El mito no es otra cosa más que una idea ampliamente aceptada y firmemente creída por amplios grupos sociales, independientemente que no pueda ser comprobada por aspectos físicos o biológicos. Ningún mito soporta un análisis sereno de los hechos. Cuando estos se analizan, se acaban cayendo en pedazos.
El mito más reciente que se tambalea en América Latina, es el del “buen revolucionario”. Por décadas, se nos vendió la idea de la superioridad moral de la corriente de izquierda y su “opción preferencial por los pobres”. Divulgando el mito que cuando alguno de sus representantes finalmente llegara al poder, la sociedad entera cambiaria, los pobres alcanzarían la liberación del yugo capitalista, y todos viviríamos en igualdad, paz y prosperidad.
La oportunidad finalmente llegó de manos de Hugo Chávez y su camarilla de cleptócratas: Lula da Silva, los esposos Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, quienes, sin excepción, demostraron que el único “pobre” respecto al cual tenían preferencia, eran ellos mismos, sus familias y compadres.
Igual que otros tantos mitos, el mito del “buen revolucionario” se ha caído a pedazos, generando pobreza, corrupción y aumento del crimen en todos los países en los que el Socialismo del Siglo XXI, tuvo la desgracia de gobernar.
Es una lástima que la humanidad tenga que derrumbar sus mitos, pagando con dolor, guerras y sangre.