Cuando miro todo el tiempo que pasé junto a selecciones nacionales de fútbol, sólo puedo advertir que, los suspendidos por amaños, representan una degeneración e irresponsabilidad.
Antes no era así. Ahora los mentalizan hacia el dinero fácil, hacia el dinero que no les cueste mucho. Antes, lo más que pasaba era la repartición de premios: al que le tocaba repartir se dejaba más que los otros. Era solo eso.
Yo creo que los jugadores no son los únicos responsables de lo que pasa. Hay gente más sagaz. Existe alguien que se presta dentro del grupo de jugadores. Hay personas que manejan cantidades bastante grandes para comprar voluntades. Eso es algo denigrante que nunca voy a aceptar.
Considero que es un mal que aún se puede curar. ¿Cómo puede saber si tal persona se está prestando para un amaño? ¿Cómo saber si alguien es cien por ciento honesto? Se apasionan o los apasionan mucho por otro lado. Esto no viene de acá, sino de otros países.
En estados Unidos, en 1920, un equipo entero de beisbol se vendió: los Medias Blancas de Chicago. Los suspendieron. No creo, y es vergonzoso pensar que nos vendemos por $5 mil o $10 mil dólares.
Todo esto lo viví como una decepción de parte de la formación profesional del deportista en general. Porque no solo está viviéndose en el futbol. Esto es ahorita pero ¿Cuántos habrá en otros deportes?
Pero, en fin, allá ellos. Lo que han hecho es una degeneración, Yo pasé muchos años al lado de seleccionados nacionales de fútbol. Por eso me repugna lo que sucedió. Pero, déjeme contarle parte de mi vida.
Así llegué a la selección
Llegué a la Federación Salvadoreña de Fútbol en 1963. Fue una especie de autodeterminación, porque siempre estuve vinculado al deporte, no solo al fútbol. Solo jugué un partido en toda mi vida. Ese juego me enseñó que el fútbol no era para mí.
Como yo jugaba basquetbol me pusieron como portero, pero ese día recibí 7 goles. Fue decepcionante, máxime que había sido un basquetbolista más o menos regular. Ese día juré nunca volver a tocar una pelota de fútbol en mi vida.
Me inicié como médico deportivo en el estadio Flor Blanca. Cuando me enteré que todas las personas que salían lesionadas eran vistos por sobadores, bajaba a la cancha y les daba recomendaciones, o los atendía yo mismo. Era gente que no había cursado más que cuarto o quinto grado de primaria.
Se ponían a sobar lesiones en los tobillos, en las muñecas, en los hombros, pero causaban más daños que beneficios. Y aún lo hacen. Una vez me atreví a llamar a uno de estos sobadores, de nombre Arsenón. Le reclamé diciéndole que no siguiera lastimando a los deportistas
En ese tiempo el estado físico de los atletas no era el ideal. No existían preparadores, era el mismo entrenador de fútbol que cumplía dicha labor.
Con la selección mayor comencé en el 64. Pasé con ella 30 años. Participé en la delegación que integró las olimpiadas de México en 1968, el mundial de México 70 y de España 82.
Cuando un equipo nos estaba sobrepasando inventé una táctica. La implementé por primera vez en los Juegos Olímpicos del 68. Jugábamos contra Ghana y nos estaban sobrepasando. No éramos un equipo muy fuerte, entonces le dije a los muchachos, a cualquiera de ellos, que se hiciera el dañado. El único que podía entrar a la cancha era el médico. Yo ingresaba y paraba el entusiasmo del otro equipo. En esa ocasión, el “Chino” Villalobos se tiró al suelo. Hacía teatro futbolístico. Cuando uno de los jugadores de Ghana le tiró un puñetazo, él se tiró a la grama. Fui a revisarlo “¿Qué le pasó, Chino?” Le dije yo. “Nada doctor”. Me contestó.
Todavía estaba en el césped haciendo el show. “¿Chino y por qué lo golpeaste?” Le volví a preguntar. “¡Porque le puyé el fondillo! Pero tranquilo doc, no pasa nada”, me dijo.
Eso sirvió para apaciguarle los ánimos del rival y subir el estímulo de los nuestros.
Los clubes no tenían dinero para pagar la atención a los jugadores. Estuve revisando un tiempo atrás cuántos clubes me pagaron, fijándome en facturas de 1966, 66, 69, 72, del 75. Ninguno. Mejor dejé de hacer recibos. Nunca recibí un centavo de los clubes ni de la FESFUT. Cuando se estaba preparando la selección para ir al mundial de México 70, el presidente me dijo que me iba a pagar un salario de 600 colones, pero yo le dije que no era necesario, que ese dinero mejor lo ocupara en comprar medicinas para los jugadores.
Luego vino el conflicto con Honduras y un coronel del Ejército me comunicó que quedaba suspendido porque era hondureño. Yo nací en Honduras, pero toda mi vida la viví aquí. Tengo nacionalidad salvadoreña. Fue muy doloroso para mí, pero los jugadores escribieron y firmaron una carta apoyándome para que fuera con ellos.
Esas eran las cosas que uno decía que podían ser ilegales o medio anómalas. Pero en ese entonces, en 30 años que fungí como médico de la selección nadie se acercó a ninguna concentración a ofrecer dinero ni a jugadores ni a directivos ni a nadie.
Yo era uno de los que estaba pendiente de que nadie extraño entrara a las concentraciones, solo las familias de los jugadores y los directivos. Nunca se mencionó lo que está pasando ahora.
No existían los amaños y ni cosas que vemos hoy. No porque había más integridad; más bien había ignorancia y nunca había la oportunidad de estar en esa posición. No tenían intención de venderse. Defendían la camiseta con mucho nacionalismo, se veía en los partidos.
Eso sí, les gustaba hurtarse cosas y metérselas a la bolsa. También había consumo de droga. Una vez en Jamaica se me acercó un jugador a pedirme 10 dólares prestados. “¿Para qué eran? le dije yo “¿Si aquí tienen toda la comida y lo demás?”. “No doctor es que ahí al frente venden unos paquetitos blancos”, me contestó. Vendían marihuana.
Todo esto lo viví como una decepción de parte de la formación profesional del deportista en general. Porque no solo está viviéndose en el futbol. Esto es ahorita pero ¿Cuántos habrá en otros deportes? En cualquier parte del mundo se han vendido para partidos representativos. Esta selección se fue a vender a Costa Rica, dicen que se vendieron los ticos también, Esto se generalizó, viene por una moral muy mal cimentada. No es tener amor a los colores patrios, sino aprovecharse de los colores patrios. Es lamentable y lo reprocho.