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Lo que a mediados de la década de los ochenta montó el gobierno de Ronald Reagan, en el aeropuerto de Ilopango, fue tan descomunal, gigantesco e ilegal que resultaba aterrador.
La estructura que operó, desde Ilopango, transportaba drogas a los Estados Unidos con entera libertad . El dinero que eso producía, se usó para comprar armas a los israelíes y a otros contrabandistas europeos.
Uno de los coordinadores del tráfico de armas que llegaban en aviones Boeing 707 hasta Ilopango era el dictador de Panamá, en ese entonces, Manuel Antonio Noriega.
En el aeropuerto salvadoreño operaban, además, al menos trece narcopilotos que transportaban, desde el sur y el norte del continente , las drogas y lanzaban, desde el aire, las armas a los antisandinistas en territorio nicaraguense.
Si se mete el escalpelo, la organización se manejaba de esta manera: el jefe principal de la operación era Oliver North, un militar estadounidense. North era mano derecha, a mediados de los años ochenta, del vicepresidente George Bush, padre. A Estados Unidos lo gobernaba Ronald Reagan.
La cocaína
Si se trataba de cocaína, esta se traía, en su mayor parte, desde Colombia y Bolivia.
Los proveedores eran los miembros del Cártel de Medellín con Pablo Escobar a la cabeza. Desde Bolivia, el suplidor de la base de coca era Roberto Suárez Gómez, quien murió en el 2001 y le llamaban El «Rey de la cocaína”.
De ese tamaño eran los suplidores de la cocaína que traían a Centroamérica, sobre todo a Honduras y El Salvador. La CIA tranzó con los narcotraficantes más poderosos del planeta. Eso fue parte de la locura que ahora se descifra.
También podría incluirse aquí a Ramón Matta Ballesteros, el hondureño que llegó más largo en el narcotráfico internacional, aunque ahora, paradójicamente, está en prisión en Estados Unidos, luego de recibir seis condenas de cadena perpetua.
Los estadounidenses primero lo metieron en un proyecto de esa envergadura como socio, por acción de la CIA. Después, la DEA lo capturó por participar en el asesinato del agente antidrogas, Enrique Camarena.
Otros actores
Ahí no se detiene la construcción que se hizo, en el aeropuerto de Ilopango entre 1985 y 1986, desde las oficinas de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos.
Otro de los proveedores de la red de lo que se llamó Irán- Contra fue el mexicano Rafael Caro Quintero, un narcotraficante de alto calado que lo escondieron en Costa Rica. Compró grandes mansiones, y después, cuando lo descubrieron, se lo llevaron furtivamente hasta México, donde pasó más de 20 años en prisión.
Hace pocos días salió de la cárcel
Luego lo intentaron encarcelar de nuevo, en México, y desapareció hace algunas semanas. Pero su imperio de la droga nunca cerró sus puertas.
Se tienen evidencias clarísimas, no sólo que narcotraficantes mexicanos participaron en el Irán-Contra como proveedores de drogas, sino hasta hay testigos que reconocieron que, en una finca de Caro Quintero en Veracruz, entrenaban soldados “contras” que luego llevaban a Nicaragua.
Entonces, Caro Quintero fue proveedor de todos los movimientos de los narcopilotos que vivían aquí. Estos se alojaban, bajo ocupación plena, en un hotel que funcionaba en San Salvador, a un costado del hotel Terraza.
Seguridad del proyecto
Documentos desclasificados de la DEA y la CIA, investigaciones especiales que se hicieron, testimonios, y hasta algunos libros esclarecedores recientemente publicados, mencionan que, para que el “Rey de la cocaína”, pudiera suplir la base de la cocaína al Irán-Contra tuvo que instalar grandes laboratorios para hoja de coca, en el norte de Bolivia.
Para evitar que la DEA, y otras autoridades descubrieran ese laboratorio, Klaus Barbie, el asesino nazi que falleció en 1991, garantizó la seguridad de la operación de la coca en las montañas bolivianas.
Barbie estuvo en toda la operación de la cocaína, desde el principio. Incluso, la esposa de Roberto Suárez Gómez, el “Rey de la cocaína”, dice que fue Barbie quien presentó al militar estadounidense, Oliver North, a su esposo.
Pero, tampoco Barbie estaba solo en la prestación de los servicios de seguridad para producir la base de cocaína en las montañas de Bolivia.
El alemán nazi siempre estuvo acompañado, en esas tareas, del facista italiano Stefano Delle Chiae.
La CIA tenía a Stefano como el terrorista de derecha más buscado en el mundo. Siempre lo relacionaron con golpes de Estado en Bolivia, Chile y Argentina. Incluso, se le vinculó con el asesinato de líderes chilenos de izquierda que acompañaban a Salvador Allende. Era tan rudo y violento como Barbie.
Los que mandaban en Ilopango
Todo el centro de abastecimiento de armas y tráfico de drogas lo conducía, en el aeropuerto de Ilopango, Olivert North y la CIA, entidad estadounidense que mandó a construir ahí dos hangares que manejaban a su antojo.
El jefe de las operaciones de Ilopango era Félix Rodríguez, un cubano americano que llegó con la fama de haber participado en la captura y asesinato del «Che» Guevara en Bolivia.
Rodríguez era un agente histórico de la CIA. El dice en un libro que llegó aquí para ayudar en la lucha contra la insurgencia. Pero, documentos de la DEA probarían que vino acá con otra misión: ya había sostenido contactos, probados, con el tesorero de Pablo Escobar.
Hay pruebas de que Rodríguez (quien de paso contribuyó, en 1985, con la captura de Nidia Díaz, la comandante del FMLN), participó en los planes de Ilopango, desde el principio.
Pero, además de Rodríguez, en la operación de Ilopango participó Luis Posada Carriles, un anticastrista que ahora pasa enfermo en su casa de Miami.
Posada Carriles es el hombre más odiado de Fidel Castro. Incluso, participó en varios atentados contra él.
Además fue quien organizó, desde El Salvador, varios atentados en hoteles de la ciudad de La Habana en los que murió un turista italiano.
Al menos tres salvadoreños se encuentran en prisión a raíz de esos atentados.
Trece narcopilotos
El plan que la CIA y la Agencia de Seguridad de los Estados Unidos montaron en el aeropuerto de Ilopango, entre 1985 y 1986 ( al menos), no podía funcionar sin pilotos ni permisos para que pasara la droga y las armas por El Salvador, y otros países centroamericanos.
Entre los pilotos que traficaron las armas y las drogas, se encontraba Floyd Carlton, el piloto personal de Manuel Antonio Noriega, quien tenía la estatura para hablar hasta con Pablo Escobar.
Otros de los pilotos eran nicaraguenses, costarricenses, estadounidenses y de otras nacionalidades quienes, con el tiempo, confesaron la verdad. Al menos un par de ellos confesaron todo lo que pasaba en el aeropuerto de Ilopango.
La duda final es que los principales mandos del ejército salvadoreño sabían lo que ocurría en el aeropuerto de Ilopango.
Muchos testimonios dicen que sí. De lo contrario, la CIA no habría construido dos hangares. Tampoco los narcopilotos hubiesen tenido documentos que les permitía no hacer trámites migratorios. Los aviones los llevaban, directamente, hasta los hangares. Sólo la CIA era dueña de la verdad.
El propio Félix Rodríguez cuenta que, para instalarse en el aeropuerto de Ilopango, se reunió en Washington con el jefe de la Fuerza Aérea Salvadoreña, en ese entonces, Rafael Bustillo. También con el jefe del Estado Mayor Conjunto, Adolfo Blandón.