El Salvador
viernes 10 de enero de 2025

Recordar la diferencia El legado literario náhuat-pipil de Lyle Campbell (Fragmento)

por Redacción


Al hacer de la posesión inherente un concepto fluido el hablante (Yo) decide las reglas que aplica a su propio relato, tal cual lo demuestran también la marcación del tiempo verbal y la señal de los índices de sujeto y objeto. Igualmente sucede con los verbos de movimiento que oscilan entre el uso de nombres relacionales clásicos y preposiciones innovadoras. La repetición se vuelve el recurso estilístico privilegiado, sin una prescripción gramatical que la prediga.

Se selecciona un breve fragmento del libro para ilustrar los textos bajo un doble análisis.  Primero, se apunta la diferencia entre la gramática y el discurso, ya que la creatividad narrativa transgrede las reglas estrictas.  Al hacer de la posesión inherente un concepto fluido el hablante (Yo) decide las reglas que aplica a su propio relato, tal cual lo demuestran también la marcación del tiempo verbal y la señal de los índices de sujeto y objeto.  Igualmente sucede con los verbos de movimiento que oscilan entre el uso de nombres relacionales clásicos y preposiciones innovadoras.  La repetición se vuelve el recurso estilístico privilegiado, sin una prescripción gramatical que la prediga.  En segundo lugar, más allá de la lingüística, la hermenéutica explica el contenido mismo de los relatos, cuyo breve resumen se transcribe a continuación.  Más allá de la búsqueda de un personaje letrado —quien encarne al pueblo— la lengua anónima señala la verdadera identidad popular, a la espera de recopilaciones semejantes en lenca, chortí, xinca, que rebasen el canon literario monolingüe.  En regalo de navidad, el libro puede descargarse de los siguientes enlaces.

Los «huesos son el único vestigio de mi breve devenir»

https://www.researchgate.net/publication/346656154_Recordar_la_diferencia_El_legado_literario_nahuat-pipil_de_Lyle_Campbell

// https://www.researchgate.net/publication/346659324_Recordar_la_diferencia_Bis_El_legado_literario_nahuat-pipil_de_Lyle_Campbell

https://www.academia.edu/44646337/RECORDAR_LA_DIFERENCIA_El_legado_literario_náhuat_pipil_de_Lyle_Campbell

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https://www.academia.edu/44651185/Recordar_la_diferencia_Bis_El_legado_literario_náhuat_pipil_de_Lyle_Campbell

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0. II. I. Resumen y personajes de los seis relatos

(I)  “Los Huracaneros”: narra el carácter perjudicial del viento —entidad andrógina y polimorfa— quien se vuelve pava (chompipe-mujer) en alimento de los humanos.  Asimismo, su figura intempestiva linda en la depredación que remeda la sociedad en su cultura culinaria.

La trama principal involucra la interacción entre la sociedad humana y los vientos, personificados bajo el título del relato.  El vendaval destruye las cosechas en un acto depredador, similar al de una fiera.  Un fragmento de ventisca femenina se vuelve chompipe que los humanos consumen, salvo las plumas y los huesos, símbolo en difrasismo de la permanencia.  Este par de vestigios lo transportan los Huracaneros a su lugar de origen, quienes engañados devoran su propia dote en alimento.  El relato asienta una honda paradoja.  Si los humanos se nutren del viento —aire y brisa encarnadas en chompipa (I.12.)— los Huracaneros que realizan la misma actividad se juzgan criminales (I.31.).  Al igual que El Guashaco, los Managuas, la Piedra Tecuentet —citados por Baratta (T. I: 272 y ss.)— no existe una amplia recopilación de textos que indaguen la variación narrativa de estos personajes.

(II)  “El Arco”: relata la obligación familiar de alimentar la progenie, aun si a veces reine el engaño.

Un viejo busca a su padre y madre en El Arco, cerca de Santo Domingo de Guzmán, quienes deberían cumplir la obligación de alimentarlo.  Empero, le mienten al entregarle plastas de vaca disfrazadas en tortas de pan.  Por ello, antes de intentar un suicidio frustrado, les aconseja a sus hijos dotarse de una profesión decente para ganarse la vida.  Uno es mayordomo —sin especificar si trabaja en una finca u ocupa un cargo político-religioso— el otro, más honorable, es alvolario.  Este último cargo deja pendiente investigar la relevancia de tal figura narrativa acallada en la mito-poética náhuat-pipil.  Cual lo confirma Lemus (2104: 147), El Arco despeja una cueva que ofrece la entrada al inframundo, en réplica del vientre materno.  Así, el relato ratifica la vigencia de la mito-poética clásica, desde el Chicômôztoc mexica —“En el lugar de las siete cuevas”— a L.  Schultze-Jena, Campbell y Lemus.

