Desde que el agente antidrogas de los Estados Unidos, Celerino Castillo, puso sus ojos y oídos, en 1985, sobre lo que pasaba en el aeropuerto de Ilopango, dudó de los militares salvadoreños y estadounidenses. También de la guerra. Lea la PRIMERA ENTREGA de grandes series.
Pero quien más mala espina le daba a Celestino era Félix Rodríguez, el cubano anticastrista que llegó al país precedido de la fama de haber contribuido, en Bolivia, con la captura y muerte de Ernesto el “Che” Guevara.
A mediados de la década de los años ochenta, Félix Rodríguez era uno de los más altos jefes del centro de abastecimiento de armas y drogas del aeropuerto de Ilopango. La alianza con el poder lo tenía ahí.
Félix siempre dijo que llegó a Ilopango, casi por casualidad, para ayudar a la lucha contrainsurgente que libraba, en esa época, la Fuerza Aérea Salvadoreña (FAES).
Después, según su relato, lo llamó el presidente del Centro Nacional de Seguridad de los Estados Unidos, el militar Oliver North, quien le pidió que contribuyera con un centro de abastecimiento de armas para los antisandinistas de Nicaragua que querían derrocar a Daniel Ortega, en los años ochenta.
Pero el agente de la DEA había recolectado otras pistas: en el aeropuerto de Ilopango entraban y salían trece narcopilotos que no sólo trasegaban armas sino también drogas hacia Estados Unidos.
Pruebas de fe
Muy pronto, Celerino Castillo supo una historia muy diferente de Félix Rodríguez: era un agente de la CIA protegido, en esa época, por Donnald Gregg, quien ayudaba al vicepresidente George Bush, a realizar operaciones de inteligencia por todo el planeta.
Rodríguez se reunió con George Bush mientras era vicepresidente de los Estados Unidos, y segundo de Ronald Reagan. Dos días después ya estaba en El Salvador con la misión de crear una base de operaciones.
De todo eso estaba informado al menos el jefe del Estado Mayor Conjunto, Adolfo Blandón, y el jefe de la Fuerza Aérea Salvadoreña, Rafael Bustillo.
Celerino Castillo, agente de la DEA, a quien le tenía ojeriza era a Rodríguez. Por eso supo algo más en la base de información de la DEA: antes de venir a El Salvador (1 de noviembre de 1984), a la pareja de Félix Rodríguez en esa época, Gerard Latchinian, la encontraron culpable de contrabandear, en Estados Unidos, $10.3 millones en cocaína.
Hechos como esos lavaron la voluntad del agente Castillo de la DEA contra Félix Rodríguez, quien una vez que llegó a El Salvador se ufanaba de hacer capturado a la comandante guerrillera Nidia Díaz.
Hechos más graves
Celerino Castillo sabía que si les seguía las pistas a las personas que trabajaban en el aeropuerto de Ilopango para la CIA, llegaría a encontrar algo grande, como efectivamente sucedió.
Si bien Luis Posada Carriles, otro anticastrista que estaba en el aeropuerto de Ilopango (el mayor enemigo personal de Fidel Castro), también le llamaba la atención al agente de la DEA desplazado a El Salvador, las miradas más largas las tuvo siempre sobre Rodríguez.
En el fondo, el agente de la CIA estaba conectado con el vicepresidente George Bush y con Oliver North, el presidente del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos.
Otro dato que llegó a las manos del agente de la DEA dejó perplejo a Celestino Castillo: el 18 de enero de 1985, poco antes de que Rodríguez viniera a El Salvador, Félix se reunió con Ramón Milián Rodríguez, uno de los principales lavadores de dinero del colombiano Pablo Escobar y el cártel de Medellín.
Aunque en ese tiempo no se sabía por qué Rodríguez y Milián andaban juntos, mucho después se sabría que el lavador de dinero le daría $10 millones a Rodríguez para financiar acciones que beneficiaran a los antisandinistas nicaragüenses.
Algún tiempo después de lo sucedido en el aeropuerto de Ilopango (tráfico de drogas y armas), el actual secretario de Estado, John Kerry, realizó una investigación sobre el caso Irán –Contras.
Ante el Senado de los Estados Unidos, Ramón Millián Rodríguez (el mismo que se conectó con Félix Rodríguez), dijo que él era el jefe de la contabilidad del Cártel de Medellín, jefeado, en esa época, por Pablo Escobar. Incluso, aseguró que él había manejado una fortuna de $11 mil millones en ganancias de la droga.
En el momento de declarar, Milián cumplía una condena de 43 años de prisión por lavado de dinero.
Milián hizo una explicación sobre por qué pasaron esos hechos extraños en el aeropuerto de Ilopango:”En 1984, cuando el Congreso cortó la financiación a la Contra nicaragüense, la Casa Blanca recurrió a otras fuentes de apoyo. Yo era un lavador de dinero de la CIA desde 1982. También del Cártel de Medellín. Entonces, la única manera de financiar algunas cosas es a través de las drogas. Y en 1983, el Cártel de Medelllín decidió cooperar con los Contras nicaragüenses”.
Los $10 millones que Milián lavó para los antisandinistas, se entregaron mediante una serie de empresas fantasmas que Milián fundó en Costa Rica.
Pilotos comprometidos
Cuanto más se acercaran los investigadores al aeropuerto de Ilopango, más pruebas se encontraban de que ahí algo extraño,y muy ilegal, pasaba. Era 1985.
