“Hoy por hoy” —dicen— que el presente arrecia, el pasado declara su enseñanza. Se suceden despidos de funcionarios. Todos competentes —dicen— pero muchos emparentados a cuadros del partido ex-oficial. Su capacidad les aseguraría un fácil acceso a puestos similares fuera del gobierno, creo quizás equivocadamente. Pero reclaman la dificultad de encontrar empleo en otro sitio que no sea el Estado. También denuncian la persecución familiar que —bajo la democracia, dicen— continuaría la represión de la guerra civil.
La misma dificultad que declaran los familiares, jamás la confiesan quienes —sin lazos de parentesco— tampoco encuentran trabajo en el gobierno. Ni fuera de Él. Miles de salvadoreños viven en el extranjero, no siempre por voluntad propia. La opción del destierro obedece también a la falta de parentela que obliga a emigrar. A la búsqueda de un trabajo de su competencia. Sin el “cuello” ni las “palancas” necesarias para ingresar al gobierno, nunca cumplirán los requisitos de aptitud idónea.
Otros tantos miles viven en el desempleo, o subsisten a bajos salarios. En este arduo presente, —empleo para familiares y amigos— desempleo para las enemistades, siempre incompetentes. Ineficaces como los miembros del partido oponente. El pasado enseña la paradoja. El laberinto de la presencia.
Basta apreciar la portada de un libro de historia social. Abrir algunos de historia literaria. Todos bien documentados recolectan archivos olvidados. Escriben la excelente historia oficial del gobierno recién concluido. Basta sólo un par. Hay que observar a quienes nombran sus antecesores. No hay presente Preciado que no restituya el pasado. A la búsqueda de Pedro Páramo, se exhuman los antecedentes críticos de las dictaduras militares.
A menudo, los consagran bajo la nombradía “Héroes de la pluma”. Sin olvidar a las “Héroes del pincel”. Todos ellos —ellas también— sin borrar ello, la presunta neutralidad del tercer género. Sin exclusiones, su disidencia las publican las editoriales estatales. Las distribuyen las embajadas salvadoreñas. Incluso en versión bilingüe, español e inglés. “Revista El Salvador”, “Síntesis”, “Guión Literario”…
Eso demuestra el pasado irredento. Son delegados oficiales a veces. Ocupan puestos diplomáticos y gubernamentales de prestigio. Pero su competencia profesional no la afianza el parentesco. En cambio, proviene de sus propias dotes intelectuales. Esas dotes artísticas la historia oficial del recién concluido mandato presidencial las juzga en disidencia con el Estado que las fomenta. Ambos —de derecha a izquierda— las promueven por razones nacionalistas.
Los modelos literarios —en alabanza presente— los publica la venia del estado dictatorial. Los distribuye el Estado militar, antecedente cultural de la izquierda al poder. Quizás hoy su difusión se juzga a regañadientes. A contrapunto disonante del proyecto político, el Estado disemina la obra de lo “Heroico”. Así el pasado anticipa la presencia más radical en el gobierno, quienes inspiran la crítica actual. La de la izquierda en el poder, ya sin revolución ni muerte.
Ante los reclamos de despidos, la enseñanza del pasado es simple. Los estados dictatoriales no publican, ni atribuyen tantos puestos por nepotismo. Tampoco otorgarían cargos por filiación partidista. En cambio, aplicando la historia oficial en boga, apoyan la disidencia. Distribuyen “lecturas nacionales”. La obra de sus fervientes críticos, según la izquierda en el poder. El quehacer artístico de los críticos —que el pasado gobierno considera sus antecesores directos— los difunde el Estado militar. Ellos mismos figuran en las revistas oficiales, en ministerios y diplomacia durante los regímenes militares. A nombrar cuáles oponentes al FMLN reciben iguales privilegios, a los letrados y artistas que juzga en oposición frontal con las dictaduras militares. De eso que llaman nueva historia oficial, sin derecho al diálogo, a la discrepancia de opiniones que reconoce en su precursora: la Ciudad Letrada militar.
En síntesis, desde el ex-silio siempre, aseguro que la enseñanza del pasado se contrapone a la presencia. La acción presente reinventa el pasado a su imagen y semejanza, sin asumir sus secuelas. Esta es la ecuación de su legado: Nepotismo – Empleo de familiares y amigos competentes = Democracia vs. Rectitud – Empleo de enemigos disidentes, críticos del gobierno = Dictadura. Esta obvia contradicción establece una de tantas paradojas salvadoreñas.