Félix Rodríguez llegó a El Salvador un año antes que, desde el aeropuerto de Ilopango, se transportaran drogas y armas para financiar a los opositores a Daniel Ortega en Nicaragua. Rodríguez llegó precedido por su “fama” de haber participado en la captura del “Che” Guevara” en Bolivia.
El cubano vino en silencio. Se hizo llamar “Félix Gómez”. Antes vendió, en Washington, como un hombre que podía armonizar las operaciones de la Fuerza Aérea Salvadoreña (FAS), con las tareas de inteligencia para seguir los rastros a guerrilleros y exterminarlos.
Félix llegó al país a principios de 1985. Poco antes se había reunido con el general Rafael Bustillo, jefe de la FAS, en Washington.
Rodríguez llegó a El Salvador recomendado por Don Gregg, uno de los asistentes principales del vicepresidente de los Estados Unidos en esa época, George Bush padre.
El cubano anticastrista se registró en el hotel Intercontinental como “Santiago Robles”. Con él trajo al país su largo historial de colaboración con la Central de Inteligencia Americana (CIA).
Al cubano le importó poco que el hotel donde se hospedaba fuera un nido de periodistas extranjeros, algunos de ellos representantes de los mejores periódicos del mundo. Eran tiempos de guerra.
Encontró resistencia
Rodríguez encontró, al principio, mucha resistencia de los pilotos salvadoreños hacia los planes que quería implementar. Creyó, en ese momento, que casi todos ellos pensaban que hacía un mal trabajo y que Bustillo dudaba de sus capacidades profesionales. Otros hasta lo tomaban como un espía. El papel que Félix quería asumir era el de coordinador de acciones de inteligencia con la responsabilidad directa sobre los helicópteros de la FAS.
“Muchas veces regresaba a mi cuarto en el Camino Real y hablaba conmigo mismo en voz alta, preguntándome, retóricamente, por qué había venido a El Salvador si era considerado como un espía”, escribe Rodríguez en su libro “Guerrero de las sombras”.
La casualidad
Pasaron cerca de cuatro semanas hasta que Félix logró programar su primera acción coordinada con pilotos de la FAS. Su primera misión, como lo dice, se había fijado, aquí, para el 17 de abril de 1985. El cubano escogió ese día en honor a la invasión de Bahía Cochinos.
Sin embargo, la acción se postergó por 24 horas. Pensaban atacar la guerrilla salvadoreña alojada cerca del río Lempa. Finalmente, los helicópteros y varios hombres, incluido Félix, despegaron la mañana del 18 de abril de 1985, desde el aeropuerto de Ilopango.
Cuando acababa la mañana, regresaron con las manos vacías. No vieron ni un solo guerrillero. Félix sintió ese día que el cielo le caería encima. Estaba avergonzado porque sus conceptos militares fallaron.
Por la tarde, Félix volvió a volar con los salvadoreños. Así lo cuenta:
“Esa tarde volamos al área de los Cerros de San Pedro, donde la inteligencia sugería que se encontraban guerrilleros en movimiento. Los encontramos. ¡Ya lo creo! Bajé al nivel de las copas de los árboles con mi Hughes 500 y marqué los blancos con granadas de humo de color. Siguieron los UH-111 artillados con armamentos caseros, con cohetes y artilleros disparando desde la puerta. En cuestión de minutos habíamos matado a siete guerrilleros, incluyendo a uno cuya mochila azul eléctrico resultó estar repleta de documentos invaluables.
Seguimos a otro grupo. Vi a un individuo con un sombrero de camuflaje y playera, con una mochila y un M-16 que corría de árbol en árbol. El minicañón del 500 estaba sin municiones, así que le dije a mi piloto que girara el helicóptero y vacié unas seis cargas del M-16. El cuerpo del insurgente cayó. Señalé hacia tierra. ‘Vamos− le dije a mi piloto−, quiero recoger todas las mochilas’.
De mala gana mi piloto descendió, y nos ubicamos justo al lado de un guerrillero con barba que estaba tirado en el suelo. Llevando puesto todavía mi casco de vuelo y el micrófono, comencé a quitarme las correas para saltar fuera de la nave. Repentinamente el cadáver se movió y viró su rifle hacia mí. Disparé con mi propio M-16. El cuerpo del insurgente saltó cuando mis balas lo alcanzaron”.
