La naturaleza bendijo nuestra tierra con infinidad de recursos para la explotación turística…Y a pesar que el cambio climático, el maltrato al medio ambiente y la inseguridad – literalmente nos han hecho perder terreno – somos tan atractivos como hace más de diez años…
Promover en el exterior la imagen del país como destino turístico es tarea del ejecutivo; y este lo hace asumiendo que en cada una de los municipios que registran algún tipo de desarrollo, las cosas caminan bien. Entonces, cabe preguntarnos si la oferta planteada por el ministerio de turismo está acorde a la realidad de cada una de esas zonas, o denota un desligue entre ambas realidades.
El desarrollo turístico, es responsabilidad de las municipalidades, su calidad refleja el entendimiento que de este se tiene y el criterio con que se administra – esto,- con marcada independencia a su relación con el ejecutivo. Lamentablemente, colocar las cosas en el lugar que corresponde o funcionar y desarrollar algo de forma coordinada y ordenada, parece ajeno al objetivo del desarrollo turístico local.
La fortuna de contar con recursos de gran potencial, exige que los gobernantes comprendan la necesidad de encontrar intereses comunes entre el estado, la empresa privada (formal e informal) y el turista.
Fusionar esfuerzos para llegar al éxito, requiere líderes altruistas, claros y ordenados, que busquen el florecimiento de todos, evitando infectarse por el mal del populismo, enemigo de las MIPYMES, sectores en donde nace la oferta que atrae turistas reales – definidos técnicamente como viajeros provenientes de zonas ajenas – esperanzados en encontrar experiencias y ambientes diferentes y cuya disposición de consumo, es superior a la del visitante cercano, que busca únicamente el esparcimiento.
El universo para la demanda turística y el esparcimiento, es amplio – con oportunidades infinitas – promoverlas en desorden produce frustración en todos los involucrados…
En un país sin descansos electorales prolongados, el populismo hace de las suyas, ciega al funcionario en su interminable carrera por la continuidad, anulando su capacidad creativa y su facultades para proponer y diseñar estrategias de desarrollo integrales.- Las proyecciones se limitan al corto plazo, estancándose en el concepto de ciudades mercado – desordenadas – sucias y bulliciosas, sin alternativas que interesen al turista, ni los atractivos indispensables para incentivar al inversionista que busca el desarrollo ordenado, reglas claras y una visión futurista.
Los paraísos de comercio informal, son la comodidad de las alcaldías populistas y el dolor de cabeza de las que buscan el progreso y el orden.- Este sector, posee intereses muy particulares, generalmente inconformes pero con derecho a ser atendidos; modifican constantemente sus demandas de espacio y servicios, aprovechando el interés político de las autoridades. Este sector, de características propias, es un complemento que reviste de color y alegría el ambiente turístico, cuando la planificación, el orden y la integración, son parte de la agenda municipal.
El turismo de mercado, como llamo este tipo de desarrollo, satisface a residentes de la periferia, viajeros cercanos que salen de sus casas por pocas horas, los que técnicamente no son considerados turista; sin embargo, colapsan la zona, conviven y contribuyen al desorden, no gustan ni consumen a la pequeña y mediana empresa, alejan al verdadero turista y reducen progresivamente la calidad en la demanda, reflejada en la migración de negocios a la periferia u otros municipios con mejores condiciones.
El populismo, promueve anarquía, favores, descontentos, afecta al pequeño y mediano empresario, favoreciendo al grande, únicos con la capacidad para ofrecer al verdadero turista, alternativas para sortear las molestias del desorden.
Pero las realidades van cambiando, de hecho vivimos una “nueva realidad política” en que estamos obligados a actualizarnos y tomar nuevas actitudes, esta nueva verdad, desbarata el populismo tradicional, exigiendo un trabajo más pensado, enfocado en un desarrollo con orden, integrado – sin pañales – que reconozca el derecho al progreso de una forma verdaderamente democrática y enaltezca la labor municipal.