Afinar mis dedos. Empezar a escribir, cada tecla es música. Pausa. Abro otra ventana, una ventana palpitante, en ella hay ciertos personajes que hacen bailar mi alma. Entonces, escribo más rápido hasta lograr la nota perfecta. Todo se vuelve más estimulante. Y luego respirar, cerrar mis ojos. Me encuentro en el baile de nuevo, esta vez, se mueven mis pies. Da la impresión de volar. No hay ningún piso ahí, todo parece etéreo. Colores semejantes a una gigante burbuja, llena de letras musicales. Ahora intento pincharla pero me ha absorbido. Me veo en ella. Desde el interior hay otras miradas que desconocía. No me percaté, la burbuja es húmeda. A veces cambian las sensaciones pero siempre vuelven las letras, caen en lluvia y surgen constelaciones que brillan en el fondo del ser. Luego, se desbordan melodías de sensaciones, se mantenían ocultas en bóvedas de colores ajenos. Tocar las teclas otra vez. Respirar para deleitarme en musicalidad de palabras. Llueven emociones y letras por enésima vez.