I. Parricidio
xi-nech-ilwiti […] ka:n naka-k ne i-uh-u:mi-yu, “Enseñame dónde quedó los huesos / la osamenta”. “Los Hucacaneros” (Santo Domingo de Guzmán, junio de 1975), recolectado por Lyle Campbell.
Hay que situarse en El Salvador hacia mediados de 1975 para com-prender una discordancia. La historia política y cultural elimina la conexión entre dos hechos contemporáneos. El azar objetivo del (des)encuentro es asunto de la poética. Como a una mito-poética del réquiem le concierne exigir “enseñama dónde quedó la osamenta”. Por lógica de exposición, se transcurre de lo conocido —el juicio sumario contra de Roque Dalton— a lo acallado: el legado náhuat-pipil.
Todo el mundo recuerda los trágicos sucesos de mayo, el asesinato del poeta. Mientras el ámbito indígena apenas comienza a rescatarlo la actualidad. Por ello, esta sección describe un breve fragmento del litigio contra el poeta; la siguiente, la recolección de la mito-poética náhuat-pipil. La secuencia lineal la asigna la lengua misma.
Pero no relega la «interpretación “figural”» de “dos acontecimientos” —poesía mestiza y mito-poética náhuat-pipil— y dos “personas” —Roque Dalton y Lyle Campbell (Auerbach) simultáneas. Íntimamente, se ligan en su “conexión espiritual” a una misma identidad en sólida permanencia de “hueso”. El azar objetivo del desencuentro los vincula en un doble enlace. Viven como contemporáneos que se ignoran; perduran como pilares desdeñados de una nación a varios patrimonios en sinfonía. Son vasos comunicantes sin diálogo continuo.
“El Estado Mayor del Ejército Revolucionario del Pueblo” se declara “victorioso de uno de los ataques más peligrosos que lanza la tiranía y el imperialismo”. Para el análisis actual, importa juzgar la mentira que encubre el crimen como proceder de un grupo en un época. Existen otros juicios —simultáneos y posteriores— que discrepan radicalmente con la perspectiva actual. Sean verdades comprobadas, falsedades o mitos, explican el proceder de un período revocado pese a las objeciones actuales.
Cinco juicios del silencio y del olvido
Nótese el contraste entre los juicios previos y los actuales por el cambio de paradigma. Hacia 1971, Dalton aún no clasifica en la lista de “poetas revolucionarios” sino induce el “vacío” y “el lenguaje falso”. El crimen lo justifican la “infiltración”, sus “tendencias burocráticas e intelectualistas” de “pequeño-burgués”. De 1978 a 1990, el poeta aún se juzga “pequeño-burgués”. Su audiencia refrendaría ese legado “impopular” por la lectura de la poesía y del testimonio. Además, hacia 1987-1990, aún “no se sabía quién lo había asesinado”, es decir, quiénes formaban el “Estado Mayor del Ejército Revolucionario del Pueblo”. Igualmente, lo indígena, su lengua y saber ancestral los excluyen el debate cultural revolucionario y la futura identidad nacional. Sólo el antónimo de “Funes el Memorioso” anhela rastrear una continuidad epistémica de la guerra a la paz (1992), hasta las nuevas interrogantes del siglo XXI.
Dalton figura como “pequeño-burgués” —cual sus lectores—, “intelectualista […] alejado de las bases”, “lenguaje falso”, “no se sabía quien lo había asesinado”. Sólo “Funes el olvidadizo” emprendería la búsqueda de una continuidad del pasado al presente. Verbo irregular, la historiografía conjuga lo adverso: la recomendación en progresivo ; la reserva crítica en pretérito. Esta disparidad la confirman ejemplos clásicos a desglosar.
En efecto, casi nadie juzgaría en Venus a una Diosa. Tampoco la adorarían en dualidad matutina, Nextamallani, y vespertina, Xolotl, según la tradición mexica: Nishtamalini y Xulut/Shulut (¿olvidado en el Cadejo?) en náhuat-pipil. Los juicios que hoy se consideran mitos expresan creencias comunes al explicar comportamientos sociales antiguos, tal cual los criterios ante-citados contra Dalton.
