El Salvador
viernes 22 de noviembre de 2024

Esfera pública militar ¿Legado de izquierda? III

por Redacción


Mejor aún, el único vivo y verdadero anuncio, lo consignaría la actualidad cuyo debate oficial, a baja intensidad, no supera el de épocas anteriores a la democracia.

 III.  Conjunción de los opuestos

Reproducir en espejeo la lógica del adversario al momento de transferir el poder; un poder regido por el decálogo del Espectro.  JD

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Este panorama que se apropia de la esfera pública militar facilita el traslado de la derecha hacia la izquierda, viceversa.  A un discurso idéntico le corresponden iguales personajes en la esfera pública.  La misma condena de los mesones que I. López Vallecillos (“El periodismo en El Salvador”, 1964: 367) resalta del discurso masferreriano la anticipa “Cypactly” (1932), validando el apoyo universal al “mínimum vital”.  Años después, la Junta Nacional de Turismo exhibe “Mesón por la tarde por Alberto Guerra Trigueros” en la “Revista El Salvador” (1935-1939), en libre expresión del pensamiento.

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Quizás este vaivén estipule la interminable pugna por definir el sentido exacto y único de las doctrinas y sus conceptos.  Más difícil que privatizar el agua —debate actual— resulta singularizar las palabras que cada partido considera propias de sí.  Se ignora cuál divisa o imagen refiere la verdadera denuncia: la de Masferrer, la de “Cypactly”, la de Guerra Trigueros en una publicación oficial o la comprometida de López Vallecillos.  Tal vez las cuatro exigen a la vez una vivienda mínima, en su orden cronológico por épocas: la del vitalismo original, la de dos seguidores civiles en los treinta, la de su reiteración en la política de la cultura oficial, la comprometida de la cita final.

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Mejor aún, el único vivo y verdadero anuncio, lo consignaría la actualidad cuyo debate oficial, a baja intensidad, no supera el de épocas anteriores a la democracia.  Abierto a la publicación oficial de sus oponentes, el gobierno martinista difunde “Mesón por la tarde”, otros ensayos de Guerra Trigueros, en versión bilingüe e ilustraciones —“Las iglesias coloniales de El Salvador” (“Revista El Salvador”, 1937) y “La pintura en El Salvador” (1938-1939), etc.— al igual que el indigenismo plástico y poético.

Asunto inédito hoy —en el encierro partidario de lo global— se dificultaría rastrear ediciones estatales que incluyan a los adversarios en debate directo, o en promoción (inter)nacional de su obra.  Por ello, si J. C. Chicas Molina asevera la presencia de “un mando de caudillismo militar y aplastante control social” (“La vivienda popular”, 2015: 72), esta vigilancia autoriza una Ciudad Letrada de escritores y lectores, ante todo citadinos, como lo demuestra Cuéllar para 1933.  A quienes en “Patria” —y otras publicaciones— entablan una crítica ávida del régimen, la esfera pública militar les otorga una amplia difusión bilingüe en el extranjero.

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Fuera de esta Ciudad Letrada —masferreriana y cambiante— la historia urbana señala cómo el despegue “del Fondo de Mejoramiento Social” durante Martínez adquiere un proyecto más definido a partir de “la Constitución de 1950” (J. C. Chicas Molina, 2105, e “Historiografía de la vivienda mínima”, 2017).  A la construcción del “Estadio Flor Blanca” (1935), Chicas Molina añade el paso de una ciudad tradicional —dividida en barrios— a una urbe moderna, en colonias dispares.  Durante la presidencia de Osorio se crean el Instituto de Vivienda Urbana (IVU) y la Dirección de Urbanismo y Arquitectura (DUA).  En 1951, la primera realización se llama “Colonia Las Delicias” en Santa Tecla, luego surgen otras urbanizaciones semejantes y multifamiliares (Chicas Molina, 2017: 70 y 72).

Como siempre, sólo una lectura especulativa enlazaría la poética —el ideario masferreriano aludido— con “el aporte institucional significativo” que Chicas Molina (2017: 76) le atribuye al IVU y a DUA , esto es, la historia.  Permanece la incógnita de indagar si la persistencia del ideario masferreriano —la poética— impacta los proyectos sociales, la historia.  Reticente al diálogo, el saber académico presupone el análisis.  Su separación obligada —política educativa (Lindo y Ching), urbanismo (Chicas Molina), Ciudad Letrada (Cuéllar), etc.— dificulta toda síntesis que comprenda el sentido pleno de su unidad social.  De un lado sitúa las ideas, las imágenes y las palabras; del otro, los hechos y la práctica, sin una pro-yección que los vincule.  El requisito ético de una vivienda mínima —condena de los mesones— y el programa social de vivienda mínima pertenecen a dos disciplinas del análisis: historiografía literaria e historiografía urbana.  Por sabiduría tradicional —la de los refranes— no debería ignorarse quién aplica el Mínimum Vital: quién recolecta la obra, jamás completa del maestro —el dicho— quién ejecuta obras, siempre parciales, el hecho.

