Si El Salvador mantiene el mismo ritmo de endeudamiento y no realiza cambios para moderar el gasto del gobierno, en el 2030 la deuda pública será del 93% del Producto Interno Bruto, aproximadamente un 30% adicional de lo que es en la actualidad.
Ello implica que casi todo lo producimos los salvadoreños productivos, sería adeudado por un gobierno que además de no producir, gasta en maneras innecesarias:
Gasta en dar publicidad a sus inexistentes logros, en pasos a desnivel que no resuelven la situación de nuestras congestionadas calles, en subsidios que no resuelven de forma integral la situación de las familias pobres, en contratar a empleados públicos que, en vez de ayudar, entorpecen el desempeño del Estado.
Luego del derroche populista, las consecuencias para las finanzas del Estado las acabaremos pagando nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos. Las pagaremos al tener más impuestos, deuda pública más cara, recortes a los gastos públicos destinados a inversión y programas sociales, solo por mencionar algunas de sus consecuencias.
Pero la culpa de que un país tenga un mal gobierno, es nuestra, ya que, como votantes, elegimos a quienes nos gobiernan. Luego de 15 años de gobiernos corruptos y populistas, es hora que todos hayamos aprendido la lección: La fiesta de la corrupción y el gasto populista la disfrutan unos pocos; pero la cuenta, la pagamos todos.