El Salvador
lunes 25 de noviembre de 2024

Azar poético del encuentro (1975) Roque Dalton y el legado náhuat-pipil

por Redacción


Sólo el paso de la historia a la ficción —del hecho concreto a su generalización— hace posible instituir reglas universales, valores éticos y bosquejos hacia el futuro.

El olvido acabará por sernos lo más familiar, al no recibir conformes los múltiples testamentos…  RMR

Resumen /Abstract

0. Poética
I. Parricidio
II. Lengüicidio
III. Coda sin danza

Resumen: El ensayo se divide en tres secciones. En un primer momento, explica el concepto de poética. Lo vincula al habla creativa que formula conceptos generales y establece relaciones entre esferas distantes. A la historia —estudio de hechos particulares— la poética propone la primacía de la palabra (Logos) en lo colectivo (0).  En segundo lugar, al situarse hacia mediados de 1975, el recuerdo restituye el juicio sumario contra Roque Dalton y la falta del archivo original en su país de origen (I).  En tercer lugar, el ensayo certifica el olvido de la recolección de la lengua náhuat-pipil, contemporánea del asesinato del poeta (II).  El concepto surrealista de “azar objetivo” refrenda el enlace entre el recuerdo de la poesía y el olvido de la tradición oral. Por años, la profusa denuncia del parricidio convive con el olvido en lengüicidio, hasta que el presente reviva el idioma en su po-Ética (III). Tal es la síntesis de un libro por venir.

Abstract: The essay is divided into three sections.  At first, it explains the concept of poetics.  It is linked to creative speech which formulates general concepts and establishes relationships between distant spheres.  If history studies particular facts, poetics proposes the primacy of the word (Logos) in the collective (0).  Secondly, placed around mid 1975, memory restores the concise judgment against Roque Dalton, as well as the absence of his original archives in his homeland (I).  In third place, the essay certifies silence on Nahuat-Pipil language research, contemporary with the murder of the poet (II). The surrealist concept of «objective chance» confirms the link between memory of poetry and forgetfulness of oral tradition.  For years, the profuse denuntiation of parricide coexists with oblivion in glottophagy, until the present will revive language in its po-Et(h)ics (III).  Such is the synthesis of a book to come.

0. Poética

De la antigüedad clásica al presente, existe una disputa por apropiarse de los hechos. La pugna más obvia la refiere la distinción entre historia y ficción. Aristóteles establece la oposición entre la historia y la poética; André Breton acuña el término “azar objetivo”. Revela la co-existencia de dos ámbitos sin vínculo inmediato. Los contemporáneos que se ignoran jamás escriben historia, sólo transcriben “ficciones” borgeanas en epigrama.

Lo simple piensa el choque del divorcio perenne entre el hecho y la ficción. Ambos se contraponen en su cenit y nadir —mediodía y medianoche— sin atardecer ni amanecer que los engarce en círculo complementario y cambiante.  Esta perspectiva ingenua la precede el contraste de lo particular y lo general. Las dos disciplinas usan palabras, pero las orientan hacia un sentido diverso.

El historiador se sirve del lenguaje para remitir a un hecho específico en el pasado. En cambio, la poeta es la servidora del lenguaje al referir lo colectivo. “RLM comió pupusas de queso ayer” contrasta con “el salvadoreño come pupusas de queso”, como la historia se opone a la poética.  El pasado de lo personal difiere de lo universal.

Se trata de un problema espinoso, ya que toda palabra es un Aleph borgeano. Marca un punto donde se observa el infinito. La palabra “mango” son todas las frutas de ayer, hoy y mañana que pertenecen al mismo género: un número incalculable. “El mango es delicioso” asegura la poética abstracta al presuponer: “los mangos inexistentes —pasados (podridos) y futuros— son exquisitos”.  La historia lo vuelve hecho concreto al afirmar “el mango está delicioso”, en el instante en el cual me lo como.

Sólo el paso de la historia a la ficción —del hecho concreto a su generalización— hace posible instituir reglas universales, valores éticos y bosquejos hacia el futuro. Lo difícil del límite lo complica la búsqueda creativa de leyes, significaciones e ideales más allá de verificar hechos.  En un sentido estricto, esta generalización se llamaría poética, ya que elude el suceso concreto al proyectar mundos imaginarios por venir.

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A esta primera correlación de los opuestos, Breton añade una idea adicional.  El enfoque en lo específico separa ámbitos precisos por la necesidad del análisis.  Sólo Mafalda mezclaría la geometría del pentágono con la política estadounidense.  Tal sería un enlace desquiciado —falta de goznes científicos a la hora del pensar.