Era Nidia Díaz
Félix Rodríguez narra en su libro cómo, en ese operativo, detuvieron a varios guerrilleros. Entre ellos, a una mujer. Recuerda que capturaron siete mochilas llenas de documentos. Se sabría después que esos guerrilleros estaban cambiándose de campamentos. Por eso llevaban los archivos consigo.
Como la operación militar fue rápida y sorprendente, al principio solo se supo que una de las personas capturadas era una mujer. Estaba en un hospital. Por eso Félix dice que fue a entrevistarse con ella.
“Fui al hospital a ver a la mujer que habíamos detenido. Se había rehusado a hablar con nadie, no había pronunciado una palabra desde que la tomaron como prisionera. Cuando le vi la cara, no me pareció el tipo de guerrillera con la que me había topado antes. Tenía las manos suaves, no ásperas. No parecía ni una enfermera ni una cocinera. ‘Apuesto que es una comandante’, le dije a un oficial salvadoreño”.
Félix dice que no se equivocó. “La guerrillera que habíamos capturado era Nidia Díaz, una comandante del FMLN”.
Después narró que los salvadoreños identificaron a Díaz al leer su correspondencia. En su mochila habría tenido, según él, una nota recibida de otro guerrillero, en la que la felicitaba por la forma en que se veía en fotografías recientes de Times y Newsweek.
Las fotografías habían sido tomadas durante la reunión que el expresidente Napoleón Duarte celebró con comandantes del FMLN en La Palma. Ahí estaba Nidia Díaz, escribe Félix Rodríguez en su libro.
Trascendencia
Félix Rodríguez dice que la captura de Nidia Díaz no podía haber ocurrido en mejor momento, pues en el Congreso de los Estados Unidos se discutía un paquete de ayuda para El Salvador.
Los documentos que recogieron en las mochilas de los guerrilleros muertos fueron enviados a Estados Unidos para que les dieran copia a los legisladores de ese país.
Supuestamente, dice que ahí encontraron pruebas de ayudas de los rusos, cubanos y nicaragüenses a la guerrilla salvadoreña.
“Aunque el gobierno de Duarte intercambió después a Díaz por la hija secuestrada del presidente, su captura contribuyó mucho a incapacitar a la célula terrorista del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) como organización en funcionamiento. De las mochilas sacamos los archivos completos del PRTC: nombres, direcciones, pasaportes. Era un tremendo golpe de la inteligencia para la fuerza aérea salvadoreña”, dice Félix Rodríguez.
Después de eso, Rodríguez le envió una carta a Don Gregg diciéndole que, aunque al principio no creían en él, lo sucedido el 18 de abril había sido su prueba de graduación.
Lo que dijo Posada Carriles
En 1992, mucho tiempo después de la captura de Nidia Díaz, dos agentes del Buró Federal de Investigación (FBI) interrogaron, en Tegucigalpa, Honduras, a Luis Posada Carriles, otro controversial cubano que vivió largas temporadas en El Salvador.
Posada fue interrogado porque participó en las acusadas operaciones que se realizaron desde el aeropuerto de Ilopango, en 1986. En esas tareas se enviaron grandes cantidades de armas y drogas desde aquí. Posada llegó a ser, en esa operación, jefe de abastecimientos. Pagaba salarios, casas, comidas y muchas otras cosas a quienes participaban en la operación.
Durante ese interrogatorio en Tegucigalpa −en momentos en que los legisladores estadounidenses investigaban lo que habría sucedido−, Posada no habló nada sobre drogas, pero sí de las acciones para enviar armas a los opositores nicaragüenses.
En esa ocasión, los agentes del FBI le preguntaron acerca de muchos temas a Posada Carriles. Incluso sobre la captura de Nidia Díaz, la comandante del FMLN.
Posada aclaró que él no tuvo nada que ver con la captura de Díaz, aunque sí escuchó, en El Salvador, sobre ese tema.
Por primera vez, Posada introdujo en el tema de la captura de Nidia Díaz no sólo a Félix Rodríguez, sino también a un piloto, mercenario de la CIA, llamado Walter “Wally” Grasheim.
“Yo había oído que Félix Rodríguez y Wally Grasheim estaban probando un equipo de visión nocturna y ellos, inesperadamente, vieron actividad de la guerrilla del FMLN. Atacaron a la guerrilla. Le dispararon a Díaz y luego la capturaron”.
Posada le quebró las piernas a Félix Rodríguez ante el FBI. A los agentes que lo interrogaron en Tegucigalpa les dijo que fue Grasheim quien, en realidad, capturó a Nidia Díaz y la puso en un helicóptero que la trasladó hasta San Salvador.
