El Salvador
sábado 11 de enero de 2025

Baratta inspira a Dalton

por Redacción


Uno de los libros más leídos y comentados de Roque Dalton (1935-1975) se intitula "Historias prohibidas del Pulgarcito" (1974). Existen múltiples reseñas que analizan el contenido del libro en collage por sus logros literarios e históricos.

Abstract: «Baratta inspires Dalton» documents only one of the multiple concealed archives of the most celebrated book —»Historias prohibidas del Pulgarcito» (Forbidden Stories of Tom Thumb, 1974)— written by the Salvadoran poet Roque Dalton (1935-1975).  Besides the title of the book, those hidden references point out to the ethnographic work of María de Baratta (1890-1978), who transcribed the Nahuat language of El Salvador, as well as she collected the most important archive on «popular literature».  Her compilation demonstrates how poetic creativity defines Salvadoran colloquial language, before any formalization by urban canonical literature.  As a neglected topic of cultural studies, oral poetics and its transcription are usually conflated with their testimonial elaboration.  In a double erasure: Oral Poetics  Transcription / Recollection  Testimonial Novel  Cultural Studies / Testimonial Theory.

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Uno de los libros más leídos y comentados de Roque Dalton (1935-1975) se intitula «Historias prohibidas del Pulgarcito» (1974).  Existen múltiples reseñas que analizan el contenido del libro en collage por sus logros literarios e históricos.  Una simple búsqueda de esos artículos arroja más de unas cincuenta (50) críticas que elogian la relevancia de la obra para la política cultural de El Salvador.  Estas reseñas pueden discrepar en su enfoque teórico.  En su mayoría resaltan la crítica del sistema político; unas cuantas abordan la cuestión de género; otras, el problema de la esfera literaria en el país.

Sin embargo, por común acuerdo, en general, omiten indagar las fuentes bibliográficas primarias de las cuales provienen muchos documentos citados.  Las lecturas incógnitas —»historias. prohibidas»— alternan con la creatividad propia del autor.  Parece que el debate se centra en elegir la mejor teoría actual para evaluar una obra anterior.  Así, se excluye casi toda discusión sobre el archivo que el autor utiliza para componer —en el sentido musical del término— esa(s) historia(s) político-literaria(s) de El Salvador.  Esta negligencia señala una clara idea de la historia como escritura que los seres vivos realizan sobre los muertos.  No se considera la discrepancia temporal y nocional entre ambos períodos históricos, de 1974 a 2021.  Menos aún, se avalúa el péndulo que de la lectura concluye en la escritura, pues obviamente Dalton desconocía las discusiones actuales post-guerrilleras.

La nostalgia —»el tiempo pasado siempre fue mejor»— dictamina que el legado de cualquier figura canónica siga vigente en la actualidad.  Casi ningún precepto pretérito caduca, ya que el pasado vive en la memoria crítica que lo revive al citarlo en el presente.  Como las estaciones, la historia cultural opera según la revolución sinódica en constante vaivén.  Toda herencia ancestral vuelve a florecer cada 3 de mayo, en ofrenda a la Cruz.  Las flores, frutas, cadenas y matatas colorean el ambiente, pese al transcurso lineal de los años numéricos.

A la certeza de ese pasado que no pasa —sino resucita cada 2 de noviembre a exigir la permanencia de los Muertos— «Baratta inspira a Dalton» añade el veredicto documental.  En remedo paradójico de la memoria, las teorías de los estudios culturales invocan el olvido.  Reniegan del archivo original que el poeta consulta al elaborar su obra.  Es posible que Dalton practique una de tantas versiones del marxismo latinoamericano.  Pero esta filiación con el materialismo histórico carecería de expedientes históricos que respalden el análisis.  He aquí un ejemplo de la vigencia documental de «Historias prohibidas», la cual rehúsa propagar una diversidad de teorías sin una bibliografía primaria que la justifique.

A la referencia furtiva a «El Pulgarcito de América» de Julio Enrique Ávila (1892-1968, véase ilustración y nótese que el emblema remite a una triple diferencia: género (Pulgarcito mujer), etnia y raza afro-descendienta distinta de la oficial mestiza), se añaden once (11) anotaciones bibliográficas ocultas a María de Baratta (1890-1978).  Se sabe que ella es una de las pocas antropólogas salvadoreñas que transcriben la lengua náhuat durante la primera mitad del siglo XX.  Seguramente de su obra procede “Tiyawit Tzuntzunat, Vamos a Sonsonate” (Baratta, “Cuzcatlán típico”, 180, Dalton, 33), salvo que Dalton lo retome de Juan Felipe Toruño («Desarrollo literario», 1958) quien cita el cantar directamente.  Además, Baratta recopila un amplio material folclórico en castellano coloquial.  Lo llama «literatura popular».  Bombas, adivinanzas, refranes, cantos, danzas, etc. califican a Baratta como pionera olvidada del estudio del habla coloquial, cuya creatividad aún solicita un análisis detallado.

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De ella, Roque Dalton retoma las diez (10) bombas que —a la letra— transcribe en su obra más popularizada.  Esa recitación sin cita no sólo demuestra el amplio arraigo de las «Historias prohibidas» en la bibliografía nacional precedente.  También señala la deuda actual con el legado de Baratta, sin la cual no existiría una transcripción del náhuat y del habla popular.  Sin ofrecer un análisis crítico —las bombas sugieren un hablante masculino y viril, a mención étnico-racial recurrente— se copian en el orden numérico original que Baratta les asigna en su recolección de novecientas diecisiete (917) bombas.  Hasta el 2020, la historia cultural salvadoreña opera por una doble tachadura obligatoria: Poética Oral  Transcripción / Recolección  Novela Comprometida/Testimonial  Estudios Culturales / Teoría Testimonial, en particular, Poética Oral Salvadoreña  Recolección de Baratta /Ministerio de Instrucción Pública  Novela Comprometida/Testimonial  Estudios Culturales / Teoría Testimonial.  Así honra el título de la obra que analiza —»historias prohibidas— al censurar las «historias» documentales que la inspiran, tal cual Baratta y Ávila, entre otra amplia bibliografía.

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En conclusión, este cimiento documental de «Historias prohibidas» propone un proyecto historiográfico que ninguna teoría debe esquivar en el futuro.  La pertinencia filosófica de un enfoque particular queda truncada ante el silencio de los archivos que sustentan la labor de escritura en Dalton.  Por el momento, basta asegurar que Baratta —al trabajar en el Ministerio de Instrucción Pública, hacia finales del martinato (1941-1944, véase ilustración anterior)— le proporciona a Dalton la transcripción directa del habla popular salvadoreña en su ironía poética y sarcasmo creativo.  Sólo Baratta recopila (Logos/Tapixca) la «literatura popular», pese a la negativa actual por recordarla.  El 2021 no reconoce su legado hacia las generaciones que proseguimos calcando su obra.

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Hay variantes del verso final de la siguiente bomba sobre la ballena («que triste estar en casa ajena» (39), «no me olvides Magdalena (330). «¡Qué linda es esa morena!» (343), «Ya me está naciendo cola» (420)), aún más de quien suspira «al centro de la mar».