El Salvador
sábado 11 de enero de 2025

Memoria y Olvido según La Siguanaba – De la literatura mestiza a la mito-poética náhuat (II)

por Redacción


Para la Siguanaba, existe una versión oral intermedia entre la consagrada por el canon literario de prestigio y la náhuat subalterna a comentar. La seducción de la Siguanaba —que ocasiona la bobería viril— expresa la revancha de la mujer campesina contra la violencia machista de género.

Fragmento del libro «Recordar la diferencia.  El legado narrativo náhuat de Lyle Campbell» (UDB, 2019 y Editorial La Siguanaba, 2020).

No existe un proyecto poscolonial sin rebasar el monolingüismo del canon literario salvadoreño…

//

There is no postcolonial project without abolishing a monolingual literary canon and academic system…

III.  II.  …a la Siguanaba náhuat-pipil

Doble advertencia inicial:

I. Se transcriben el texto náhuat, el análisis gramatical y la traducción castellana del libro de Campbell. Luego del par de diagonales (//), el análisis narrativo agrega una traducción semi-literal, la cual acentúa la peculiaridad poética náhuat: verbos conjugados en serie, testimonio, repetición y la discrepancia entre el tiempo gramatical y el tiempo narrativo.  El ritmo musical engendra una mito-poética que ignora el análisis gramatical (Octavio Paz).  Los dobles numerales —romanos y arábigos— remiten a los textos que el libro «Recordar la diferencia» transcribe al final.

II. Para la Siguanaba, existe una versión oral intermedia entre la consagrada por el canon literario de prestigio y la náhuat subalterna a comentar. La seducción de la Siguanaba —que ocasiona la bobería viril— expresa la revancha de la mujer campesina contra la violencia machista de género.  Dado el derecho de pernada que prevalece en las haciendas cafetaleras —pese al tabú de la historia— la única manera de enjuiciar el poder masculino consiste en el engaño que lo degrada a la idiotez.  Debido a la hegemonía del canon literario castellano-céntrico, sólo la seducción —sin condena legal ni muerte— se autoriza como perspectiva original.  Hay tres Siguanabas: 1) Seducción canónica en castellano (Eros), 2) Castigo contra la violencia viril (Intermedio), acaso relacionado a las Kerkinas o Kerkas lencas, que menciona Danilo Vásquez y 3) Muerte en náhuat (Thánatos).

***

La cuestión consiste en indagar los motivos narratológicos que caracterizan la versión náhuat que transcribe Campbell en la fecha clave de 1975.  Es necesario inquirir la flagrante contradicción entre la literatura indigenista en castellano y la oralidad indígena náhuat-pipil.  Antes de responder la interrogante, debe citarse (26) y explicar los corolarios que enmarcan la aparición de la Siguanaba en una problemática general de la violencia social.

(26)

III.  3)  ya nech-ilwih ka nin tik tu-te:chan kah de mala suerte ki-mu:tia-t.

él me-contar que aquí en nuestro-pueblo que de mala suerte lo-asustar-PL.

Me contó que desgraciadamente en mi pueblo asustan

//

él me cuenta que aquí en nuestro pueblo que de mala suerte lo asustan (ambos verbos marcan el presente y el objeto de asustar el singular (ki-), tal vez de experiencia personal).

Este enunciado enmarca la aparición del espectro femenino, no como un simple acto ligado al deseo erótico del varón.  En cambio, su repentino destello nocturno se vincula a una esfera más amplia de la violencia, siempre sombría.  Siempre resulta turbia, aún bajo su disfraz de justicia solemne.  Sea guerra justa u otro acto mortuorio, incluso el acto nutritivo remite al crimen (véase la sección IV., para el alimento y su relación con el asesinato de un animal o vegetal, esto es, de la destrucción natural).  Su réquiem ya no se percibe en atentado contra la vida, debido a la globalización de un mandamiento borgeano.  Al provenir del Sur (Tú / Vos), altera los códigos nórdicos (Yo) pro-vida.  “Quien mata en nombre de la justicia, jamás se considera culpable”.  Empero, siempre a su frente/ojo (i-i:x-pan) se sitúa la huella de la Muerte y la deuda que contrae al encararla.  Este testimonio ocular lo consigna el enunciado (27).

(27)

4)  ki:sa se: animál ke yehemet k-ilwia-t “tsun-tekuma-t”.

dejar un animal que ellos le-decir-PL “calavera-ABSOL”.

Hay un animal que le llaman la “calavera”

//

sale un animal que ellos lo llaman “calavera” (nótese el uso de la tercera persona plural, como si el narrador se deslindara del hecho; acaso lo remite a la tradición, ya que testimonia la Muerte del otro).

