El Salvador
sábado 23 de noviembre de 2024

De adivinanzas: Ciencia vs. Consciencia lingüística (II)

por Redacción


Salvo que la lingüística privatice la lengua, la hablante (Yo) carecería de todo derecho de analizarla en las unidades constitutivas de su elección.

OW 1

I. Del sonido al sentido

Ningún sapo fue mi madre,
Ni mi padre sapo fue,
Sin embargo así me llaman
Y me agregan una T…

La primera técnica recorta la palabra en sonidos-letras o en sílabas significantes, tal cual el ejemplo de Ah/gua-Chapa-Pan y el epígrafe anterior: S/Zapo-t(e).  A esta repartición, el locutor le atribuye un sentido distinto al original ya que, al recomponerse, cada sección se despoja de su significado manifiesto, por el cual el oyente debe recrearlo en su ingenio.  Demo(s)-g/cracia.  En ningún ejemplo de esta reconversión, las unidades mínimas del sentido —según la ciencia— se corresponden con las que utiliza la conciencia.  Dos lingüísticas se enfrentan como el día y la noche.  Del lado transparente y diurno existe la lengua —¿objeto sin sujeto?—; del opaco y nocturno, el habla y el discurso, en su intersubjetividad constante.

OW 2

Por un juego de inversiones semejantes a la dualidad del acto de habla —Yo X Tú— el “don de algo” se vuelve una materia concreta.  Por transposición, el producto natural —“algo don = algodón”— recordaría la formación clásica del término hidalgo, “hijo de algo”.  Traducido al inglés se glosaría “something sir = Mr. Something”, acaso por el prestigio de la fibra natural.

Me dicen algo
Y no soy nada
Me dicen don
Y no soy = el algodón.

El juego de inversiones lo aplica también el nombre de una fruta, cuya negación de identidad —“…no es…”— insinúa su verdadera filiación: “plata-no..” = “silver-no(t)”.  “No es plata” se reconvierte en “es plata-no”.

Plata, no es, no es, oro, no es,
Abre las cortinas, y verás
Lo que es = plátano.

El mismo arbitrio entre los sonidos-letras y el sentido lo insinúa también el ejemplo siguiente, al acoplar los dos verbos conjugados del comienzo en un sustantivo distinto.  La única relación entre “chocar” y “latir” con “chocolate” son las letras iniciales que —al declinar los verbos— se identifican al sustantivo aludido.  Quizás al ingerirlo se produzca ese choque que hace latir corazones: “(what) I crash it beats”, when I eat chocolate.

Choco mi gato,
Late mi perro = chocolate.

Alternativamente, “choco” remite a “ciego”, mientras “latir” evoca el aletear constante de la vida, antónimo de “enmudecer”.  Por lógica discursiva, “(what) I crash it beats” = “(the) blind beats/pulses” = “chocolate”.

Un viejo choco
Late y no es perro = chocolate.

Incluso en ciertos caliches —caló urbano— “me late” significa “lo creo/pienso”, esto es, “water It believes/thinks”, complicando la ecuación sonora del sentido.

A veces, como el ejemplo siguiente, la secuencia de la palabra íntegra se halla en el texto.  El oyente la deduce de la juntura entre dos términos que se enlazan en el habla rápida normal.  O, en inglés, “to me that = table” = “me-ésa”.

Adivíname ésa, que ya te lo dije = la mesa.

Al igual que el ejemplo anterior “al hambre” confluye musicalmente con “alambre”.  La clave se deduce de la manera en que el habla popular recorta la cadena significante —sonora y gráfica.  El libre arbitrio interpretativo guía el resultado final a doble sentido.

¿En que se parece un pan a un poste telegráfico? = en que sostienen al…hambre (donde “to (the) hunger = wire”).

Más evocador, la fruta insinúa el agua que se saborea con frescura y deleite.  “Water taste = avocado”.  Esa delicia —en la segunda charada— remite al amor en emoción cordial, que oscila entre el gusto, el golpe y el sentir: “water taste/hit/feeling”.

