Actualmente la mayoría de la población (y me incluyo) manifiesta su hartazgo de la clase política, o al menos, de aquellos a los que identifican como políticos. Y realmente no es para menos, si hacemos la cuenta de cuanta gente se encuentra en cargos públicos que deberían ser por capacidad y están por “sudar la camiseta”; como diputados, como miembros de los partidos, de los que dan la cara o están a escondidas; de los que ya no están, pero siguen manipulando, de los que siempre han estado y ahora ponen “cara de nuevos”, de los que han sido parte de todo tipo de corrupciones y ahora se han convertido en “acusadores”.
Cómo no sentirse hartos de personas que dicen ser políticos, pero solo insultar saben, expresándose con todo tipo de vulgaridades, señalando en otros todos los pecados en los cuales han participado; otros que se dicen políticos pero no tienen ninguna propuesta clara, ni concisa, ni precisa; otros se dicen políticos pero no tienen preparación en nada ni experiencia comprobable en ningún área; otros que se dicen políticos pero no tienen ningún historial de trabajo real.
Cómo no sentirse hartos de venir oyendo por décadas y hasta la fecha, que todos los que llegan al poder se dedican a llorar porque les dejaron las cosas en mal estado, porque los que estaban antes no hicieron su trabajo; sin detenerse a pensar que precisamente se les ha contratado a ellos, a través del voto, para sustituir a los “otros” porque no hicieron su trabajo, caso contrario, los “otros” seguirían en sus puestos.
Es lógico que la clase política que ha venido “ejerciendo el oficio”, esté tan desprestigiada, sin importar que se hayan cambiado la camiseta para “parecer otros”. No hay soluciones, no hay ideas frescas, no hay disrupción con alternativas más creativas, a no ser en el discurso, en la propaganda, en los anuncios.
Por eso quiero ser portadora de soluciones, no de acusaciones. Por eso quiero hablar de posibilidades, no de calamidades. Por eso quiero llevar a los hogares un mensaje de esperanza, de bienestar y de confianza.
Teniendo en la Asamblea Legislativa profesionales mejor preparados podemos aspirar a condiciones más favorables, soluciones más sensatas e iniciativas de ley que tengan aplicación práctica y mejoren las condiciones de vida de la familia salvadoreña.
Hay luz al final del túnel si llevamos un poco más de decencia y capacidad a la Asamblea Legislativa. Necesitamos legisladores que piensen más en la creación de oportunidades que en regalías y parches temporales.