Contrario a lo que podría pensarse, el tema de la defensa de la dignidad y los derechos de la mujer siempre fue una preocupación central en el programa político y social del ensayista y polemista Don Alberto Masferrer. Sin embargo, este ha sido un tema que no ha sido abordado con la suficiente profundidad que ameritaría a excepción de la académica Marta Casaús Arzú, quien ha incursionado en el mismo estableciendo que fue un movimiento propio derivado de la teosofía.
Para ella, dicho feminismo redundó en la defensa de las prerrogativas de mujeres pertenecientes a distintos estratos sociales y con distintas aspiraciones. Allende a esta circunstancia, la especialista sostiene que esto también provocó la incorporación de muchas féminas tanto salvadoreñas como guatemaltecas a las distintas sociedades vitalistas que se fundaron en sus respectivos países, cuestión que también es confirmada por Carlos Cañas Dinarte en su libro Vida y obra del maestro Alberto Masferrer.
En este sentido, en el Archivo General de la Nación de El Salvador puede encontrarse un documento mecanografiado (Ver FONDO ALBERTO MASFERRER, caja 1, expediente 17, serie 10, conferencias y artículos, “El Feminismo”) en donde Masferrer se hacía una serie de preguntas tales como ¿Qué objetivos y qué beneficios conllevaría impulsar el movimiento feminista a nivel social?
En ese momento se percibía que Masferrer pensaba que las mujeres de su tiempo se encontraban poco instruidas, lo cual dificultaba en gran medida que fueran las artífices de su propia liberación. Masferrer además se hacía preguntas que aún hoy en día nos seguimos formulando al estilo de ¿han aportado algo de trascendencia las mujeres a la humanidad? Sin duda alguna; aunque en la actualidad más de alguna mujer se pudiera sentir ofendida, en esos días dicho planteamiento se hacía con total espontaneidad.
Desde esta perspectiva, Masferrer, junto a otras mujeres intelectuales como Matilde Elena López o Prudencia Ayala, fue uno de los pioneros en plantearse el serio problema de la liberación femenina no solo a nivel nacional sino también a nivel centroamericano, ya que dicha libertad se encontraba supeditada literalmente al hombre; en la conferencia antes citada también puede percibirse entrelíneas que Masferrer consideraba que para lograr tal propósito la mujer tenía que unirse e interactuar más entre sí para adquirir cada vez más protagonismo. Ahora bien, como era común en la mirada holística masferreriana, había un planteamiento previo que tenía que cumplirse y era el de reformar todas aquellas leyes que fueran en detrimento del progreso cultural y material de la mujer, a sabiendas de que estas responden y siempre han respondido a la idiosincrasia y costumbres de una sociedad espacio-temporalmente determinada.
El principal problema social que Masferrer consideraba debía ser atendido por el feminismo era el de la infamia de la paternidad irresponsable que aún hoy en día es palpable en la sociedad salvadoreña de pleno siglo XXI, así como también en la mayoría de países latinoamericanos; luego venían aspectos como la búsqueda de auto-respeto y la valoración social de la mujer a través del desarrollo de una autonomía bien consolidada que no adoleciera de ningún tipo de limitaciones.
En otras palabras, Masferrer quería que las mujeres tuvieran la capacidad y la facultad de autorrealizararse, pero para lograrlo no solo era necesario que estas tomaran consciencia de ello sino también y principalmente los hombres por ser estos los sujetos activos y directos de la opresión.
Ahora bien, Masferrer consideraba que la mujer no solamente tenía derechos sino también obligaciones y tenía que haber un justo equilibrio entre ellos, le adjudicaba como su mayor deber el cuidado y crianza de los hijos sin que por esto –claro está– tuviese que ser limitada a expandirse en otras áreas. Resulta interesante que esto fuese lo fundamental para Masferrer y que otros derechos que hoy juzgamos como inalienables no fueran tan importantes. Nos referimos a derechos como emitir el voto o ejercer una profesión. Esto lleva a pensar que en tiempos del maestro había cosas mucho, pero mucho más fundamentales que solucionar.
Sin duda alguna, en ese tiempo todavía existía una gran cantidad de prejuicios como los de si la mujer debía de llevar el pelo corto o largo o cuál debía ser la altura de la falda que debía de ponerse o si debía ir a ciertos lugares sola o acompañada. Lo destacable de esta mentalidad era que la mujer siempre era colocada en una situación de minoridad por lo que socialmente debía ser tutelada en nombre de “su propio bien”. Para Masferrer, para revertir dicha situación lo importante era ir remodelando las ideas que navegaban en el ambiente para luego ir produciendo cambios paulatinos, cambios que –era consciente– tendrían resistencias, ya que de esta esclavitud, el único que salía beneficiado era el hombre insensible producto de la rigidez patriarcal en boga.
Con todo, si observamos estas posturas progresistas de Don Alberto no es difícil comprender porque en su momento apoyó la candidatura a la presidencia de la activista feminista y madre soltera Prudencia Ayala, cuando la mayoría de periódicos nacionales y extranjeros lo que hicieron fue mofarse de ella y convertir su iniciativa en un circo. Ahora bien, tenemos que ser muy prudentes en este punto ya que el mismo Masferrer se cuidó mucho de no equiparar a la mujer con el hombre en el sentido más lato del término, o de crear una lucha sinsentido entre ambos sexos. El objetivo de Masferrer era más bien el de dignificar a la mujer dentro de su misma naturaleza femenina con sus características propias. El autor de Leer y escribir es preclaro en sus razonamientos y aún hoy en día sacaría de su error a muchos feministas radicales e irracionales que tienden a tergiversar las verdaderas luchas del feminismo bien entendido tal y como lo concebía Masferrer:
¿Es la mujer un ser diferente que el hombre? Sin duda que sí: con diferencias que nunca se borran, puesto que radican en el alma y en el cuerpo; y cuando se borran es por degeneración. Diferente, no quiere decir contrario, como se lo imaginan muchos feministas, cuya ideal sería hacer de la mujer una rival del hombre. Ello es totalmente absurdo: el prurito feminista de desterrar al hombre de ciertas actividades; de arrebatarle ciertas ocupaciones, revela una radical incomprensión del problema. El hombre y la mujer no pueden ser contrarios ni rivales, puesto que el uno no niega al otro. En el producto de dos números, uno complementa al otro, no lo niega.
Para finalizar, debe hacerse notar que las partes subrayadas en la cita textual fueron puestas por el mismo Masferrer y era debido a que él quería dejar bien claro que en ningún momento apoyaría o estaría a favor de un feminismo malsano como muchos de los que existen hoy en día y que van enfocados a vivir de la pugna permanente o de rebajar al hombre con un sentido revanchista. El feminismo masferreriano, en definitiva, consistía en tratar con justeza a la mujer.
En esta dirección Masferrer fue enfático en establecer que de haber alguna confrontación entre sexos esta sería únicamente por el tiempo que el correcto feminismo se tardara en conseguir los objetivos planteados ya que lo que vendría después sería exclusivamente la complementariedad y cooperación mutua entre hombre y mujer. Para él, esto era lo natural y lo deseable; cualquier otro tipo de feminismo constituía una perversión y una desviación:
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