II. Historia
La ausencia de la linealidad ob-jetiva la demuestra el segundo rubro bajo análisis. Valencia Hernández no narra la historia según la convención cronológica del Génesis o del Big-Bang, hasta culminar en el Apocalipsis o en la utopía redentora del progreso tecnológico. Pese a sus creencias cristianas, no prosigue el itinerario garciamarqueano en “Cien años de soledad” (1967), calcado de La Biblia. En cambio, el recuento opera a imagen del sueño, gracias a saltos temporales significativos. No en vano, el inicio neo-darwinista de la historia racial (Folio 148-149) aparece casi al final, en una inversión flagrante de la línea temporal. Por convención cultural, el surco de la memoria siempre fluye hacia el narrador (Yo), quien marca la presencia (Yo-Aquí-Ahora = Persona-Espacio-Tiempo). A cronología onírica inarmónica, esta misma sección historiográfica identifica las lecturas de Valencia Hernández.
Del antropólogo neo-darwinista Ernest Haeckel (1834-1919) —quien imagina encontrar el eslabón perdido en Lemuria— y quizás del teósofo William Scott (H)Elliot (1849-1919), Luis Araujo (“Nahuatlán, 1937, quien invierte la migración nahua y su proveniencia yuto-nicarao), a una traducción desconocida de La Biblia, la Reforma protestante, textos náhuatl-mexicanos y quichés, etc. la historia la define la historiografía. Aunque sean implícitas, las referencias bibliográficas completan el testimonio ocular y la etnografía visual. La escritura (graphos) del pasado inscribe su sentencia gracias a los documentos seleccionados por el escritor en el presente. La narración oscila entre lo local y lo universal, enlazados en el imaginario narrativo.
Habría que rastrear la manera en que la mito-poética náhuat reviste lo Occidental, al adaptarlo a su tradición. Así sucede con la condena de la Reforma Protestante (1517) de Martín Lutero (Folio 144), que tiene lugar en una “cueva o casa” alemana, antesala del clásico motivo del descenso a los infiernos (https://www.academia.edu/34503004/EL_DESCENSO_A_LOS_INFIERNOS_EN_LA_LITERATURA_NÁHUAT_-PIPIL). Otros motivos bíblicos quedan sin adaptación local, aún si los rezos cristianos testimonian su neto arraigo en la tradición indígena del siglo XX. Según lo comentó la sección I, la milpa y el juego del toro rojo son dos motivos indígenas que enmarcan la encarnación de Cristo.
Igualmente, el libro ofrece una amplia ilustración de las costumbres locales. De los bailes y fiestas, el trabajo asalariado, la siembra, la fauna (alacrán, gatos, tortuga, tacuazín, comadreja, venado, ganado, cerdo) y la flora emblemática (kuyol, Folio 12 y 46, citados en la introducción, 30, y Folio 48, “shuchit pal (sinti)”; Folio 50, “ini jaral tumat”; flores, Folio 20, 118, 120 y 124); al paisajismo (Folios 76, 94, 96.98), hasta la vida cotidiana (danzas (Folio 110, para la relación entre danza (mujtutianit) y pelea (mukwalantiat)), trabajo, casas), Valencia Hernández despliega una verdadera etnografía visual de usos y costumbres, tal cual el Folio 9 a continuación.
