El Salvador
sábado 23 de noviembre de 2024

Carlos Cañas, días de montaña

por Redacción


Llegué a su casa. Él me preguntó si solo a mi me habían enviado, y me invitó a entrar. Habían cientos de pinturas de diversos tonos y colores.

Conocí al pintor Carlos Cañas un día del año 2006, fue durante los meses que trabajé en el servicio cultural de cancillería, tuve que ir a recolectar las obras de cinco pintores para una exhibición de arte que se haría en Miami. Me encomendaron ir a casa de Carlos Cañas. La verdad es que no sabía casi nada de él. Al abrir su puerta, vi que era medio enojado, bravo, serio.

Llegué a su casa, con mi sonrisa. Él me preguntó si solo a mi me habían enviado, y me invitó a entrar. Habían cientos de pinturas de diversos tonos y colores. Unas puestas en las paredes, otras por el suelo. Por todos lados. Ese día él me tenia que dar cinco pinturas. Las escogió y me las llevé. Eran de colores cálidos pero no recuerdo sus detalles. Eran abstractas. Esa fue la única vez que lo vi de cerca y muy contento, al ver que yo también amaba el arte, se despidió. Sus pinturas eran vida y movimiento, algunas extrañas, otras destellos de color y otras más realistas, noté que era extraordinariamente observador y muy valiente.

Considerado precursor del arte abstracto en El Salvador. Carlos Cañas nació en San Salvador, el 3 de septiembre de 1924. Su obra cambiante en estilos, texturas y formas, pero siempre dirigida a ser luz y voz, llegando a ser también política y social.  Estudió en la Escuela Nacional de Artes Gráficas de El Salvador y en 1944 egresó como profesor de Dibujo, Pintura e Historia del Arte.

En 1945, lidera un grupo de jóvenes artistas “Los Independientes”, de raíces proletarias quienes se oponían a “Los académicos”.  Pero 1950 partió a Madrid, España, para estudiar en la prestigiosa la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, becado por el Instituto de Cultura Hispanoamericana, gracias a gestión de Raúl Contreras. Su estancia en esos años en España, le hace conocer de cerca el humanismo, y se siente acogido por sus compañeros y amigos.

En ese país conoce Carmen Gutiérrez Verde, con quien se casa y compartió toda su vida, fiel guerrera amorosa del arte, como él. Durante los siguientes ocho años expone en ciudades de España, Alemania y Francia. Retornó a El Salvador en 1958, y funge como catedrático en la Escuela de Arquitectura en la Universidad de El Salvador. Causó una revolución en el campo de las artes.

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Mostró su trabajo “cubista” en una exposición en la Universidad Nacional, el cual fue rechazado y destruido.  Es que no se puede quedar bien con todo mundo. Y fue criticado, obvio, era un abstracto en búsqueda constante. No eran paisajes fotográficos. En fin. Eso le causa un gran impacto y tristeza, pero también rápidamente resurge su coraje y necesidad de expresarse. Realiza mucho arte abstracto, continúa trabajando intensamente, nunca se detiene.

La cúpula de la Sala Principal del Teatro Nacional de San Salvador fue pintada por él magistralmente, musas y mangos maduros sobresalen.  A través de sus obras, también denunció violaciones a los derechos humanos, como la serie “Testimonios”, que retrata el allanamiento militar a la Universidad de El Salvador hecho ocurrido en 1972.  También uno de sus cuadros más impresionantes es  “Sumpul” realizado en 1984, en memoria a las víctimas de la Masacre del Sumpul ocurrida en Chalatenango en 1980, terrible realidad que sufrió una multitud de gente intentaba atravesar y escapar por el río Sumpul, fronterizo con Honduras, y muertos por el ejército salvadoreño y por soldados del país vecino, quizás su pintura más importante. Un cuadro sumamente interesante es “Los Perros”, como seres mitológicos o  cadejos, el bien y el mal, entrelazándose, en color rojo y negro…

En 1984, el Museo Forma de San Salvador, le realiza una retrospectiva de toda su vida (1938-1984), mostrando 105 cuadros. Diferentes épocas.  Continúa plasmando sus  vivencias como en la serie “Hospitales”, que refleja la tristeza, la soledad, los enfermos, el dolor, la pobreza. Siempre hay una pregunta en las pinturas de Carlos Cañas, siempre cuenta un cuento. Durante cinco años, de 1996 a 2001, ejerció el cargo de director del Centro Nacional de Artes (CENAR).

