El Salvador
lunes 25 de noviembre de 2024

Ingeniería ingenua — Gases globales

por Redacción


El desarrollo científico —su aplicación técnica— no se traduce en evolución ética y humanitaria inmediata. Aún leo “los mexicas eran primitivos, al promover sacrificios humanos”, como si la Primera y la Segunda Guerras Mundiales no demostrasen un mayor número de ofrendas sacrificiales, en nombre de las nuevas divinidades patrióticas.

…me persigue “el viento en las arenas del exilio”…

Mientras una bruma artificial recorre de San Ysidro, B. C., a los Campos Elíseos en París, por el desierto, el frío cielo despejado de invierno sólo refleja los notables avances técnicos.  “El futuro de la Tierra lo decide el intrincado descenso de la nave espacial en el planeta Marte”.  “Interesa”, escucho de metido inevitable, “calcular los campos magnéticos cuya pérdida señalaría nuestro acabose”.  En murmullo, a alguien le insinúo los problemas terrestres banales que declaran mi vocación de continuar siendo humano sobre la Tierra.  “¿Y esa atención tan esmerada se la concedes a la frontera?”.

La interrogo, mientras escucho que varias clases se distrajeron por el interés de los estudiantes.  Nadie soltaba los celulares por observar la transmisión espacial.  La cuestión política la juzga —así me reclama— una evasión irrelevante a las teorías realmente serias.  “Ese suceso es extraño”, arguye, y se da la vuelta concentrada en el teléfono que le muestra la difícil entrada en órbita que tanto le preocupa.  “De estallar la nave, nuestros sueños se desbaratarían.  Lo demás son sucesos mundanos sin equivalencia certera con nuestra misión”.  “Tal cual en la frontera” —discurro— “un campo magnético repelente, en honor al guerrero Marte”, por ese azar objetivo que llaman ficción.

Como vivo aislado —empaquetado en mi maleta personal— prefiero callar.  De nada sirve hablar si nadie me escucha.  Salvo los saguaros, críticos espinosos.  En silencio, también me retiro al cubículo, a un mundo virtual de libros y archivos.  Aquí, un vecino desconocido me recita que la estrofa —“sólo en soledad solitario y solo”— revela el verdadero sentido de la demencia.  “Al margen de todos”, mi historia comienza cuándo “los muertos estén vivos y los vivos aparezcan muertos”.  Entonces dilato “la vida interior” hasta “descubrir” la semejanza “entre lo visible” y los ideales.

El delirio lo inaugura esta impudicia que enlaza dos ámbitos disímiles —día y noche, luna y sol, Marte y lacrimógenos…— bajo un vínculo de amor indisoluble.  Empero, la alianza resulta obscena en su disparidad de antónimos.  La conciencia y la ciencia; la naturaleza y la cultura; la técnica y la política.  La unión ya no hace la fuerza, sino suscita la desfachatez de lo insensato.  Entretanto, la torpeza se obstina en proseguir el diseño del arado en su vaivén de verso y reverso, en la unión de los opuestos.

Por convivir juntos, la ficción cree que ambos polos se reúnen mientras, en realidad, anhelan ignorarse y excluir al adversario de su esfera de acción.  Al menos, eso me declaran.  Entonces, me doy cuenta que lo “extraño” no califica los gases lacrimógenos contra mujeres y niños —contra jóvenes de “chaleco amarillo”.  Lo “extraño” acredita el desinterés mismo de este enclave por el subsuelo que lo sustenta.  “¿Los hondureños hablan portugués?”.  La pregunta me confirma la ignorancia que reina bajo la exactitud de la técnica.  Hay un enorme apatía por la vida y la experiencia individual ajena.

Las creencias se funden en certeza aritmética.  Ya no se estudian culturas ni lenguas (languages) indígenas, tampoco se aprende el idioma (language) con mayor número de hablantes en este continente.  Bastan las matemáticas —“lenguaje (language) universal”, dicen— para entender el Mundo en su totalidad.  Las Otras Culturas resultan irrelevantes, pues lo global lo vivimos en monofonía numérica.

Hecho universal, el estudio técnico y científico reemplaza toda particularidad subjetiva.  No importa que a este anhelo —axioma fundacional— se oponga un simple incidente fronterizo.  Aquí sólo mi locura reconoce la gravedad, ya que la vocación pos-cultural de la técnica supera todo contratiempo partidario.  Por mi parte, no percibo un simple oscilar de opuestos, sino el alza de la ultra-derecha conservadora en el mundo actual.  No en vano, el desarrollo técnico de esta comarca tropieza con el desdén humanitario ante la llegada de sus aliados más pobres.  Inútiles ahora por el cambio de estrategia.

Los nombres de ese giro excesivo sobran —hoy bastante reconocidos.  En su nacionalismo extremo, niegan el derecho humano de lo universal, a punta de bala en plástico y de humo canceroso.  Sólo consienten la mundialización lacrimógena.  En un mundo fragmentado, transcurren corrientes paralelas: ciencia, técnica, política, empleo, apoyo humanitario, etc.  Semejan fractales —cuerpos fraccionados— que tímidamente se intersectan en este período de tensión constante.  Cuando la técnica de la ingeniería se declara ingenua.  O, en cambio, admite su falta de ingenio ante las crisis humanitarias que rebasan su cometido aritmético.

Sólo Don Quijote asienta que “la prontitud de pensar e inventar” raya de nuevo en la locura.  Al enlazar los contrarios: ciencia y conciencia, día y noche.  La globalidad de los gases, el humo de los incendios forestales y el retumbar de las pruebas explosivas cercanas interrumpen la música coral de mi desvarío.  La respiración sigue pausada en el silencio de mi oficina.

"Los amantes II" (1928, ciencia y con-ciencia), Magritte

«Los amantes II» (1928, ciencia y con-ciencia), Magritte