El pasado 16 de septiembre durante una entrevista televisiva, el eminente jurisconsulto salvadoreño Dr. Fabio Castillo, compartió sobre su participación en el proyecto de “análisis” de una posible reforma a nuestra Constitución, la cual ha sido encomendada al vicepresidente de la República.
No tengo el gusto y privilegio de conocer personalmente al Dr. Fabio Castillo, pero eso no evita reconocer todo el legado de experiencia y capacidad que su persona ha dejado dentro del Derecho en El Salvador; legado que espero no sea empañado por endosar su apoyo a un proyecto que pareciese ser el producto de la ambición por alcanzar el poder total y de manera permanente.
Durante la entrevista (41:30), el Dr. Castillo hace alusión al deseo del vicepresidente de introducir como parte de las reformas a la Constitución, figuras como el referéndum, plebiscito y consulta popular; como supuestos medios para vincular la opinión popular y la toma de decisiones del Estado y para el país. Acoto que, aunque el Dr. Castillo se manifiesta “fanático” del referéndum, acepta que no apoya su inclusión, en vista de los reiterados abusos con los que se ha utilizado por la izquierda en otros países, con el fin de perpetuarse en el poder.
Y aquí mi análisis: Si se desea modificar la Constitución porque se le considera perfectible (toda obra humana lo es), o porque se piensa que la Constitución ya no responde a la realidad actual, y se conoce los pésimos resultados que una reforma a traído a otros países, ¿Por qué no se considera que la misma idea de reformar la Constitución, además de haber probado ser inefectiva en el pasado, es en sí un método desactualizado? En otras palabras, si el objetivo es verdaderamente mejorar la actual organización del Estado, y garantizar con ello una vida digna para todos los habitantes de nuestro país; ¿Cómo es que no se ha llegado a la realista conclusión que reformar la Constitución no es el único medio, ni el más eficaz?
Es por este mismo análisis que mi propuesta es enfocarnos en la descentralización del Estado. Es decir, y parafraseo al Dr. Jorge Bercholc, cuando dice que lo intrínsecamente bueno de un proceso de descentralización es su característica prodemocrática, que asegura una mayor participación ciudadana (¿para que un referéndum?), y acerca a la población con los dirigentes que directamente toman las decisiones, con el objetivo de ser escuchados y resolver sus necesidades. Por su propia sencillez, la descentralización supera la apatía ciudadana, elimina la “privatización” de la política, y en cambio trae consigo respuestas congruentes como resultado de la misma cercanía entre ciudadano y legislador.
Es por eso, que en las últimas semanas anuncie al pueblo salvadoreño que tengo 17 propuestas legislativas para mejorar la salud, educación y la institucionalidad en nuestro país. He compartido las primeras 4 propuestas, 3 de las cuales están directamente enfocadas en la descentralización de los sistemas de salud de primer nivel, educación primaria y el mantenimiento de la red vial. Invito a todos los lectores a que conozcan más sobre mis propuestas a través de mis redes sociales.
Estoy convencida, que ni la mejora en las condiciones de vida, ni el incremento en la participación ciudadana está amarrada a una reforma constitucional. Optemos mejor por la DESCENTRALIZACIÓN del poder político y administrativo del Estado y no nos arriesguemos a que se establezca una dictadura.