Cuatro días después de haber secuestrado a Roberto Poma, Joaquín Villalobos, a quien llamaban “Atilio” y era uno de los principales dirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), entró a una casa de seguridad y dijo: “Roberto Poma murió”.
Arquímedes Antonio Cañadas, el comandante Alejandro Montenegro, del ERP, escuchó extrañado el anuncio. Le respondió sobre el por qué pasó eso si una persona que él había contactado dijo, después de revisar a Poma, que su herida no era grave.
Ante el anuncio de Villalobos, todos preguntaron qué hacer. Entonces Joaquín Villalobos les dijo que la Dirección Nacional del ERP había decidido seguir adelante las negociaciones por Poma, aunque violaran sus principios.
En un libro que actualmente se vende en las librerías y que acaba de presentarse en El Salvador, el excomandante Cañadas narra que la orden era simular que Poma se encontraba vivo porque lo estaban canjeando por dos miembros del ERP : Ana Guadalupe Martínez y Rodolfo Mariano Jiménez, detenidos hace aproximadamente año atrás de que se ejecutara el secuestro.
En el libro, llamado “Sueños y lágrimas de un guerrillero”, Cañadas también cuenta que después de escuchar eso se deprimió porque la operación la planearon durante un año, y no querían que las cosas acabaran así.
Mariana, una de las mujeres expertas en seguridad, trataba de calmar los ánimos diciendo que si Poma no se hubiese resistido, no habría muerto. Así se produjo el anuncio.
Operación Roma
Al secuestro de Roberto Poma le llamaron, en el ERP, “Operación Roma”.
La decisión de secuestrar a Poma fue de la Dirección Nacional del ERP. Esa operación comenzó a darse desde antes que el ejército detuviera a dos de sus compañeros llamados María y Marcelo.
Poma era, en ese entonces, presidente del Instituto Salvadoreño de Turismo y colaborador del Consejo Nacional de Planificación y Coordinación Económica. Era uno de los principales asesores del gobernante, en ese entonces, Armando Arturo Molina.
Cañadas dice que a Jonás (Jorge Meléndez, el actual jefe del sistema de emergencia nacional) y a él le asignaron la parte operativa del secuestro.
A “Mariana” (Ana Sonia Medina), miembro de la Dirección Nacional, se encargó de recolectar información sobre Poma.
Cañadas y Meléndez, dice el libro, seleccionaron a algunos de los mejores hombres del ERP para conformar la unidad que secuestraría a Poma.
Las condiciones físicas de esos hombres y hasta la formación de tres motoristas operativos, fueron parte de los hechos que cuidaron en ese momento. También hicieron prácticas de tiro.
Con “Mariana” chequearon la casa, las rutas que usaba para movilizarse, amistades, costumbres, etc.
En esas tareas de recolección de información usaron muchísimas personas.
Rodrigo, otro miembro de la Dirección Nacional, seleccionó el lugar donde retendrían a Poma, según el libro. Joaquín Villalobos, como jefe de operaciones del FRP, cuidaba otros detalles de lo que sucedería.
Un día, sin embargo, Villalobos le ordenó a Cañadas que Jorge Meléndez no participaría en la operación. Le dijo que esa tarea quedaba bajo el mando de Cañadas.
Meléndez también era parte de la Dirección Nacional.
Para vigilarlo
Para seguirle la pista a Poma, muchas simularon que, a una mujer (‘Mariana”), le daban clases de manejo de auto.
Poma vivía en la parte alta de la colonia Escalón. Generalmente –dice el libro– utilizaba un carro grande marca Toyota, acompañado de guardaespaldas.
Los miembros del ERP detectaron que 20 minutos antes de que saliera de su casa, un vehículo recorría los alrededores de la casa para identificar personas extrañas.
A Poma lo describen como “un hombre joven, alto y muy corpulento, que se preocupaba mucho por mantenerse en buen estado físico. Practicaba karate, era un excelente motorista, andaba siempre armado y sus guardaespaldas eran hombres de los más especializados de la Guardia Nacional”.
