El Salvador
sábado 11 de enero de 2025

Breve lectura de Luisfelipe Minhero

por Redacción


Moler y demoler se emparientan en el acto de elaborar textos a manera de alimento. La escritura remeda el quehacer de la tortillera.

Abstract: Grinding, demolishing and bothering —moler, demoler and amolar— have the same verbal stems in Spanish.  The task of poetics —po-Ethics (po-Ética) consists in combining these three similar activities in order to promote a critical thinking of current political issues.

Moler y demoler se emparientan en el acto de elaborar textos a manera de alimento.  La escritura remeda el quehacer de la tortillera.  Prosigue la guía de Nextamallani, quien despierta el ánimo laboral al alba.   La luz primordial abre el apetito hacia el verso del surco.  Su milpa retoña al dar vueltas en estrofa.  Luego de la recolección (Logos/Tapixca), las letras se desgranan como el maíz maduro de la mazorca, mientras el olote ofrece el bolígrafo que cuece garabatos.  Revientan los granos en la ebullición del glifo.  Gracias a la ceniza (nexti), el papel se tiñe.  En masa cruda, acude a ensamblarse de palabras, oraciones, párrafos y textos.  En el comal —planicie terrenal del libro— se tuestan las ideas.  Al imprimirlas, se alzan en amate —árbol y amor propio— cuya corteza sostiene la flor (anthos, xuchit), materia prima de la poesía.  La «pues-si-ya» es crítica del entorno, ya que vuelca la molicie en demolición.

Quizás, al solicitar un tercio intermediario imagina que amuela al hilvanar el texto.  A-molar / moler / de-moler despliega la trinidad del trayecto que compone un relato a vocación de a/de-molendera/o.  Este textil rumea la escritura según el dictado del molar anímico en un monólogo interior.  El narrador solitario debate su aislamiento con una Dulcinea en esbozo.  Ignoro si existe en el mundo real —en carne y hueso— ahora entre el paréntesis de mi soledad.  Tal vez exhibe un retrato virtual que persiste en el ensueño mediático del personaje.  A saber.  La única aura que percibo la insinúa el nombre «Irene».  De verificar su vocación de «paz», ella recalca el clásico RIP/QEPD.  Su po-Ética concibe la vida en guerra interminable, cuya «paz» es la Muerte.  A la vez, enlaza a Eros con Thánatos en vaivén constante.  Es posible.

La pandemia no sólo recluye todo ideal corpóreo del amor, hecho letra de réquiem.  También retrae la palabra de los hechos.  Pervive en un mundo de imágenes sin sustento tangible.  Resulta difícil restaurar la realidad oculta tras el espejismo del idioma.  El compromiso íntimo lo disfraza el desplante político.  Las mentiras se vuelven verdades en el concierto social.  Entre las trompetas y los buques que las transportan al trópico, ya no se atina cuál es la verdadera enfermedad.  Mientras el desorden del virus biológico siempre se expande desde el lugar del enemigo hacia nuestro terruño, casi nunca se admite la molestia mental que al interior nos carcome el alma.

En paradoja, el proyecto social se confunde con la proyección de espectros (Gespenst/Kujkul).  En «perseverancia», sólo logra el objetivo marxiano en otro planeta, ya que lo rige la revolución sinódica de lo mismo.  Observa lo propio en la lejanía; a contrapunto, no reconoce lo extraño en lo propio.  Como el emblema imperecedero de la amante difunta, la naturaleza muerta (still life) sólo pervive en esa realidad que —en pintura colorida— adorna la sala de la identidad cultural de varias naciones.  Embellece la ajena y la nuestra.  Adorna la pesadilla tecnológica que augura un universo somnoliento de fracasos.  Sin admitir errores, a la intemperie, hoy se congela en el tejado sin vacuna ni sustento.  Falto de agua y electricidad —sediento y a oscuras— remeda dos contagios adjuntos.  El virus físico y el ilusorio, el miasma corporal y el anímico oscilan sin cese.

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