Acaso la misma objeción actual la suscitaría declarar “la democracia se da […] cuando el poder está en las manos de aquellos que apenas poseen nada, antes son pobres” (Aristóteles, “Política”, Libro III, capítulo 5, 1279a/1279b), por lo que “es necesario […] la escasez de riqueza” (ídem, Libro V, capítulo 7, 1308b/1309a). O resulta “cuando la soberanía la tienen los hombres libres” que deciden “por voto, por suerte”. Aún más polémico sería aclarar que “el hombre libre [¿el democrático?] gobierna al esclavo, el hombre gobierna a la mujer y el padre gobierna a los hijos”, ya que “las distintas partes del alma […] las poseen de distinta manera” (ídem., Libro II, capítulo 5, 1259b/1260a). A menudo existe un profundo desfase entre los juicios originales de un hecho y sus evaluaciones venideras, pese al ideal de reciclar la “guerra/lucha de clases” (ídem., Libro V, capítulo I).
En el futuro, las certezas presentes las calificará la misma incertidumbre. Por el carácter humano de la creencia —hecha palabra— la poética envuelve la historia. La documentación primaria —sea tendenciosa— antecede cualquier veredicto serio del presente. Los hechos los transmiten las palabras; a su realidad difunta se accede por testimonios orales y escritos, sin requisito vivencial. A exigencia pluripersonal, los recortes antes citados entonan la disonancia entre la verdad de la guerra —“la única organización pura […] es la guerrilla”— y la certeza de la paz: “lo único puro […] es la poesía” (Dalton, “Taberna y otros lugares”, 1969). Vecina del “lenguaje hablado” (Octavio Paz, “El arco y la lira”, 1967: 21), la poesía es la “osamenta” del idioma.
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Se llamará “parricidio” al crimen primordial de Dalton. Lo explica una tesis freudiana olvidada que recorta la obra del autor de “Tótem y tabú (1913) a “Moisés y el monoteísmo” (1939). El asesinato del “padre fundador” —Dalton en sentido intelectual— inaugura una época de honda reflexión poética. La creatividad indaga la verdadera identidad del grupo. Así lo demuestran los múltiples escritos que proliferan en la pos-guerra, de 1992 al presente. El lapso dibuja una línea quebrada sin continuidad manifiesta.
De resumirlo en un tríptico, el desliz de significados oscila según el transcurso de la historia. “¡Revolución o muerte!” à “¡Muerte de Dalton en la Revolución!” à “¡Ni revolución ni muerte!” o “¡Re-volución sin muerte!”. Este ciclo (re-) reflexivo aún no concluye en una síntesis. El archivo original del poeta se halla disperso. Lo oculta el desdén; quizás lo disimulan el remordimiento y la culpabilidad. No lo sé. Empero, las publicaciones de la “Poesía completa”, antologías, la faltante “Prosa y ensayos completos”, jamás suplirán el vacío de la documentación faltante. Disfrazado de elogio, el expediente original vuela hacia el olvido.
A este respecto, contrasta la prontitud del archivo de Gabriel García Márquez (1927-2014) —disponible en la Universidad de Texas-Austin— con la ausencia del archivo de Dalton en El Salvador. Sin metáfora alguna, es más fácil encontrar un expediente sistematizado en la Biblioteca de Comala, que en su país de origen. Quizás esta flagrante omisión señale el temor de la memoria histórica por sopesar la huella del recuerdo.
Hecho palabra presente, la memoria difiere del archivo de la época, también dichos de la lengua. Ambas cañadas divagan por cauces remotos, a veces sin intersección. Sin embargo, la restitución del registro original responderá al doble sentido de la exigencia de “Los Huracaneros”. “Enseñame dónde quedó la osamenta” refiere el significado literal —“ka:n nemi ne plumas; dónde está el plumaje”: el cuerpo difunto. Asimismo, el difrasismo alegórico —“plumaje y osamenta”— exhorta restaurar la documentación primaria en el olvido: la permanencia ósea.
En conclusión, deuda con un crimen primordial, la historia todavía no salda su obligación pendiente. No cataloga el archivo completo del escritor. Menos aún, recuerda que la tragedia del asesinato co-incide con un acto creativo que recolecta el legado narrativo náhuat-pipil. A este segundo olvido —débito histórico con una tradición— lo llamaré lengüicidio o, en griego, glotofagia. Certifica un castellano-centrismo —más recalcitrante que el de España. A esta institución literaria del desdén también contribuye el recuerdo. Según un refrán en prosa, “siempre se mantiene un olvido al realzar la memoria”.
A continuar…