(III)  “La Siguanaba”: narra la aparición de un espíritu femenino nocturno el cual adquiere un sesgo distinto a la tradición mestiza.  Su figura mortuoria, casi animal, la despoja de toda intención seductora.

Figura mito-poética nocturna, la Siguanaba adopta el semblante de una mujer conocida quien engaña al hombre.  Como la calavera (tsun-tekumat), su presencia evoca el miedo, el susto y la muerte.  Sin intención sensual —propia de la versión mestiza— la fisonomía animal la emparientan al “cucuy” (-Kujkul), ya que posee “patas de gallina” y grandes ojos.  El hombre la captura hasta acreditar su verdadera identidad voraz.  Empero, al descubrirla, ella escapa hasta huir en una gran poza.  Más que a la esfera del deseo carnal —al castigo de la bobería— el motivo náhuat-pipil concierne la vivencia de la Muerte y el valor masculino por enfrentarla.  Hasta el 2020 no existe una recopilación narrativa —en lenguas indígenas— de este personaje clásico de la identidad nacional.

(IV)  “El Sipitillo”: también narra la aparición de un espíritu nocturno el cual adquiere un sesgo distinto a la tradición mestiza, al despojarse de toda intención amorosa.  Al igual que el relato anterior, este ser (sobre)natural se relaciona a la noche, al susto y a la enfermedad.  Su indumentaria —en especial el enorme sombrero, tumak ne i xumpe— lo asocia a la leyenda mexicana más que a la mestiza salvadoreña,

Al igual que la Siguanaba, la versión náhuat-pipil de El Cipitío difiere de la mestiza.  En efecto, no lo imagina en Cupido tropical, quien lanza pétalos de flores a las mujeres (véase la versión clásica de Miguel Ángel Espino y la sección III.I.).  En seguida, ellas se enamoran del próximo hombre que encuentran a su paso.  Por lo contrario, de nuevo, su aparición nocturna provoca el miedo, el susto y la enfermedad.  Sólo el saber de la medicina tradicional subsana su intrusión callejera agresiva.

(V)  “El Rey”: parece un cuento de hadas occidental.  La disparidad social entre el príncipe y el pueblo la resuelve la solidaridad infantil, hasta culminar en el buen gobierno.

Los personajes principales son niños pobres, quienes le brindan compañía al príncipe solitario y triste.  Gracias a los peces y los pájaros, lo colman de alegría por el juego jovial entre camaradas.  En retribución a la amistad, al asumir el cargo de rey, el príncipe nombra ministros a sus antiguos compañeros.  El relato resalta los conceptos de solidaridad infantil, el juego (a:wiltia) como vínculo de amistad, y el buen gobierno conclusivo.  Aves y animales acuáticos se dotan de un simbolismo singular, acaso en difrasismo, que los equipara al júbilo.

(VI)  “El Nanahuatzin”: continúa el ciclo de “La mujer en fragmentos” —recopilado por Schultze-Jena (1930-1935)— de cuya cabeza cercenada, hecha morro, nacen los Tepehuas, divinidades tutelares según Leonhard Schultze-Jena.  Más que en su acto original de prodigar lluvias, fauna y flora, el relato enfoca el conflicto infantil con el amante de su abuela, quien cuida a los niños Nanahuatzin-Tepehuas.  El menor de ellos —título del relato— desafía a los amantes hasta provocar su descalabro.  La presencia de esta narración demuestra “la persistencia de la memoria” (Salvador Dalí) en cuarenta años de historia del siglo XX.  Incluso se extiende casi un siglo de vincularlo a la versión del antropólogo sueco Carl V. Hartman (1907).

Pese a su destierro del canon literario nacional, la mito-poética náhuat-pipil reitera motivos clásicos que se renuevan —en el acto del discurso— al enfocar aspectos particulares de una vasta trama narrativa.  La presente versión se concentra en el des-A-fío que la joven generación lanza contra la precedente.  Por ello, en el desenlace del relato, el personaje principal es el menor de los niños, apoyado por su adyuvante el tenguereche.  Su simbolismo resulta un enigma de la mito-poética náhuat-pipil, aún sin estudios exhaustivos.  En verdad, se desconoce el valor cifrado de la fauna y flora del relato, a saber: zapote, pochote o ceiba como axis mundi; morro, chi:chiwal y tecomate como imágenes del cuerpo humano y su reproducción; reptiles, etc.  Más aún, se ignora la correlación íntima entre dos series de Divinidades: Tepehuas en Schultze-Jena; Nanahuatzin en Campbell.  Inscrito por un código cultural, el entorno revela una geografía —escritura (graphos) de la tierra (geo)— en espejeo del observador náhuat-pipil.  Para la mito-poética mesoamericana en general, el enlace de los Tepehuas (Schultze-Jena) y Nanahuatzin (Campbell) ofrecería un terreno fértil a la investigación.  Más allá de la relevancia del altiplano central, la periferia mesoamericana presenta dilemas inexplorados.

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