“Félix Rodríguez estaba en otro helicóptero y no en tierra, capturando a Nidia Díaz. La captura de Díaz fue un gran acontecimiento para Rodríguez y eso ayudó a mejorar sus relaciones con los salvadoreños”, dijo Posada Carriles al FBI.
Esta manifestación llevaría a pensar que Rodríguez mintió en el libro que escribió en la ciudad de Miami. Pero… ¿Quién es Wally Grasheim?
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Dudoso personajes
Si Grasheim participó en la captura de Nidia Díaz, ese dato es sorprendente. Significaría que a El Salvador llegaron, desde 1985, pilotos mercenarios que se afincaron en el aeropuerto de Ilopango.
Grasheim fue descubierto aquí un año después, en 1986, por Celestino Castillo, agente de la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA). Este delató que, desde El Salvador, se estaban enviando toneladas de cocaína que se traían desde Sudamérica.
A “Wally” se le mencionaba, en siete archivos de la DEA, como un piloto involucrado y comprometido con el tráfico de drogas hacia Estados Unidos.
Incluso, a pesar de que el Pentágono trató de silenciar sin éxito a Celestino Castillo mientras perseguía a hombres como Grasheim, este fue claramente involucrado en el trasiego de drogas desde Sudamérica a Estados Unidos, pasando por los hangares 4 y 5 del aeropuerto de Ilopango.
Grasheim dejó suelo salvadoreño por un tiempo y se marchó hacia Estados Unidos. Como Castillo le seguía la pista desde hacía rato, cuando supo que Grasheim no estaba en el país, allanó su casa en El Salvador.
En la residencia −que pagaba Luis Posada Carriles− encontraron explosivos, armas, equipos de radio y muchos otros documentos.
Celestino Castillo, agente de la DEA, quiso profundizar en las investigaciones, pero muy pronto el Pentágono le ordenó que cerrara las pesquisas. Muchos no querían, en Estados Unidos, que se supieran los secretos que nacían en Ilopango.
La versión de Nidia Díaz
Nidia Díaz escribió, en 1987, un libro titulado “Nunca estuve sola” en el que narra su captura en 1985. La dirigente y exdiputada del FMLN no miente cuando escribió, en esa obra, que a ella la capturó un extranjero que colaboraba con el Ejército salvadoreño.
El asunto, sin embargo, es saber quién la capturó: ¿el cubano americano Félix Rodríguez, quien participó en la detención y muerte del “Che” Guevara, o Wally Grasheim, piloto estadounidense que peleó en Vietnam?
Por las investigaciones posteriores a la captura, y hasta por libros publicados, a Díaz la detuvo un extranjero en suelo salvadoreño. No obstante, Díaz no distingue en su obra si fue Rodríguez o Grasheim. Más bien, solo recuerda que fue un “gringo”.
Esa afirmación revelaría que existen mayores probabilidades de que quien la detuvo habría sido Grasheim.
Ella cuenta en su libro que, el 18 de abril de 1985, a eso de la una de la tarde, aparecieron dos helicópteros en los cielos. Esto sucedió cerca de La Angostura, un caserío del cantón Cerros de San Pedro, en San Vicente.
A un grupo que Díaz comandaba comenzaron a dispararle desde los dos helicópteros. El problema para huir era que se encontraban entre guayabales o territorios descubiertos. Fácilmente los podían mirar desde los helicópteros.
De pronto, aparecieron ante ellos dos helicópteros cargados de hombres: un Huey UH 111 y un Hughes 500.
De la lluvia de disparos que salían de la aeronave, una bala hirió a Nidia en el brazo. Otra penetró una pierna. Nidia estaba herida.
Cuando la tripulación y los pasajeros de los helicópteros establecieron que habían abatido a varios guerrilleros y que una mujer estaba herida, bajaron de las naves.
Nidia Días describe así al hombre que la capturó: “Rubio, barbudo, contextura atlética, anteojos Ray Ban polarizados. ¡Un yanqui! ¡Puta! A través de los anteojos me miró fijamente con expresión de triunfo. Puso el cañón de su pistola en mi frente. Todo daba vueltas, el ruido era insoportable. ‘¡Estabas en poder de ellos, Nidia!’, me decía a mí misma. Me desmayé”.
Después, Nidia Díaz repite en su libro la palabra “yanqui” varias veces. Por las descripciones que hace, se trataría de Grasheim, el mismo piloto que, pocos meses después, transportaría armas a Nicaragua y, posiblemente, mucha cocaína a Estados Unidos.