Se anota la secuencia cronológica siguiente: Moisés y Noé (Folio 15, A. C.; Título de Totonicapán (1554), Colonia, según la introducción, 31-32) à Pérdida de Ejidos (Folio 18-19, 1926) à Reciclaje de la jerarquía social mexica Tlameme / Pochteca en la náhuat salvadoreña Indio / (Familia) Poma (Folio 38, mediados del siglo XX) à Cristo (Folio 58, año 0) à Visión cósmica del Espacio-Tiempo en Rueda-Yawal (Folio 73, A. C.) à Llegada de tajtakamet istakmet / hombres blancos (Folio 109, ¿Época colonial/siglo XIX-XX?) à Hombres antiguos salvados por Noé (Folio, 128) à Anécdota de pelea con un perro (Folio 132, mediados siglo XX) à Llegada de Andrés Niño (1475-1530) y conquista (Folio 134, 1520) à Bartolomé de las Casas (Folio 139, año 1550) à Lutero (Folio 144, año 1517) à Origen “de los náhuat” y de los Toltecas (Folio 147, 3896-3877 A. C. y 12000 A. C.) à Lemuria (Folio 148-149, año indeterminado A. C., unos 200000 años, según Haeckel en el siglo XIX). A manera de collage, entremedio de esas breves referencias históricas, el autor inserta poemas, canciones, descripciones etnográficas, etc. sin la cronología positivista que impone el “paper” a la moda realista única.
El collage cronológico rulfeano/kahleano sustituye la exigencia positivista de un tiempo lineal irreversible, esto es, sin la revolución sinódica de los astros. El calendario de festividades y celebraciones anuales confirma ese ciclo denegado. Hasta los institutos tecnológicos trabajan según la consigna repetitiva “it’s that time of the year again”. Tal vez, de aplicar la enseñanza del Folio 32, Tech Tal, el universo prosigue la rotación o revolución sinódica en “ini yajyawal” en vuelta (kwekwepa) constante o en eterno retorno de lo mismo. Si los Folios sobre la agricultura —según el reconocido ciclo perenne à Día de la Cruz à Día de Muertos à— dibujan ese nacimiento-muerte-resurrección, es posible intuir esa misma re-volución en el regreso de las jerarquías sociales. Luego de la pérdida de “75 caballerías” —entrada de “los mulatos” y dictamen de “los presidentes” (Folio 18-19)— renace la disparidad prehispánica Tlameme / Pochteca (Folio 38).
Asimismo, la introducción (36) insinúa el giro de los astros. La festividad náhuatl-mexicana del Tlacaxipehualliztli —“desollamiento (de -shipewa, “pelar, destuzar, descascarar, desollar”) — la reiteraría el batallón Atlacatl, durante la guerra civil (1980-1992), tal cual lo alude “la entrada Shitetutek Atlacat, Sanguinario” (Folio 140). Por ello, el 2020 se halla a la espera del re-nacimiento del tierras ancestrales, según el ciclo repetitivo “Tierra Comunal ßà Tierra Privada” como el día y la noche. Queda por determinar el contraste de juicios sobre los mismos hechos. Mientras la Ciudad Letrada (véase “Revista del Ateneo”, 1912) aclama —el progreso de la propiedad privada y el cultivo del café— el Folio 109 lo describe como un robo (walajket tachtekit), por el cual “techajkawket ayak(citos), nos dejaron pobrecitos”. A la lectura de decretar si ambos extremos —letrados indigenistas e indígena— hablan de lo mismo en perspectivas contrapuestas.
III. Lexicología intuitiva (sección no programada)
Para rematar la narrativa, un trabajo más amplio comentaría las setenta (70) listas de palabras y oraciones. A manera de diccionario en asociación libre, sellan una tercera parte del trabajo de Valencia Hernández. Sin una agenda gramatical ni léxica explícita, esta sección definiría una lingüística intuitiva y del habla más que la prescrita por la descripción formal de la ciencia del lenguaje. Ninguna gramática explicaría cómo el Folio 40 enlaza imperativos azarosos con “techwika, nos lleva” y enunciados finales como ”muetztuk, sentado”. Ni la lógica de “nimiktij, maté” (Folio 51) predice el insecto o animal que termina en pleito, “nimukwalantij, “me «pelié»”, salvo si el asesinato culinario (“nikua, como…”, Folio 53) implica una pelea contra la víctima a ingerir. En asombro cristiano —“nikmiktij se takat, maté el hombre”— la gramática contradiría los mandamientos. Si la lógica del imperativo explicaría la estructura de los enunciados en los Folios 55 y 57, jamás anticiparía cuáles verbos se aplican a ambas listas heterogéneas. Más complejo, sólo la materia fónica prediría que de “shiktulu, tómelo” se salte a “shikshipinua, pétalo”, en rima inicial (¿de tulua, “ingerir, tragar” y pinua, “pelar”?).