Un día de junio de 2011, el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), recibió una donación de  pinturas. Santiago, su director, informó que el maestro Carlos Cañas había donado estas obras a movimientos de solidaridad con El Salvador en Europa, durante el conflicto armado de los ochenta. Los dibujos son de gran valor histórico y artístico, contienen una poética interpretación sobre la cotidianidad que se vivía en los campamentos insurgentes durante la guerra civil, que recrean el imaginario visual de una época crucial de nuestra historia.

La exposición “Carlos Cañas, días de montaña” fue abierta al público el sábado 21 de julio de 2018. Aunque él no fue combatiente de las guerrillas, se le dio ese nombre a la colección expuesta, por su contenido, realmente parecía ser en esos días de montaña, cada pintura tiene un nombre escrito con su letra, cada obra es impactante. Creo que hacer eso, en ese momento era peligroso exponerse así, y Carlos lo hizo. Tenia que registrarlo, tenia que hacerlo, era su deber de artista. Siempre tuvo un respeto por registrar el tiempo.

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Los dibujos son extraordinarios, una calidad perfecta,  firmados en 1981 por Carlos Cañas, regresaron a El Salvador, y son parte del patrimonio. Viajaron tanto pero ahora están aquí. A unos pasos de mí. Y de quien quiera verlos. Estos impresionantes dibujos, son denuncia clara. Supongo que los realizó a  costa de su vida, el arte “llamaba”, dejó reflejado con total belleza, a pesar de la escena surtida de armas de donde surgen flores y humanos dándose caricias o tocando una guitarra en una cueva. O la unión humana surgiendo entre como un árbol, las madres velando el sueño, la libertad, el amor, la música en medio de la noche en las cuevas… La muerte ronda. La vida también. Ningún ser sonríe. Aunque dan esperanza.

Estos son los nombres de cada una expuesta en el MUPI:

– Retorno feliz del guerrillero después del enfrentamiento.
– El árbol de Farabundo.
– En la noche los guerrilleros cantan canciones de libertad y paz.
– Sueño de libertad.
– Guerrilleros reposando.
–  El amor, arma de los guerrilleros.
– La siesta del guerrillero, vigilada por madres guerrilleras.
– Guerrilleros apostados.
– La muerte del guerrillero es la vida: vida nueva solo para los pueblos que luchan por su independencia definitiva.
– Compañeros guerrilleros en el campamento.
– Guerrilleros defendiendo un lugar liberado.
– Guerrilleras.

Era un arte “subversivo” para mucha gente. Y ser subversivo, era la muerte. Son estos dibujos, de los que más me impresionan de su trabajo. Su detalle y vivencia. El simbolismo que retrata. La simplicidad de color y la representatividad en ese momento en que hizo estas obras.

Regresando a 2006, una vez, investigaba algo en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de El Salvador, me encontré como perdiéndose en el tiempo, un inmenso mural mosaico con firma Carlos Cañas de 1962, en la azotea de la Biblioteca, en el centro histórico, yo almorzaba en un comedor que había ahí. No sé si seguirá ahí, ya en ese tiempo el edificio estaba frágil, habían grietas, me iba a dialogar con el mural a la hora del sol en cenit, entre la soledad, viajaba y le observaba trabajando ese muro.

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En abril de 2017, la Alcaldía de San Salvador mientras realizaba excavaciones y remodelaciones en el Parque Morazán, frente al Teatro, descubrió un mosaico del artista realizado en los años sesenta, enterrado. Ahora, remodelada la Plaza, el mosaico que había estado enterrado volvió como Ave Fénix y el pueblo puede verlo. El arte por el arte. El arte para todos.

Entregó su vida, su néctar puro. Nada ni nadie es perfecto, para mi ¡él sí lo era! Una fructífera obra artística. En el año 2012, le fue concedido el Premio Nacional de Cultura. Ya había hecho de todo, y seguía innovando, nunca hacía lo mismo. Sus pinturas tienen más color en sus últimos días. Figuras humanas difuminándose con los cálidos colores.

Carlos Cañas falleció en San Salvador el 14 de abril de 2013.  El pintor el genio. Silencioso. Quejumbroso y con razón, al ver la indiferencia hacia el arte y cultura. Aun así, le recuerdo sonreír.  Amando a su país. Amando, viendo y pintando las condiciones humanas a su manera. Amando a la  pintura sin esperar nada y esperando todo.

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