El Salvador
lunes 25 de noviembre de 2024

Microbús científico

por Redacción


Casi todo el trayecto sucede en línea recta, constante y aburrida, sin tráfico que lo interrumpa, salvo un animal o figura legendaria ahora inverosímil.

Una obra de arte (una teoría científica) sólo puede parecerle una obra de la naturaleza al más inculto de los espectadores…   Goethe

I

Es extraño vivir en un mundo moldeado por la técnica.  Hasta el alma y la vida íntima las regula la pericia aritmética.  Ahora los sentimientos son dígitos; el amor, un algoritmo.  Eso me enseñan los rumores.  A menudo escucho conversaciones que me provocan estupor y desdén.  Pero es inevitable al transcurrir a diario tres horas en el encierro de un microbús, entre la casa y el trabajo.

Casi todo el trayecto sucede en línea recta, constante y aburrida, sin tráfico que lo interrumpa, salvo un animal o figura legendaria ahora inverosímil.  Aquí lo único real es la fórmula matemática.  Aquí lo único real lo ofrecen los problemas de ingeniería y diseño.  Los del deporte, la caza, el clima y demás temas técnicos de interés social.  Por eso de que “llueve en tu casa, no en la mía.  Cae media pulgada más de nieve en la tuya que en la mía”.  Se organiza la discusión seria que quebranta la unidad del grupo.

—Como los cables del condensador los colocaron al revés, pasé el día de ayer en el techo plano de casa.  Tuve que invertirlos para instalar una nueva extensión.  Jajajajajá.

La risa siempre establece una transición.  “You know”.  Al hacerlo de manera conjunta, las amistades se sueldan en la complicidad de la anécdota.  Ese signo de puntuación marca el consentimiento y aprueba la verdad de los hechos narrados.  Entre más se repita —“you know”— la amistad aumenta como si la espuma desbordara en brindis.  Chinchinean los vasos que deleitan los paladares ansiosos de “ice cold beer”.  En el tabú por “liabilities”.

—Jajajajajá, estuve horas en el techo, reparando esos cables bajo el sol, a unos cien grados, sudando, idiotas de electricistas, ¿te apuesto a qué tú no?, Jajajajajá.

—Yo no, me la pasé todo el domingo, frente a la tele.  No sabes lo que te perdiste.  Jajajajajá, un partido de fut sensacional.  Carrera y gol al último minuto.  ¡Lleno de gente!  Casi nunca visto.  Y tú en el techo trabajando.  Jajajajajá.

Y yo mismo, a la escucha en el silencio, pues de nada sirve hablar ya que la discusión nunca rebasaría asuntos que considero triviales.  Para ellos vitales.  El mundo se debate entre ese doble dilema del cruce de cables a enderezar y la carrera certera con el balón ovalado bajo el brazo hasta alcanzar la meta, la ovación general.  “En el toque pa’bajo”, “you know”.  Pero el progreso de la ingeniería y de la ciencia se empeña en remacharlos hasta el cansancio.  Son metáforas de su logro.  Eso dicen sus practicantes, casi sólo hombres, quienes detentan la verdad.  Tan presente que desdeña el futuro inmediato.  La vida misma en su presencia.  Jajajajajá.

***

Así se roban el microbús dos veces seguidas, en el mismo sitio, por el descuido de una fórmula.  No formula el porvenir más cercano.  El neto desdén de estacionarlo ahí, a sabiendas que  desmantelan otros vehículos.  Por estos lares, los ladrones son más provisores que los científicos.  Ejercen una mayor vigilancia, en el intento de sobrevivir y vender las partes en las hueseras de vehículos.  Su ingenio supera la ingeniería.  Acaso también los logros de la tecnología emigran al mercado negro de la fama.  Ahí subastan su ingenuidad devastadora.

Nadie reconoce la responsabilidad de la pérdida, ni la existencia del mundo fuera de la especialidad técnica en línea recta a la utopía.  El polvo de las estrellas le impone el ritmo a la osamenta rancia de los mortales.  Las máquinas, al deseo vivo del cuerpo.  Según lo declara el axioma astronómico en reemplazo de la astrología caduca.  Interesa lo práctico o, en cambio, la evasión metafísica del silencio astral.