De contrastar el ante-citado Folio 140 —sin agenda precisa— al Folio 141 —palabras con yul(tuk)-— se establece la variedad dinámica de las listas: del dictado gramatical (Folio 65, imperativo), oraciones a palabra constante (Folio 87, sepa, sen; Folio 101, ush; Folio 129, ilwit…), hasta el flujo espontáneo de la conciencia (Folio 25, 27 y 37, ¿ashan predice el enunciado?; Folio 43, náhuatl-mexicano, Folio 45, asociación libre náhuat, yucateco y náhuatl-mexicano; Folio 47, imperativos precedidos y continuados por un flujo libre de la conciencia…).
Por el libre arbitrio —lo demuestran las adivinanzas y juegos de palabras— la conciencia lingüística no se somete al dictado de la ciencia formal. Entre ambos extremos —lengua – habla/discurso— faltaría organizar una discusión postergada, ya que de la gramática jamás se deducen las pláticas ni los textos. Toda traducción traiciona los juegos de palabras que enlazan una correlación directa entre el sonido y el sentido (para la diferencia entre náhuat y castellano, véase el Folio 56, “tik en at yawi ne takat, bote navegando”, o “en el agua va el hombre” y el Folio 60, “pal kitukat shikama kichkwatiw(it) ne tal, eras de tierras esponjadas para siembras de jícama”, o “para sembrar-(lo-siembran) jícama” la-han-escarbado/cavado la tierra (L. Campbell y W. Hernández, “tal-ichkwa, “escarbar” de “tal-¿ich?-kwa”); “esponjar, ¿muluni?”). Al reflexionar sobre el traspaso —siempre laberíntico— del nátuat al castellano la propuesta de Valencia Hernández se enriquecería en su diversidad interpretativa.
La lógica del sonido —la materia de la lengua— impone la rima inicial entre “ejkul, yerno” y “ej, sí, uy” (Folio 67). Así el Folio 87, la consonancia inicial —“sen-, juntos/uno”— la oculta la glosa. Por la derivación léxica, la unidad semántica de una raíz nodal —la unidad— crea esferas de sentido propias a un idioma. Por ello, habría un mínimo de dos diccionarios: el de los sonidos-letras, en orden alfabético, el de las esferas nocionales que funda una filosofía. “El vocabulario de las instituciones” culturales, jurídicas, políticas, etc. del náhuat ofrece un proyecto a desarrollar (E. Benveniste, 1972).
Senputsijtiwit – reunión de un solo grupo
Sental – todo el universo (yek sental, buenos días, Folio 125)
Senpual – veinte
Sentaple tutajtzin – buenos días dé Dios
Senpual pal mikini – flor de muerto
(otros ejemplos de “sen”: “chikwasen, seis”; “ashan musentepewat, ahora se reúnen“ (Folio 27); “senpa, otra vez“ (Folio 34); shikmusentepewa, hoy recójalo” (Folio 37; “temil senputzijtuk, piedras amontonadas” (Folio 83); “skiksenputzu, amontónelo” (folio 89); “yek sental, buenos días (Folio 125); ilwit sental, fiesta del mundo entero (Folio127)…).
