Desde 1932, la afro-descendiente Gnarda reclama la ciudadanía salvadoreña pese al abandono vigente que desea confiscarle “la honra”. Su existencia la refrendan María Gertrudis y Rosa María, líderes indígenas desconocidas. Ellas piden una restitución por 1882, la expropiación de sus tierras comunales. Sin justicia legal ni poética, los ejidos confiscados ofrecen el reflejo de su cuerpo bajo el asalto viril extraño. Según decreto político e histórico, la mujer violada y agredida suscribe el lugar de la ficción. Por ese doble estigma —étnico y femenino— la triple existencia femenina pertenece al olvido. Incluso la desdeña la memoria de las gestas revolucionarias. La Fulja, María Asunción, la pobre Quina también padecen el mismo ultraje (véase: “Balsamera bajo la guerra fría”, UDB, 2005). Casi todas ellas declaran que la esfera legal que hoy se llama “acoso sexual”, en su época recibía el nombre de “derecho de pernada”. Como siempre, al silencio de la historia se contrapone el derecho a la palabra femenina tildado de ficción, en dos palabras po-Ética.
From Aztlan to Cuzcatlan
Native Woman Day, 3 September 2019
Since 1932, the afro-descendant Gnarda claims her Salvadoran citizenship despite the current ban that wishes to confiscate “her honor”. María Gertrudis and Rosa María, Native forgotten leaders, certify her existence. They demand restitution for 1882, the expropriation of their ancestral land. Without legal and poetic justice, the confiscated Ejidos offer an image of their body under foreign male assault. By a political and historical decree, any raped and debased woman is cataloged as fiction. By a double stigma —ethnicity and gender— that triple female existence belongs to oblivion. Even revolutionary agendas disdain their memory. La Fulja, María Asunción, the poor Quina also experience a similar offense (see: “Balsamera bajo la guerra fría (Balsam Land under the Cold War)”, UDB, 2005). Almost all these women declare that the legal sphere nowadays called “sexual harassment” received the name of “droit du seigneur” in their period. As always, the silence of history confronts the right to speech called fiction, in two words po-Et(h)ics.