II. Coda sintética
Al rastrear esta constante mención de la mujer en la poesía, no se pretende agotar la temática literaria de Rosales y Rosales. Al lado de la cuestión social —barrio y pobreza— surge también la sensibilidad por el entorno. “Símbolos…de cuanto me rodea” (“Monólogo y Coro…”). El ser del escritor lo nutre su estar en un lugar particular. El “barrio de urbe antigua” archiva “el genio de la historia” (“La tristeza de Teoti…”). Asimismo, “el niño…de la escuela rural” lleva “el libro” y la biblioteca nacional bajo el brazo (“La antorcha”). En esa observación etnográfica encuentra el sustento geo-poético, al igual que los alter-egos de su trova. Canta como “sapo” y “grillo”, así como su ideal místico se remonta a vuelo de aves solistas hacia la estrella. Cual “cigarra” sufre “la herida del trópico” y descifra el entorno en melodía aguda (“Las cigarras”). Colecta versos como “la hormiga” desgrana “mazorcas” y “espigas” (“Día de otoño”). Intuye un indigenismo en su “armonía natural” y en su música, según la convención letrada, sin lengua ni tierras comunales. El escritor calca el mundo a su antojo, a sabiendas que si no dilucida el enigma de la “Esfinge”, lo espera la “Muerte”. El obstáculo sólo lo vence al retomar la mirada del “niño”, quien “inventa su duende” (“Emociones de la tarde”), ya que ese tiempo edénico” decae bajo el influjo de “mi Sátiro interior, mi Fauno interno” (“Cuaresmal”).
Empero, toda esa recolección (Logos) la logra “por la gracia y el amor de una mujer” (“Monólogo y Coro…”). Esa mujer no es una simple abstracción cósmica. Tampoco esa mujer es un ente angelical y sublime, intangible y sin cuerpo. Por lo contrario, la odisea y el “sacrificio ecuménico” del poeta mismo culminan en ese cuerpo vivo. Hasta “intuir su sexo” (“Monólogo y Coro…”). En “el hondo anhelo de olvido” masculino —por “los copos del olvido” actual— la mujer queda fuera de la agenda crítica que ensalza la mística y vindica lo social. Su imagen viva sólo vuelve en aquel “Ritornelo” que a coro repite “no hay un solo recuerdo que no pase en la mente”.
Las mujeres existen. Son el faro del “lírico viaje”. “En ellas, no en el verso, está el secreto” (“Toda la mujer está en sus ojos”).
III. Colofón bibliográfico superfluo
…la imposible memoria de lo vedado… AM
Se rastrea la ausencia de la mujer en los comentarios masculinos exclusivos sobre Rosales y Rosales y su presencia privilegiada en la ficción. Los párrafos se numeran de uno (1) al dieciséis (16) al establecer su autonomía.
1. En el “Índice de poetas de El Salvador en un siglo, 1840-1940” (1941: 51), Juan Felipe Toruño califica el “politonismo” de Rosales y Rosales por su contrapunto de los opuestos complementarios. La “melografía subjetiva y objetiva” con-funde “lo voluptuoso, lo místico y lo pagano, lo ideal y lo real”. En este dueto, “las capillas del pecado” entablan un concierto con “los altos de la crucifixión”. El papel protagónico de la mujer en ese tránsito lo deja pendiente, pese a indagar “la rima femenina de América” (85).
2. No obstante, como lo confirma Salarrué años después en su poesía, “los amores paganos” (3) culminan en “la flor de tus labios trémulos” donde “el beso se vuelve “mordisco” y tú “te arrojabas entre mis piernas/y mis dedos te peinaban/con musical armonía”, mientras “al estuche de mis manos/tus senos entraban juntos, según lo exige la (con)fusión entre los cósmico-mística y lo sexual-corpóreo (“Algunos poemas”, 1971). Sólo la actualidad beata oculta que el cuerpo hospeda el alma —que lo carnal induce lo astral— antes de su impulso hacia lo espiritual celeste. Como la rosa en Rosales y Rosales, el veto prohíbe comentar que la fantasía del hombre se llame mujer. “Gnarda era perfectamente, perfectamente bella…iba desnuda como toda mujer” (4). “¡Caprichos de mujer!”…llegó a mi camarote y tras algunas caricias me obligó a dale un fumbultaje musical (10, ¿acoso sexual?). “Accedí”… (11). En la “glorieta del deseo”, “se unieron nuestros labios y nos besamos (20)” (Salarrué, “Remotando el Uluan”, 1932). Tal relación inter-étnica se juzga un acto místico o de fantasía —semejante a la rosa— ya que (d)enuncia la cópula sexual entre un hombre blanco y una mujer afro-descendiente en 1932.