El habla cotidiana indica —“sapo-T; algo-Don; plata-No; alambre = al hambre”— cómo la poética coloquial rebasa todo propósito de formalización y propone sus propias categorías de análisis. Antes incluso de la práctica profesional —discurso académico, literario o político— el “animal dotado de lenguaje (zoon logos ejon)” innova la oratoria, al proferir palabras y articularlas en oraciones y textos. La lengua coloquial articula la experiencia directa con el Mundo. Uno de los análisis escolares e infantiles más clásicos —“Agua-Chapa-Pan”— ejemplifica la oposición diametral entre los recortes autorizados por la ciencia y las parte que registra la conciencia cotidiana. Si esta desarmonía entre la lengua y el habla —entre la gramática y la poética— apenas se conoce en el castellano salvadoreño coloquial, con mayor razón se desconoce en las lenguas indígenas. La excepción notable la plantean los clásicos difrasismos del náhuatl-mexicano clásico, i.e., “in xóchitl, in cuicatl, la que es flor, el que es canto, el anthos-logos o florilegio, la poesía”. Iniciar el análisis de esta discrepancia anuncia el proyecto de un libro a proponer el próximo año a doblete: “De adivinanzas. Ciencia vs. Con-ciencia lingüística” (2020), con un corpus de trescientas sesentaicinco (365) adivinanzas.
III. Conclusión
En conclusión, habría que preguntarse por qué desaparecen varias figuras emblemáticas de la mito-poética náhuat —Arbolarios, Tepehuas, etc.— pero en la memoria indígena calan la enseñanza bíblica, la condena de la reforma protestante, el neo-darwinismo lemuriano del siglo XIX, la teosofía de la Atlántida, junto a la historia local que a menudo enmarca su aparición en el trópico húmedo. Quizás los recuerdos siempre se conjugan en plural al exigir la diferencia de opciones personales y sociales.
En vez de uniformizar la presentación de datos —según un orden lógico preestablecido— la academia debe admitir la variedad de estilos y trayectorias lineales o en collage. Lo homogéneo sólo existe en un mundo regido por la tecnología y las ciencias sociales, sin derecho a la expresión de lo vivido en distintos eco-sistemas y culturas regionales. Se trataría de un experimento sin experiencia, de un saber sin conocer. Esto es, un solo género de música y de arte en general: realista y ob-jetiva.
Empero —1932 lo enseña— lo sobrenatural siempre compone una melodía improvisada de la historia como relato de los Muertos. En verdad, el Espectro (-Kujkul, Gespenst en K. Marx) define aquellos ancestros —“nuestros antepasados / los antiguos abuelos, ne tukujkulwan” (Folio 105 y 107)— que una narrativa po-Ética selecciona al rememorar el pretérito abolido a restaurar en esperanza. …Kiyulmatiwit tuchantakawan ikman…
Tal sería la paradoja fundadora de una literatura indígena salvadoreña en el siglo XXI. Toda memoria —incluso la científica— se halla sometida a la arbitrariedad del sueño. El viaje dantesco y rulfeano al inframundo lo rige el capricho de la noche y de la esperanza. Las fases cambiantes de la Luna sujetan todo objeto natural al nombre, que el realismo ingenuo juzga nombre propio de la entidad y de los hechos. “La verdad en pintura”. Las palabras hacen que las lenguas dispersen mundos culturales diversos según la designación atribuida. De no ser las categorías gramaticales, quizás el vocabulario de las instituciones políticas legisla el mundo en su veredicto. Los nombres y la escritura se perciben en fórmulas químico-políticas que emanan de lo Real. Quien no participe de ese común acuerdo —político y lingüístico— debe partir en caravana migratoria o permanecer en el exilio interno. Por doscientos años (1821-2020), lo ejemplifica la exclusión de las lenguas indígenas en la Ciudad Letrada salvadoreña. El silencio de los estudios culturales aún no des-encubre América (véase el contraste entre el gran número de publicaciones sobre las figuras literarias cimeras y los escasos comentarios sobre la literatura en lenguas indígenas).
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Le agradezco a Fe de Tlaloc el envío de este libro, por el trayecto migratorio milenario entre Aztlán y Cuzcatlán…
PARTE I: Lengua y Mundo según Eugenio Valencia Hernández
PARTE II: Lengua y Mundo según Eugenio Valencia Hernández