El encuentro vivencial con la Sihuanaba lo precede su filiación con la Muerte, figura viva a la busca de seres humanos.  El término náhuat-pipil enlaza varios ámbitos —de lo natural a lo social— los cuales complican su explicación.  Literalmente se glosa “punta/arriba/cabeza-tecomate; cráneo” (Hernández, tzun-, “parte cefálica, el extremo”).  El prefijo remite a la parte superior de un objeto, ya que con un locativo —i-tsun-pan— significa “es(tá) arriba/la punta de…” (véase Campbell).  Aparece en múltiples compuestos que vinculan el cuerpo humano —tsun-kal, “pelo; punta de la casa”— al hogar, -kal-tsunti, “viga del techo”.  En la lengua clásica, «tzontecom(a)tl, plural –meh, “cabeza cortada y apartada del cuerpo; cabeza”» remite a una idea similar (véase: Frances Karttunen).

Estas filiaciones morfológicas insertan el cráneo en una triple esfera de pensamiento muy distinta de la occidental.  En lo vegetal, remite al tecomate, morro, huacal, guaje, etc., cuya fruta sirve de medicina, alimento y utensilio culinario.  En lo biológico, consigna la cabeza o parte superior del cuerpo.  Finalmente, en lo social, factura la violencia que la cercena del cuerpo.  La trilogía la reitera el sexto relato en el cual la fragmentación corporal verifica la tradición antigua por el estrecho vinculo entre la cabeza mutilada y el fruto (véanse ejemplos anteriores 4b y 20a, «ya:h-ki k-ita ne lamah-tsin se:l pi:pil-tsi-tsin ne i-i:x-yu ne tekuma-t, se:l pi:pil- tsi-tsin, «fue, lo ve la viejita, sólo son-muchachitos, la semilla del tecomate, sólo son-muchachitos», donde el primer verbo marca el pretérito, el segundo el objeto (k-) singular y el sustantivo plural señala un predicado implícito atemporal).  Acaso la secuencia siguiente (28) establezca con mayor rigor el enlace intrínseco entre la cabeza cercenada y el fruto: tsun-tekumat y tekumat.

(28)

a)

  1. 43) al fin de tanto wa:ki-k ne masa:-t wan yaha, ne tsuntekuma-t, yawi-ya miki ka i-se:l-tsin tik ne kebrada.

al fin de tanto secar-PRET el venado-ABSOL y ella, la calavera-ABSOL, ir-ahora

morir en su-sola-DIMIN en quebrada.

Al fin se secó el venado y la calavera iba a morir sola allí en la quebrada

//

al fin de tanto secó el venado y ella/él, la calavera (punta-tecomate), va ya, muere en su-soledad de la quebrada (el tiempo gramatical lo marca el primer verbo en pretérito).

b)

  1. 44) miki-k; ka:n ne mik-tuk wal-ta:kat-ki se: tekuma-t, wal-ta:kat-ki se: tekuma-t.

morir-PRET; cuando lo morir-PERF DIR-crecer-PRET un tecomate-ABSOL,

DIR-crecer-PRET un tecomate-ABSOL.

Murió; donde había muerto brotó un árbol

//

murió; cuando el que ha/está muerto, hacia-aquí creció un tecomate, hacia-aquí creció un tecomate (el tiempo gramatical lo marca el primero, tercero y cuarto verbos repetidos en pretérito, ya que el segundo aparece nominalizado).

Este dúo de enunciados despliega varios rasgos típicos del náhuat-pipil: temporalidad fluida, verbos conjugados en serie, repetición, nominalización introducida por ne.  Sin embargo, más allá de la sintaxis, el campo semántico aclara la neta filiación de la cabeza al tecomate, el cual recibe diversos nombres: -chi:chiwal (VI.50., su relación al seno se explicará en V.) y wahkal (VI.52., «El Nanahuatzin»).  Ambos relatos —tercero («La Siguanaba») y sexto («El Nanahuatzin»)— establecen la aparición de espectros femeninos, quienes habitan la sombra de la noche.  En este mismo período oscuro, conviven la Sihua:na:hual y la/el Tsuntekumat, que la tradición mestiza traduce bajo el sesgo de Siguanaba y la Mujer Descarnada.  Ambas figuras letradas seducen hombres y los propulsan a su descalabro, tal cual lo consigna el canon literario nacional monolingüe: Ambrogi y Argueta, por ejemplo.

Empero, esta seducción se halla ausente de la narratología náhuat-pipil, exiliada de la literatura culta nacional.  El ejemplo (29) demuestra la filiación mortuoria, paralela de ambas figuras.