Ahora con el nuevo micro a alquiler actualizado de “alta eficiencia”.  No hay nada más de qué hablar.  Las puertas se abren y golpean entre sí por error del diseño en el ángulo de apertura.  Las llantas son más pequeñas.  Las llaves escasean, ya que son teledirigidas.  Operan a distancia.  El avance técnico encarece su distribución a todos los pasajeros, quienes esperamos ansiosos la llegada del conductor.  Entre el frío y el viento, cabizbajos o fieles al celular, ya que cruzar miradas raya en la afrenta.

La distancia entre los asientos se reduce y las rodillas tropiezan adelante.  La discusión filosófica más profunda indaga cuál asiento permite alargar las piernas y colocar la compu sin chocar al frente.  Los bordes montados dificultan estirarse e instalar la almohada para dormir mejor.  “Ten cuidado”, suplican.  Si no río junto a ellos —lo sé— imploro mi exclusión.  No participo en la comunidad de intereses.  “Jajajajajá”.  A veces, mejor callar que responder a los gritos y órdenes del mandamás.  “You know”.

Ahora, la risa conjunta compone el círculo de amigos, la camaradería.  Me parece extraño que no inventen otra palabra a partir de esta nueva complicidad de la lengua hablada por los ingenieros.  Como compañero de “pan” y camarada de “(re)cámara”.  Ahora habría que decir “risotada” de la convivencia placentera.  “Mi conrisa”.  La conrisidad, en la colaboración de acciones y anécdotas compartidas.  Jajajajajá.

***

De política casi no se habla.  Es uno de los temas tabúes, fáciles de resolver como eso del calentamiento global.  La fórmula que no formula el robo ni la injusticia.  Y los múltiples disturbios sociales a ignorar.  Jamás suceden en el Reino Científico de este Sistema Solar.  Jajajajajá.  Basta un nuevo microbús para que ya nadie reclame otro derecho.  Todos bien sentaditos, sin apretujarse.

—La política es fácil de resolver, en verdad.  Para eso trabajo a diario en el laboratorio y ojalá pronto obtenga una patente.  Investigo en dos direcciones a ver cuál rinde primero.  You know.  Paneles solares para agua y calefacción, así como vehículos eléctricos y tal vez tele-dirigidos.  Lo solar evita el uso del gas natural; la electricidad la gasolina.  Ayuda a los inválidos a transportarse.  De logarlo, de inmediato me jubilo.

—Así es, le reclama, el de la derecha, pero son demasiado caros de lo contrario instalaría uno en mi casa.  Jajajajajá.

El ingeniero laureado ni siquiera sabe dónde queda Honduras.  Continente político extinto como La Atlántida.  “You know”.  Gracias a su cultura general, tan sofisticada, me asegura que en ese país, lejano y extraño, hablan portugués.  Mientras se come una banana y bebe café que a saber de dónde provienen.  Tal es la educación STEM más avanzada (STEM es “Science, Technology, Engineering and Mathematics”, cuyo juego científico de palabras evoca el “tallo, tronco” en sostén firme del accesorio social).  Se jacta de resolver los problemas del mundo.  Ofrece soluciones universales.  Pero sus participantes ignoran presencias ajenas a sus intereses inmediatos.  Sin asombro, en imprudencia insinúo.

—De ahí vienen los migrantes detenidos en la frontera por el ejército, a lo cual en neto rechazo me reclama.

—De eso aquí no se habla.  Además, siempre hay que ver hacia delante.

Como si al caminar se pudiera ver atrás —pienso—avanza tan adelante que sigue dando vueltas, ya que el mundo es redondo.  Sin notarlo, regresa a su punto de partida en el rechazo nacionalista.  Tan adelante, me repito, que su idea de lo universal suprime al migrante.  A quienes no pueden pagar los nuevos avances tecnológicos.  La ingenuidad de los tecnócratas es voraz.  Ni los solares ni los vehículos inteligentes —menos el polvo de las estrellas— se dispersa a diario como la sal en el alimento.

CT1

https://www.youtube.com/watch?v=EfK-WX2pa8c

I live by the river next to La Siguanaba…

A continuar: II