Las investigaciones formales arrancaron cuando en la oficina principal de la DEA en Guatemala, se recibieron informes que los “Contras de El Salvador estaban involucrados en el tráfico de drogas.
El asunto es que el centro de abastecimiento de armas y drogas que se montó en Ilopango era un plan de la CIA. El problema es que a lo que pasaba en El Salvador cada vez se le acercaba más la DEA. Tarde o temprano habría un choque de trenes.
Pero, las principales pistas de lo que pasaba en El Salvador las daban los pilotos nacionales y extranjeros que operaban desde el aeropuerto de Ilopango. Esos hombres eran parte de la clave para saber la verdad.
Lo que le sucedió a un piloto salvadoreño se pudo convertir en prueba exacta del trasiego de armas, droga y dinero entre Sudamérica, Centroamérica y Estados Unidos.
Este hecho ocurrió en junio de 1986, en pleno auge de lo que sucedía en los hangares 4 y 5 del aeropuerto de Ilopango, bajo el control de la CIA.
El 18 de junio el piloto salvadoreño Francisco “Chico” Guirola Beeche lo documentaron en Estados Unidos como lavador de dinero.
Ese día partió del aeropuerto de Ilopango a las 7.30 a.m. Poco después llegó a Bahamas. Se fue a traer fondos para las operaciones de los estadounidenses.
Tres días después regresó a El Salvador transportando como pasajeros a Alejandro Arbizú y a Patricia Bernal.
En 1988, dos años después de ese viaje, Arbizú fue arrestado en Estados Unidos por un caso de conspiración con cocaína.
Pero, lo más interesante de los registros de la DEA es que el piloto Guirola fue arrestado, en 1985, en el condado de Kleberg, al sur de Texas, con cinco millones y medio de dólares en efectivo. Ese dinero lo recogió en Los Ángeles, California. Lo atraparon agentes de aduanas de los Estados Unidos en otro caso que, rápidamente, conectaron con lo que pasaba en el aeropuerto de Ilopango de San Salvador. Desde ese momento, a ese piloto le llamaron, en El Salvador, el “Cinco millones”.
Pero, otros pilotos que permanecían, en El Salvador, poseían un papel más descarado en el trasiego de armas, cocaína y dinero.
Otro de ellos era Walter Grasheim quien era un asiduo visitante de los hangares controlados por la CIA durante la guerra, en el aeropuerto de Ilopango.
Las primeras pistas de Grasheim (él habría sido quien, realmente, capturó a Nidia Díaz, cerca de San Vicente), se produjeron en marzo de 1986.
El 10 de marzo de ese año, Grasheim, un piloto experimentado desde Vietnam, voló un avión desde Ilopango hasta la ciudad de Panamá. Lo hizo acompañado de un israelí.
Cuando las autoridades panameñas le preguntaron sobre su arribo a ese país, dijeron que estaban ahí para reunirse con el agregado militar de los Estados Unidos.
Hay que recordar que los principales proveedores de armas de los antisandinistas fueron israelíes que llevaron aviones Boeing 707 desde ese país, hasta El Salvador, repletos de armas.
En informes oficiales de los Estados Unidos se dice que, sólo en 1985, aterrizaron cinco aviones 707 con armas.
Cuando Grasheim y el israelí llegaron a Panamá, el piloto estadounidense ya había sido investigado, en Nueva York, por tráfico de armas hacia América Latina.
Poco después de ese viaje a Panamá, la DEA recibió un reporte sobre el piloto:
“Grasheim posee, y opera el hangar número 4 en el aeropuerto de Ilopango. Dicho hangar es utilizado por la cocaína internacional y traficantes de armas. El hangar 4 también es utilizado por el movimiento Contra de El Salvador”.
En otro informe, Celerino Castillo, el agente de la DEA, informaba a la DEA que las Fuerzas Armadas Salvadoreñas y el Jefe del Estado Mayor, el general Adolfo Blandón, limitaban las investigaciones en Ilopango.
Ya desde entonces se decía, en informes oficiales de los Estados Unidos. Que otros trece sujetos documentados como narcopilotos, operaban en el aeropuerto de Ilopango.
Nuevos cobros
A Grasheim siempre le cobraron, mientras estuvo en El Salvador, sus vuelos sospechosos pero, sobre todo, su manía de declararse como agente de una institución, a pesar de no serlo.
El tres de mayo de 1986, Grasheim tomó un avión y voló desde Ilopango hasta Miami. Pero se estrelló al noroeste del aeropuerto de Miami. En la escena del accidente se identificó, ante las autoridades, como un “agente secreto”.
Cuando la policía lo descubrió ahí con una maleta, les dijo que eran documentos altamente confidenciales que contenían informes del gobierno.
La DEA calculó que la maleta pesaba unos 60 kilos. Muchos sospecharon que poseía cocaína.
Todos esos hechos estaban pasando fuera de la vista y oídos de todos los salvadoreños.
La verdad es que aquí venían y salían muchos hombres y aviones. Y detrás de todo lo que sucedía estaba una verdadera selección del mal: el asesino nazi Klaus Barbie, Roberto Suárez el “Rey de la cocaína” de Bolivia, Manuel Santonio Noriega, el dictador de Panamá, militares argentinos, estadounidenses y salvadoreños y otros narcotraficantes mexicanos. Lea la PRIMERA ENTREGA de grandes series.
Tercera entrega: pilotos, armas y drogas