Desde los tiempos antiguos el poeta Juvenal planteo esta frase muy relacionado al tema de quien deberá vigilar a quienes cuidan. En tiempos modernos, nuestro país adolece de una falta de mecanismos de contraloría ciudadana para mantener una auditoria real del trabajo ejecutado por los funcionarios elegidos por el pueblo, tal es así que muchos de estos funcionarios se sienten a sus anchas y establecen pequeños feudos en torno a los procesos electorales, sin que realmente exista una herramienta social que nos permita, como población afectada, tener un panorama real de la calidad de su gestión y así premiarlo por su buen desempeño o reprenderlo por actos que vayan en contra del propósito real de su elección: GARANTIZAR EL BIEN COMUN y ADMINISTRAR EFICIENTEMENTE LOS RECURSOS DEL ESTADO.
La protesta social como garantía de ser escuchados.
En estos días se están llevando a cabo una serie de protestas por el tema de la nueva ley de aguas en las calles de San Salvador, en esta semana se realizaron masivas marchas que resuenan como una muestra del rechazo popular y descontento, no solo con la ley, sino también con el comportamiento de los funcionarios legislativos. Hay quienes hablan incluso de que la ley es un “pago de favores políticos” por deudas adquiridas en la campaña de ciertos partidos y candidatos a diputados con sus patrocinadores.
La Universidad de El Salvador convocó el día jueves a una protesta pacífica, la marcha universitaria partió de la Avenida Héroes y Mártires del 30 de Julio de 1975, en dirección a la Asamblea Legislativa, con la misión que las autoridades de la Asamblea General Universitaria y el Consejo Superior Universitario, encabezados por el rector, presentaran una pieza de correspondencia donde se pedía la no aprobación de la ley y la presencia de los académicos del Alma Mater durante el debate académico que una ley debería de tener (y digo debería porque la mayor parte no se debate, o la calidad de los argumentos del debate es sumamente pobre) en el seno de la comisión, al llegar al recinto legislativo nos topamos con que tenían cerrados los portones, y un agente la UMO nos repetía que no había autorización para entrar (para entrar en un recinto público, pagado con los impuestos del pueblo de una institución creada para velar por los intereses de la nación), después de un periodo de cerca 40 minutos se permitió el ingreso a la histórica plaza del “palo de hule”. Hasta ese momento la manifestación era una muestra de pasión por el tema de la presencia de la UES en la lucha del pueblo salvadoreño, hasta que la violencia se hizo presente.
La violencia como último recurso.
¿Pero de quién? Parafraseando un adagio muy conocido de la sabiduría popular diría en estos días: “Cuando el rico le roba al pobre se llama democracia y cuando el pobre pelea por recuperarlo, le llaman terrorista.” La entrada de las autoridades universitarias se complicó debido a que el personal de seguridad de la asamblea considero buena idea seguir la orden de un diputado de derecha, lanzaron deliberadamente gas pimienta a las autoridades universitarias y a los estudiantes, docentes y trabajadores, la violencia que se había mantenido ausente durante todo el desarrollo de la actividad había hecho presencia.
Los universitarios en legitimo derecho a la defensa realizaron acciones para evitar seguir siendo agredidos, para luego ser condenados, con mucho cinismo, por el presidente del primer órgano del estado con pruebas parcializadas y nada objetivas, como aquel que tira la piedra y esconde la mano. La violencia de esa ocasión se dio porque alguien tomo una mala decisión y estaba amparado a que no iba pasar a mas, eso sucede cuando se le pierde el respeto al pueblo para el cual se trabaja y se cree encima, no solo de la ley, sino también del sentido común, la ética y la decencia, y se sienten que no tienen quien les haga rendir cuentas.