salimos de Medicina Legal. “Anoche estaba soñando con Neto. Veía que lo llevábamos en un ataúd, que iba un montón de gente en el entierro, y veía que una amiga me enseñaba un álbum con las fotos de Neto. ¡Ay! Y yo veía que lloraba y lloraba…»