A diario me hablan de la memoria sin referir el sueño. Por excesiva sencillez, las noticias juzgan ilógicos los temores marchitos. No creen que de cada bostezo emane un recuerdo terrible. Que la pesadilla guíe el desafuero, al despertar en el ensueño. Ya no existen actos involuntarios que desvíen el programa de la razón. Ninguna ilusión se alza furtiva de su extravío. Ni se adhiere en moho hacia el presente exhausto de ocultar la noche. Somnolienta, empecinada en la luz, la presencia no distingue las sombras que la acompañan.
Ya nadie duerme. Alerta bajo la Luna —a fases variables— la técnica observa. Vela e ilumina la sombra. Niega la oscuridad, el intenso momento de reposo, cuando el cuerpo desfallece. Inerte se extiende paralelo al horizonte. Si se pandea, no advierte la curva que lo traiciona. Sólo persigue el descanso físico, mientras al interior bulle ruidoso el albor dormido. Lo inquieta el recuerdo sin cronología lineal, ni plan previo que le diseñe el trayecto fijo de antemano.
Cobijado, el axioma se vuelve dogma, viceversa. El giro rotatorio sucede al amanecer y al atardecer. La razón arrulla la lógica hacia su cuna, como el sueño emerge en vigilia. Así empalma dos movimientos inversos. La línea recta del progreso; la rotación de los astros y los días. En su delirio, puntiagudo, el avance técnico indica la línea que va derecha sin apartarse de su meta. Por descuido, confluye el doble sentido del tiempo, en el clima y en la lengua. El día asoleado en la noche lunática. Ignora a cuál hecho designa el otoño (fall). A la caída (fall) de las hojas marchitas. A la del amor que goza en el tropiezo (fall in love), aun si luego desfallezca.
Al tiempo circular —clima de hoy / time of the day— proyecta el ideal humano del bienestar: tiempo presente / having a good time. Por artificio no distingue las horas y estaciones de su presencia única al interior del sujeto. Así imagina lo inédito. El reloj y los planetas en rectilínea, sin obstáculo hacia su propio cometido, a falta de espiral. El horario del progreso son los astros, carentes de rotación. Por doctrina transfiere el presente continuo —el tiempo del alma— al cronómetro astral, en marcha directa hacia la utopía. Sólo en su cordura recuerda. Desdobla la mente —re-mind— al hacer del pasado un presente. Tan tortuoso como la hélice re-volucionaria que lo recoge.
Menos aún, piensa el sentido mismo que se triplica. Confunde la vía de las calles, el significado de las palabras y las cinco aperturas hacia las sensaciones. La trinidad hecha una, en el sentir antes de toda racionalidad. Antes de toda común-icación que la tildaría de común-ista. En breve, sin afecto, emociones, ni distracción corporal de excusa, vivimos carentes de todo sueño. Ya no hay quimera ni ideal. Sin pasado que añorar, sin regreso imaginario de lo perdido, sólo existe la extensa estepa árida de una Tierra plana sinfín.