Estos últimos pretendían vender LA GEO en $200 millones a compañías privadas internacionales, aunque se sabía, en ese momento, que las acciones valían mucho más.
Otros servidores fueron menos radicales en las soluciones propuestas. No querían vender LA GEO. Propusieron algo intermedio, como encontrar un “socio estratégico” que les ayudara a ampliar el negocio de la geotermia nacional.
Tomaban en cuenta que este nunca fue un negocio ruinoso. Desde que los japoneses enseñaron al país a producir energía eléctrica con el vapor del subsuelo, el Estado siempre ganó mucho dinero, aún en el gobierno de Flores, donde solo en 2001 le percibieron ganancias de al menos $25 millones.
A eso le llamaron “capitalización por parte de un socio estratégico”. Se trataba de que empresa suscribiera un porcentaje de las acciones y buscara producir más energía geotérmica, pero “bajo riesgo propio”.
El problema es que esto último no se cumplió. En una larga noche cambiaron las cosas para que no se dieran a “riesgo propio”.
Se impidió, desde despachos gubernamentales, que si la empresa “socia” invertía y no encontraba suficiente vapor del subsuelo, no ganara ni una acción de LA GEO. Los planes originales se invirtieron de tal manera que, aunque ni siquiera apareciera humo, el “socio” siempre iba a ganar.
La tercera vía era la “capitalización financiera” de LA GEO. De acuerdo con esto último, GESAL (antecedente de la subsidiaria actual), aumentaba su capital social, emitía nuevas acciones y las vendía a inversionistas.
El punto de arranque fue en enero de 2001, cuando la junta directiva de CEL decidió que el mejor camino era tratar de encontrar un “socio estratégico”, mediante una licitación pública que desarrollara inicialmente dos proyectos de geotermia: uno en Ahuachapán y otro en Berlín.
Para profesionalizar la búsqueda de ese “socio estratégico” contrataron a profesionales del Banco Alemán (Deustche Bank) que estuvieron de acuerdo con algunas de las acciones que se tomaron para encontrar al “socio” de la geotermia estatal, pero no con las principales decisiones.
Acciones preferentes
Muchas otras actuaciones extrañas, empujadas por unos pocos colaboradores, se produjeron entre finales de 2001 y principios de 2002. Fueron esas actividades que se hicieron en CEL para encontrar el socio que, supuestamente, ayudaría elevar la energía eléctrica extraída del subsuelo.
Si bien es cierto el Banco Alemán recomendó darle acciones preferentes al “socio estratégico” que se escogiera en subasta pública (aunque eso no era legal porque significaba trasladar la propiedad de la geotermia estatal), el representante de esa institución europea, Cornelio Petrus Vonk, diría tiempo después, que el derecho a nuevos títulos debía entregarse solo contra la ejecución de proyectos específicos.
Tampoco se trataba de cualquier proyecto el que se premiaría con acciones preferentes al socio “estratégico” que se escogiera mediante licitación pública.
Lo que recomendó el Deustche Bank de Alemania era que las acciones se entregaran, exclusivamente, contra el financiamiento de aquellos proyectos de GESAL (antecedente de LA GEO) que no pudiera financiar con su propio dinero.
Se anuló, de la manera más desusada, la posibilidad de que el Estado salvadoreño invirtiera su propio dinero en proyectos de expansión de la geotermia, apenas pocas horas después de que se escogiera a la empresa italiana ENEL como “socio estratégico”.
En actividades nocturnas que nadie entiende, los propios abogados de la CEL, en ese momento, borraron de un acuerdo de accionistas el hecho de que cualquier exploración o explotación que hiciera el Estado salvadoreño no significaba que el socio tuviese derecho a capitalización de acciones preferentes.
¿Por qué lo hicieron así? Nadie ha explicado qué fue lo que originó los cambios que se realizaron a las bases de la misma licitación pública. Evidentemente, con eso se abrieron las puertas para que el socio seleccionado pudiese llegar a tener mayoría de acciones, ante el desacierto de algunos que no querían que eso sucediera.
Incluso, el cambio fue tan descarado que, en CEL y durante el gobierno de Flores, se olvidaron de la recomendación del Banco Alemán: que el “socio estratégico” solo invirtiera en proyectos de expansión cuando el gobierno dijera que no tenía dinero para ejecutarlo.
La solución fue al revés: si el gobierno quería invertir o buscar financiación debía pedirle permiso a la empresa italiana ENEL.
Cambiaron las cosas de tal manera que también borraron aquello de que, si el gobierno no tenía dinero para ampliar la actividad geotérmica, podía pedírselo al “socio estratégico” o a cualquier tercero, como a un banco internacional.
El perjuicio para los salvadoreños fue tal que el gobierno de esa época aceptó que debía darle a los italianos la primera opción de financiamiento. Pero el dinero que diera debía transformarse en el intercambio de acciones.
Es decir, se construyó un modelo para que los italianos fueran adquiriendo la empresa estatal, sin la fuerza legal y moral de una ley que lo autorizara a hacer eso.
Para llegar hasta ahí ocurrieron hechos que, normalmente, no se detectan en otros negociados públicos. Para empezar, se escogió a un grupo italiano mediante un concurso público que estuvo viciado.
Los italianos fueron seleccionados después de que abogados de CEL les ayudaran a saltarse una serie de obstáculos legales que les impedían participar en la licitación pública.
Pocas horas después de seleccionar a los italianos como “socios estratégicos” de la geotermia estatal, abogados, funcionarios de CEL y otros permitieron que se cambiaran las reglas de la licitación pública. Se les dio derechos a los italianos que no estaban, al menos, en los primeros documentos.
El colmo de la forma cómo se manejaron los asuntos, fue la existencia de funcionarios comprometidos con CEL y con los italianos, simultáneamente.
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