En la obra se narra cómo un operativo para hacerse de un auto que usarían en el secuestro, acabó con uno de ellos herido. Lo debieron llevar hasta el hospital de San Miguel para atenderlo.
Los miembros del ERP pasaron meses y meses, como lo dicen, siguiéndole los pasos a Poma.
Después se les ocurre que, desde la zona alta del volcán, se podía mirar con binoculares la casa del empresario.
Como parte de los preparativos del secuestro, Cañadas cuenta que consiguieron todos los carros que usarían en el plagio, los pintaron de otro color y les pusieron placas diferentes. Tres vehículos tenían a la mano.
El secuestro
El secuestro de Roberto Poma lo montaron y desmontaron en más de una ocasión. El día programado, a eso de las 6.35 de la mañana llegó Cañadas, junto con “Mariana” y Miguel Ángel Gámez.
Ellos sabían que contaban con 12 hombres. “El negro” Julio y “El peludo Lito”, tenían la parte más delicada de la emboscada ya que debían capturar ileso a Roberto Poma y eso me preocupaba porque andaba armado y no me podía imaginar cuál sería su comportamiento en ese momento”, dice Cañadas en su obra.
Ellos llevaban 2 revólveres, una subametralladora, una escopeta recortada y siete granadas de mano.
Los secuestradores prepararon todo: usaron los tres vehículos y los dos principales captores simularon que cortaban grama en el sitio escogido.
Otros hombres se disfrazaron de inspectores de electricidad. Otros debían colocar un auto detrás del vehículo que siempre transitaba detrás del auto de Poma. Esto se decidió así para que no maniobrara en retroceso.
A las 8.45 a.m. no existía señal de que Poma hubiese salido de su casa. Incluso, demoraron el operativo a las 9 a .m. Como no pasaba nada se pensó en suspender el operativo de secuestro.
Pero de pronto, apareció la señal blanca desde las cumbres del volcán de San Salvador.
Cañadas dice que pasaron unos minutos de terror hasta que apareció el auto en el que viajaba Poma. Dice que lo dejaron pasar e iniciaron el operativo.
“Rápidamente saco la subametralladora de la bolsa donde la tenía escondida. Pablo se lanza del carro. Yo me incorporé lo más rápido que pude, apunto y disparo al automóvil de Poma. Todos los combatientes se han movido velozmente y todo el personal del objetivo se ve sorprendido por un ataque fulminante. Veo que Julio se tira al suelo y Lito se hace a un lado, ya que Poma les está disparando con el arma. Me lanzo del vehículo y al acercarme al del objetivo ya Julio lo ha desarmado y con el peludo Lito lo sacan del carro.
Ordeno que lo suban al microbús. Lo introducen en la parte de atrás. Volteo a ver hacia el otro carro de la escolta y, en ese momento, Ricardo coloca la bandera del ERP en el vidrio delantero”, narra Cañadas en su libro.
El excomandante del ERP dice que Poma era tan alto que su cabeza pegaba en el techo del microbús y que nunca dejó de combatirlos.
Para retenerlo, Cañadas lo golpea en el estómago con la subametralladora. “En milésimas de segundo, y como consecuencia de las fuerzas encontradas el arma se dispara hiriéndolo en un costado” confiesa Cañadas. “Así se queda quieto y ya no opone resistencia. De inmediato le pusimos las esposas y la venda”.
Después abandonan la zona en el vehículo.
Luego llevan a Poma a un sitio donde está Joaquín Villalobos y “Rodrigo”. A ellos Cañadas les comunica que hirió a Poma. Villalobos y sus hombres se lo llevan.
Más tarde, entregaron una nota a Otto René Rodríguez, uno de los gerentes del grupo Poma. Ahí dicen que están en manos del ERP. Ahí les daban instrucciones a los familiares. Pero, poco después, Villalobos anunciaría que Poma estaba muerto.