Resumen: «Los copos del olvido» indaga la negación de una presencia real de la mujer en la poesía del escritor salvadoreño Vicente Rosales y Rosales (1894/7-1980). Siguiendo el camino de Ulises —partida, búsqueda y regreso— el poeta emprende un viaje en rastreo de la rosa. Su simbolismo florido abarca la trinidad de la poesía, la mujer y la patria (flor = anthos, xochitl/xuchit). La figura femenina aparece en múltiples metáforas de búsqueda y logro, así como de disputas viriles por la verdad. Pese a la convención que reduce el legado de Rosales al misticismo, a la perfección rítmica musical y recientemente a la crítica social, los problemas de género juegan un papel importante en su escritura. En lugar de considerar a la mujer como una figura sublime, su semblante terrestre la revive al volverse compañera en el amor, en el deseo y en un encuentro cósmico-sexual, así como en el dolor de la violencia doméstica. «El idilio» etéreo del escritor y la poesía equivale a sus tramas románticas (véase ilustración de María Izquierdo). El interés actual por las escritoras no debe desdeñar su representación vital en la obra de su contraparte, los autores masculinos. Rosales y Rosales piensa el Florilegium en su relación intrínseca a la violencia de género. En su sentido literario original, el ensayo transcurre de interpretar musicalmente los arquetipos centrales (0) a desglosar su práctica concreta en la poesía de Rosales y Rosales (I), hasta esbozar una breve conclusión (II), una bibliografía comentada (III), así como la traducción de un fragmento de “Mi Maestro el Rosal” en su hermenéutica (IV).
0. Preludio musical
La deriva marítima ofrece una de las metáforas más persistentes de la memoria poética. Jorge Luis Borges la concibe en eje nodal junto al sacrificio necesario (https://borgestodoelanio.blogspot.com/2014/05/jorge-luis-borges-los-cuatro-ciclos.html). Ambas temáticas despliegan un arquetipo universal cuyo atuendo regional lo actualiza en experiencia. Esta manifestación particular opaca el enlace entre vivencias distintas, alejadas en el espacio y en el tiempo. Así la vida como travesía marina y terrestre la expresa “Heureux qui comme Ulysse” de Jacques Brassens (https://www.youtube.com/watch?v=2LFpHTGkBQo). Su transposición al amor la entona “Entre pairos y derivas” de Fernando Delgadillo (https://www.youtube.com/watch?v=taZXFX1jzKk).
La salida, la búsqueda y el retorno al terruño del francés las glosan las velas del mexicano, a veces sin viento. La vuelta al lugar de nacimiento —que a caballo recorre Brassens— se traduce en la búsqueda de tierra firme, llamado amor continental. El provenzal anhela regresar a la “tierra de infancia”; el chilango, encontrar a la amada. Sin embargo, al pulsar la guitarra, ambos reciclan el mismo mito de errancia. Hacen suyo el vagabundeo en la vivencia personalizada. Uno retorna a la Camargue y al caballo; luego de muchos retenes y desvíos, el otro “me veo bogando a ti”.
Una doble escucha —en catalán y castellano— extendería la esfera musical del arquetipo. Se escuche al chileno Patricio Anabalón en su “Ítaca” (https://www.youtube.com/watch?v=NtkAV0UPCVA&t=212s), o al barcelonés LLuis Llach en su “Viatge a Itaca” (https://www.youtube.com/watch?v=o5YIxp_D9f8), la poesía del griego K. Kavafis (1863-1933) enriquece el paradigma. La vida misma narra La Odisea del alma, ya que deslinda la corta travesía terrestre de esta energía anímica eterna. De su encarnación en un cuerpo —entre peripecias y obstáculos— transcurre su breve periplo hasta regresar al origen. Según lo consigna Thorton Wilder “Heaven’s my Destination” (1934), Ítaca es mi origen y destino. El nacimiento y la muerte sellan ese ciclo: salida de lo eterno à pesquisa terrenal à retorno al inicio. Obviamente, en este siglo XXI, la experiencia misma de las migraciones invoca esa fuga sinfín de los cuerpos en sondeo de un territorio nacional que los acoja, de igual manera que las almas se hospedan un instante en su navío terreno (https://www.youtube.com/watch?v=QzMO-EjaDhs; https://www.youtube.com/watch?v=izojIYHCeIM).
Esta misma asimilación —mito antiguo revestido de actual— la enuncia Horacio en su famoso adagio “Pro Patria Mori”. En Centro América, el marxismo guerrillero lo reviste bajo el emblema “¡Revolución o Muerte!”. Hoy, al umbral de un nuevo conflicto posible, lo repite un nuevo son nacionalista de guerra, tal cual lo hicieron suyo las guerras mundiales en el siglo XX. La muerte en combate —si no santifica— al menos hace héroes y organiza un culto a su efigie. Otras muertes sacrificiales —enfermedades, accidentes— pueden percibirse como entrega noble por una causa.
El aterrizaje de esos arquetipos en el Centro de América —su vivencia expresada en la metáfora de la poesía— la ilustra la siguiente sección. En ese momento, la trova emprende su travesía poética hacia la rosa.
A continuar:
I. Andanza poética
Dichosa atracción en la contienda…lo mejor o más lírico del viaje. V. R. y R.