Agua corre por mi fuente,
Y cate por lo consecuente = el aguacate.

Agua pasa por tu casa
Y cate por mi corazón = el aguacate.

Igual de sutil resulta canonizar todas las palabras que comienza con la sílaba “San, Zan” al otorgarles su calidad de santas.  El sonido mismo les otorga un sentido sacro que lo complementa el proceder mismo de la entidad referida.  El habla popular, la primera sílaba de los cinco ejemplos siguientes —las tres últimas del sexto— las interpreta en unidad significante con igual valor que un morfema lingüístico.  La manera en que el habla popular recorta las palabras desafía la ciencia del lenguaje.

Ya se citó que “Sancho” rima con “ancho”, “wide”, a la vez que la primera sílaba santifica el nombre.  Por ello califica como “el santo más glotón”.  Hablar implica una infracción persistente de las leyes gramaticales y de las expectativas de los diccionarios.  Nunca predirían que la sílaba inicial “San/Zan” se analice como palabra independiente, ya que lo deriva de zanca, esto es, zanc-a/o vs. zan-ca/o.

¿Cuál es el santo más molesto? = San…cudo.
¿Cuál es el santo más profundo? = San…jón.
¿Cuál es el santo más chiquito? = San…Tito.
¿Cuál es el santo más bailón? = San…vito.
¿Cuál es el santo más glotón? = San…cho.
¿Qué santo no lo es en ninguna parte? = Santo Tomás de Aquí…no.

Salvo que la lingüística privatice la lengua, la hablante (Yo) carecería de todo derecho de analizarla en las unidades constitutivas de su elección.  Convertida en robot —lora sin arbitrio— repetiría en eco el dictamen definitivo de las gramáticas y de los diccionarios autorizados.  El rígido autoritarismo presupondría la existencia de un objeto —un lenguaje; una lengua— sin un sujeto hablante que lo adopte a los múltiples encuentros diarios, previstos y casuales.

La adivinanza enseña que el sentido estricto de un simple término lo determina la manera en que el habla reconstituye su significación original.  En el discurso, las palabras no conservan sino su ropaje material al ensamblarse en unidades más complejas.  El último ejemplo refuerza la interpretación subjetiva al analizar la unidad lingüística según el libre arbitrio, en neta discrepancia con las reglas morfológicas.  La etimología ancestral de Aquino, la lengua, no predice ni contradice el habla: Aquí…no, Here…No(t).

En conclusión, habría dos unidades mínimas del sentido, a saber: las de la lengua —científicas y objetivas; ¿la lengua hecha objeto?— las del habla, el idioma en su contexto inter-subjetivo.  Todos los ejemplos anteriores demuestran cómo la teoría lingüística difiere del análisis que el habla popular realiza del idioma.  En confirmación final, el “sebo debajo de la olla” se llama “la cebolla”, es decir, “solid fat-pot”.  La etimología, la morfología ni el diccionario explican la interpretación creativa en el habla popular.  Contra toda indicio lógico y gramatical, la lengua no revela un contenido preciso; en cambio, todo mensaje —recado en la lengua coloquial— ofrece un acertijo que esconde la intención del locutor (Yo), el sentido mismo del discurso, al igual que el efecto interpretativo en el oyente (Tú).

OW 3

Al hacer de la lengua un objeto, una reflexión final indicaría una doble conclusión.  Las palabras y el discurso adquieren el mismo estatuto que las cosas naturales.  Por la exigencia de la objetividad, los diversos niveles de la lengua se analizan con igual minuciosidad que una entidad física.  Asimismo, el sujeto hablante se desposeería de casi toda facultad creativa bajo la sumisión de las reglas gramaticales estrictas.  Alicia ya no viviría en Maravillolandia.  Sin libre arbitrio, en eco repetiría los dictados de sus superiores.  Lorilandia / Parrot-Land le otorga plena ciudadanía técnica.  Por fortuna existen las adivinanzas, cuya caravana de sentidos traspasa toda frontera autoritaria estricta.

OW 4