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En el ámbito de la poética, el ejemplo prototípico de apropiación lo exhibe Quino Caso —“otro miembro del círculo de “carne y hueso del” vitalismo y marxismo “emparejados” (Cuéllar, “Salarrué en Patria”, 70).  Obviamente, esta camarilla intelectual desemboca en la presidencia en curso (2014-2019), sin anotar las colaboraciones que enturbiarían al virtuoso antecesor.  La lógica historiográfica fecharía diciembre de 1931 el primer golpe de estado marxista-vitalista en El Salvador.

Por esta integridad —crítica y colaboración unidas— en firme réplica masferrreriana, el apoyo al Golpe del Estado (diciembre de 1931) hace del anti-imperialismo la razón del nuevo gobierno militar contra A. Araujo (“Contra el expresidente Araujo”, 6-8 de diciembre de 1931).  Un discurso anti-hegemónico asegura el ascenso al poder político del primer gobierno militar.  En anticipo navideño, se realizan las bodas solemnes entre la Ciudad Letrada y el Estado.  Este ideal del presente lo autoriza el propio A. Masferrer.  Mientras “Cypactly” (diciembre 8 de 1931) describe a Quino Caso en apoyo al golpe de estado —antesala del 32— y el “Boletín de la Biblioteca Nacional” (1932 y ss.) publica los artículos de un presunto oponente, Cuéllar lo certifica como antecesor del “Buen Vivir” de Salvador Sánchez Cerén.  El preludio del vitalismo marxista contemporáneo lo ofrece un miembro del “Directorio Militar” —el apoyo escrito del propio Masferrer— los cuales calificarían por su noble intención utópica.

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Se halla a la obra la unión de los opuestos tan cara a la teosofía.  Por ello, el Salarrué farabundista —viviendo libre en la Ciudad Letrada del martinato, ignorado por su primer antólogo (Hugo Lindo, 1969-1970)— lo redondea Euralas.  Su reverso complementario colabora con el “Boletín de la Biblioteca Nacional”, “Cypactly”, etc., y con la “política de la cultura” según Escobar (1933).  La mezcla de “agitador artístico” (Cuéllar, 145) la acoplan el representante diplomático en la “Primera Exposición de Artes Plástica Centroamericanas” (1935, https://core.ac.uk/download/pdf/47263300.pdf), el trabajo con el Ministerio de Instrucción Pública, su viaje oficial a EEUU con Francisco Espinosa (“La República, 1941), etc.  Hasta culminar con la Revolución del 48, Osorio, Lemus.  Siempre persiste la unidad de los opuestos: memoria y olvido; rescate y tachadura; crítica y colaboración.  El Golpe de Estado —se vio— refrenda posiciones vitalista-marxistas y la apertura oficial a sus escritores disidentes, en revistas estatales.

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En verdad, hay que esperar el siglo XXI para des-encubrir la filiación vitalista-marxista ignorada por sus contemporáneos, desde Quino Caso y Masferrer al indigenismo.  Posteriormente, lo reconfirman las múltiples reseñas sobre Salarrué en “Guión Literario”, desde su fundación (1956) hasta mediados de los sesenta, luego de la apertura editorial del martinato.  Sólo el presente —sin vivir junto a él— conoce la identidad política que sus colegas ignoran.  Por apropiación poética, la actividad viva actual es la maestra del pasado difunto.  Debe enseñarle la experiencia que excluye de su propio conocimiento revocado.  Los más vivos guían a los Muertos de su estancia en ultratumba hacia su compromiso político actual.

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No existe un solo trabajo historiográfico, omnisciente, que integre la totalidad de la documentación de una época.  Por ello, a la óptima exhaustividad de “Patria” en Cuéllar —al lado diurno— se contrapone la ausencia de la cara oscura de la Luna: “Boletín de la Biblioteca Nacional”, “Cypactly”, “Diario Oficial”, “La República”, “Revista del Ateneo”, “Revista El Salvador de la Junta Nacional de Turismo”, etc.  Según la ley ineluctable de la dualidad complementaria, se validan ciertos archivos para excluir todo indicio de traición.

El colaborador con el régimen y su crítico se encarnan en una misma persona, cuya divisa olvidada conjuga los opuestos en unidad especular: Salarrué (Yo), crítico X Euralas (Tú), colaborador.  En complemento obligado a la historia objetiva, la poética siempre prosigue el dictamen de Juan Preciado quien desciende al Mundo de los Muertos en busca de vindicar el legado paterno, el de la Patria.  Pero, al revés del dicho borgeano —“nadie es la Patria”— lo identifica a la cartografía del país.

A continuar sección III…