Mientras en ciertos lares se cree en la razón redentora de la ciencia; en otros se exalta la poesía. Los unos le cantan a la lluvia. Aseguran que las gotas caen en rima. Al precipitar su transparencia, en el suelo encarna las plantas. Los otros, incrédulos de la palabra, la vuelven fórmula química. Purifican el agua, la entuban y, potable, la distribuyen a precio justo. Dicen.
Entre ambos media la sospecha. La primacía del sujeto o la del objeto, a menudo sin percibir su enlace. Su dependencia y reconversión de mundo en sí a mundo para sí. Hecho fórmula o palabra, el mundo ignora ambas pautas. Pero lo representa y le encubre su verdadero valor. Su origen se vuelve utilidad, como la naturaleza agricultura y jardín.
Entre la subjetividad pura y el lenguaje universal, se sitúan las lenguas regionales. En ellas se aúnan el nombre de la cosa que deriva de mi estado de ánimo y la tabla periódica de lo Real, ajena a mi enfado. Autorizadas en idiomas nacionales, esas lenguas le imponen el ritmo a ambos extremos. El Yo lo enuncia el idioma; lo universal también lo anuncian sujetos particulares en su lengua.
Tal es el vínculo —natural y social— inevitable de lo humano. Aspire a lo individual en su sentimiento y emoción directa. Anhele entender lo general en su representación química y matemática experimental. Lo humano siempre recurre a una lengua nacional para expresar su experimento o descubrimiento.
En este momento histórico, si las poéticas aún declaran la diversidad necesaria de lo geo-cultural, en estos lares, la ciencia la unifica el idioma inglés. Ni las matemáticas ni la química se dispensa de su uso. En cambio, piensan lo universal bajo sus preceptos gramaticales, Los resúmenes/ abstracts y las explicaciones adicionales traducen lo universal a ese idioma único. Lo mismo sucede en la comunicación visual. Siempre en inglés, reclama que la imagen es superior a la palabra. Así, sólo la palabra de una nación postula el valor de la imagen.
Invariablemente se repite la paradoja. Lo universal lo descifra una lengua particular; el valor de la imagen, la palabra. Disimulado, el contrasentido culmina en la libertad de expresión en una sola lengua nacional. La que invade, traduce el mundo y lo acomoda en urbes a su arbitrio. Esta omisión de la diferencia se acentúa en el sur-oeste de EEUU. La educación elemental no reconoce que el legado indígena e hispano —en lengua y filosofía— completaría lo universal. Lo universal intenta evadir el lugar en el cual vive la razón y su método.
Lo demuestra la falta académica de referencia a los pueblos ancestrales y el predominio de la historia universal del Occidente. Lo verifica el olvido del legado hispano en el territorio norte de la Nueva España. Lo universal es no enseñar la lengua del Otro, sino acomodar lo Otro a lo Mismo. Mientras lo universal implique la exclusión de la diferencia, todo cometido democrático de lo Múltiple queda reducido a lo Único.
Hay una neta responsabilidad de la práctica científica —de la tecnología monolingüe— en el auge del nacionalismo y la xenofobia. Desean ser sin estar. No asumen que el lugar —Dasein— modifica las implicaciones lógicas de sus enunciados. Las validan sólo en el idioma nacional y en la perspectiva histórica de un grupo étnico único. El nuevo clan impone su hegemonía bajo el disfraz de lo global y exclusivo.
Vivimos la des-orientación del mundo. “America is not in the Americas”. En su rechazo por las lenguas ancestrales. En su repudio por el idioma mayoritario en este continente académico. Por ello, si habría extranjeros serían quienes ignoran la geografía que los sustenta. La escritura de la tierra la transcriben la piedra y la semilla. Los huesos vivos narran el pasado. En una po-Ética plural, casi nadie lee el reverso denegado de la ciencia.