(29)

III.  53)  yahika a:n nu-amiguh ni-k-chih kontár pal ki-mati ka nemi tsun-tekuma-t wan nemi siwa:na:wal pal kah te: ki-piya balór ki-mu:tia.

de modo que ahora mi-amigo yo-lo-hacer contar para lo-saber que ser “calavera-jarra-ABSOL” y ser Siguanaba para que no lo-tener valor lo-asustar.

Así es que, ahora, le conté yo a mi amigo para que sepa que sí existe la “calavera” y también la Siguanaba, para asustar al que no tenga valor

//

así ahora (a) mi amigo le cuento/ hago-contar para (que) lo sabe que existe (la) Calavera y existe la Siguanaba para que/quien no lo tiene valor lo asusta (todos los verbos marcan el presente, como si el acto narrativo pasado lo actualiza la presencia del investigador.  El pretérito existe en el presente narrativo.  El último verbo parece fundir las dos figuras en una, al conjugarse en singular).

Como lo subraya el enunciado anterior, el varón de valor confronta ambos espectros tétricos para reafirmar su hombría.  Esta virtud de lo viril la destaca el tercer relato al narrar la manera en que el abuelo captura a la Siguanaba/Sihua:na:hual.  La diferencia radical entre la narrativa náhuat-pipil y la mestiza no podría ser más flagrante.  El abuelo jamás intenta seducir al espectro femenino, ni le insinúa el menor piropo.  Por lo contrario, el motivo central consiste en revelar la verdadera identidad del fantasma, quien aparece bajo el atuendo de una amiga íntima, Leonarda.  El hombre la confronta, de manera violenta, la amarra y la conduce prisionera a casa (III.16-17), hasta que descubre su silueta animal: «ke:man ne siwa:na:wal ki-chiw-ki sentír ki-maka-tuk dos vueltas wan k-ilpih, cuando la Siguanaba lo sintió/hizo sentir le ha dado dos vueltas y la amarra».

Al lector de proseguir el estudio de los renglones treinta y nueve (39) a cuarenta (40) para percatarse de la silueta fantasmagórica —grandes ojos (tuh-tumak i-i:x) y patas de gallina (i-ih-ikxi tihlan)— de la Sihuanaba (nótese el doble plural, en el adjetivo o en el sustantivo).  El cuadro (30) recapitula los rasgos distintivos de ambas versiones: la canónica en castellano y la marginal en náhuat-pipil.  Queda pendiente —se recuerda— la segunda versión de la Siguanaba.  Esta figura mítica se percibe como revancha de la mujer que sufre el derecho de pernada —acaso la Kerk(in)a lenca— debido a la ausencia de todo recurso legal ante la violencia jerárquica de género.

(30)

Captura de pantalla 2021-02-05 a la(s) 10.09.38

Esta notable divergencia narrativa plantea la necesidad de recobrar otras versiones orales de la Sihuanaba en la lengua materna.  Hacia la segunda década del siglo XXI ya no basta reclamar la disidencia literaria guerrillera, ni la denuncia de los abusos contra los derechos humanos.  Canonizada desde los Acuerdos de Paz (1992) —publicada sin restricciones en el país, luego de dos gobiernos de izquierda— las otras disidencias quedan en el olvido.  En particular, la apropiación política de lo indígena no puede excluir la lengua náhuat-pipil que sustenta su episteme discordante con la oficial —castellano/anglo-céntrica— de una América exclusiva como invento europeo (véase: E. O’Gorman).  Por una doble paradoja —política indigenista sin lengua indígena; literatura indigenista sin poética indígena— la obra de Campbell queda en el olvido.

Sin embargo, en remedo de los espantajos que recobra, su legado vuelve “como la aurora y el ocaso” (Borges).  Desde el siglo XIX, parecería que no hay ciencia social sin “espectros” (véase: J. Derrida, Los espectros de Marx; “ein Gespenst (-kuhkul) um in Europa”).  Sin ese des-A-fío lúgubre que divulga la Siguanaba cada noche tropical.  Tampoco existen estudios culturales despojados del cuarto rasgo del cuadro (30): la Muerte.  La enfermedad, el espectro femenino se lo delega a su presunto hijo quien —en deuda filial— perpetúa su herencia.  «Ini nu-kuhkul, Éste/a es mi espectro (Gespenst)» (III.42) estipula la correlación intrínseca entre la existencia del Espectro y la vivencia directa del testimoniante.

Captura de pantalla 2021-02-05 a la(s) 10.11.04

Captura de pantalla 2021-02-05 a la(s) 10.11.39

A continuar: III.  III.  El Cipitío náhuat-pipil