3. Luego, en “Los desterrados” (1952), Toruño incluye el artículo “Nueva modalidad melográfica: euterpología (1936)” (101-105). Interroga “la forma métrica” y la universalidad del “musicalismo”. Define lo euteropológico como “ciencia de la intelectualidad”. Bajo esa forma reconoce un “paganismo voluptuoso” que, en enredadera, asciende al “agua bendita” de lo santo. Falta establecer un vínculo entre lo “sensual”, “pagano”, y el deseo masculino en constante impulso hacia la mujer. En conjunción de los opuestos, esta exigencia establece que la invocación espiritual arraigue lo femenino en el cuerpo, salvo de rebautizar a Rosales y Rosales. La obra de Juan Preciado definiría la única poética mística posible, la de almas sin cuerpos ni pena.
4. En septiembre de 1952, lo entrevista Eunice Odio (envío de Luis Canizalez). Su Título —“El poeta incógnito”— plantea la interrogante de su poesía, desconocida aún. Brevemente, Rosales y Rosales narra su infancia campesina, su llegada a la capital y relaciones con otros poetas, sus viajes, etc. Más que estos datos autobiográficos, asombra la llegada de Odio a visitarlo. El poeta vive en “El Milagro”, de milagro en casa ajena. La “calle de piedra” que desemboca hacia esa casa prestada une los contrarios de su poesía. Su “pronunciada pendiente parece conducir al cielo”, a la vez que “amarga no conoce al poeta” ni su “frescura de dolor nuevo”. Sólo el espíritu de “un niño” ”conoce al poeta”, ya que ignora la lucha adulta por el poder y el control de la justicia poética.
5. En la revista “Cultura” (mayo-junio 1956), “El sentido vernacular en las artes y en las letras salvadoreñas” (62-74), Alberto Ordoñez Argüello lo describe como “afiebrado poeta”, “arrebatado por una bohemia tormentosa”, quien, a su “regreso de México”, despliega una “frustrada originalidad”. Opuesto a él, en un elogio (1957), Luis Gallegos Valdés ofrece una trayectoria de Rosales y Rosales, prosiguiendo la temática modernista, pastoral, cósmico-mística y musical. En marzo de 1957, “La Prensa Gráfica” le rinde homenaje e incluye los poemas “Invierno”, “Excéntrica” y “Esfumino”, así como una foto y doble reseña del autor por Luis Mejía Vides y por Luis Gallegos Valdés (recorte cortesía de Luis Canizalez; véase ilustración). Obviamente, para la crítica, la mujer aún no existe.
6. Al comentar la “Antología” (1959) de Rosales y Rosales, Hugo Lindo (“Nota”, 1960) refrenda su “gran calidad lírica” que aúna la “retórica” a la música” disonante y su afición por los neologismos. Destaca su temática en cuarteto: “amor, cósmico, místico y social”. El homenaje final a su obra (1957; véase ilustración precedente), establece el reconocimiento que la mayoría de intelectuales de su época —Luis Mejía Vides, Porfirio Barba Jacob, Luis Gallegos Valdés, Juan Felipe Toruño, etc.— le brinda a su poesía, fuera de todo “partido político”. Pese a escribir en una época anterior a la teoría de género, Lindo se atreve a mencionar “el amor” aun si lo concibe “sublimizado”, sin el conflicto viril por arrancar la “flor” del “rosal” y poseerla. Aún resulta un tabú referir el conflicto viril por arrancar la “flor” del “rosal” hasta poseerla a “varazos” (véase IV). El formalismo oculta casi toda mención al cuerpo humano terrestre, salvo al reconocer sus “altibajos” y “seducciones”. Posteriormente, en “Poetas de El Salvador” (“Mundo Hispano”, 1960, véase ilustración, y “El Bien Público”, Montevideo, 20 de enero de 1961), Lindo califica a Rosales y Rosales por su trayecto de “búsqueda de palabras complejas y “oscuridad” hacia una “poesía simple y madura”. La mujer desaparece de la escena poética.
“El Salvador, un pequeño gran país”, “Mundo Hispánico”, noviembre de 1960.
Testimonio olvidado de la difusión internacional de la cultura salvadoreña en épocas remotas. Pese a la inestabilidad política —“una Junta cívico-militar desplaza al presidente”— el acuerdo entre la Ciudad Letrada y el Estado establece una “esfera pública” (inter)nacional.
A continuar…
PARTE I: “Los copos del olvido” / \ Mujer y violencia según Vicente Rosales y Rosales
PARTE II: “Los copos del olvido” / \ Mujer y violencia según Vicente Rosales y Rosales (II)
PARTE III: “Los copos del olvido” / \ Mujer y violencia según Vicente Rosales y Rosales (III)