No obstante, esta exigencia descabellada la desarrolla el surrealismo, así como la propone Carl Jung bajo el concepto de sincronicidad y Claude Lévi-Strauss, bajo la noción de magia o “ciencia de lo concreto”.  Dos acontecimientos que ocurren en el mismo Espacio-Tiempo no se conectan por casualidad.  Los vincula un principio magnético ignorado.  “El proceder poético lo indaga la coincidencia de hechos en serie que se consideran independientes” (Breton).

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De esta doble definición de la poética —lo general y la co-incidencia— se deducen dos corolarios.  En primer lugar, ni la poética la monopolizan las poetas, ni la historia les pertenece a los historiadores.  La poética funda el acto de habla creativo, así como la experiencia cimienta el testimonio.  El monopolio estricto nunca sucederá, salvo durante esa etapa de acumulación estricta que predice el milenarismo materialista.

El acaparar una esfera de pensamiento equivaldría a esa última época del capitalismo que vaticina la irremediable llegada del socialismo.  Eso dicen los ortodoxos leninistas.  Dudoso de ese vaticinio mesiánico del ayer, la historia y la poética jamás la privatizan la academia ni los letrados.  Fluyen libres como el aire.  Cimientan la vivencia misma de los hechos y su deposición en lengua oral o escrita.

En segundo lugar, la poética acopla ámbitos que el saber científico escinde en estantes autónomos, pese a ser contemporáneos.  El análisis estricto de cada sección lo reemplaza la síntesis de las partes, integradas en un cuerpo común.  El examen es la ciencia —natural o social— el compendio, la poética.  El primero lo encierra la historia —en el sentido académico rígido— la segunda se extiende hacia la poética, en el sentido amplio de incluir el habla misma y el testimonio de lo vivido.  Antes de instituir la poesía, la poética implica la facultad humana de crear un discurso que ninguna gramática anticipa de antemano.

La madera y leña viva de la lengua, el tronco, se alza en eje vertical. Toda disciplina —rama, hoja, trepadora— se sostiene en ese fundamento, antes de lanzar su proyecto. El Milagro de Cuaita (Foto de IMEL).

La madera y leña viva de la lengua, el tronco, se alza en eje vertical. Toda disciplina —rama, hoja, trepadora— se sostiene en ese fundamento, antes de lanzar su proyecto. El Milagro de Cuaita (Foto de IMEL).

Enfocada de un ángulo diverso, la dicotomía historia-poética la recorta la idea de “mimesis” (Eric Auerbach, “Mimesis”, 1942).  “El arte/la épica (tekhne; epopoiia) […] imita (mimesis; rythmw) tan solo por medio del lenguaje/palabras (Logois)” (Aristóteles, “Poética”, capítulo 1, 1447b).  Sin calco directo, la imitación de la palabra textual deslinda dos estilos contiguos que influyen “la representación de la realidad” en Occidente.  La épica de Homero contrasta con el relato de La Biblia.  “Lo visible y palpable en un espacio-tiempo concreto” difiere de personajes orientados “por un valor moral absoluto”, sin presente.  El destino fijo y legendario griego alterna con la “Verdad tiránica”, cuya “construcción histórica universal” engloba toda vida humana particular.  Las simples biografías —entrecortadas en sus motivos diarios— las suplanta el designio divino.  Su plan único apunta hacia la realización futura.

Obviamente, no existe una correspondencia inmediata de la oposición historia-poética a la disparidad de género entre Homero y La Biblia.  Empero, las maneras en que se ajustan ambos pares daría pauta a serias interrogaciones. Hay que preguntarse por qué razón el presunto realismo de la historia lineal se acopla a odiseas del eterno retorno y a milenarismos universales del cambio.

Al no someterse a su proyecto único, “la verdad histórica” acusa de “rebelde” la duda anti-realista de la ficción.  A imagen de “la historiografía antigua” —“pop music”, rap, jazz, cumbia, trova, etc. actual— todo estilo impone una “retórica” cuyos filtros depuran “la conciencia histórica” de la época.  La regla estilística estipula “la imitación” convencional “de la realidad”.  El realismo no lo comprueba el rigor exclusivo del ensayo.  Deriva de los múltiples enlaces que un texto mantiene con las más variadas interpretaciones.  Sólo la narrativa refleja los múltiples registros de la lengua —jerarquizados siempre— los cuales calcan del habla popular a las altas esferas.

En sus lecturas agudas, a Uds. les corresponde cuestionar esos enlaces complejos entre “la representación de la realidad” y los estilos acostumbrados, a veces tan monolíticos como el ensayo.  En un mundo anti-Matisse, el ensayo académico rectilíneo aplaza el cubismo rulfeano, el diálogo platónico, el relato filosófico borgeano, y otros estilos alternativos como la “representación pluripersonal” de los hechos en testimonios contradictorios.  “El nombre de la rosa” sustituye la flor.