Eres el amor más genuino que he podido conocer, siempre estuviste a mi lado, tanto sacrifico, paciencia y esperanza me hicieron la persona que hoy soy.
Madre, te amo porque consolaste mi llanto infantil, tus cuidados fueron bálsamo en la enfermedad, me arrullaste con ternura y me llevaste al sueño con tu angelical voz.
Cuando cometí errores pudiste perdonar, cuando fui desobediente supiste esperar; fue tu cariño el que me fijo el rumbo, tu ternura mi fortaleza, en las horas más oscuras fuiste rayo de luz, calor en la fría soledad, serenidad en la angustia, cuando nadie más lo hizo tus ojos creyeron en mí.
Madre, siempre volví y siempre volveré a los brazos maternos, para que nuestros corazones vuelvan a palpitar juntos otra vez como un solo ser, porque soy y seré fruto de tu sagrado vientre.
Ahora soy adulto, comprendo que no fue fácil; apenas entiendo la inmensidad de tu amor: basto como el mar, infinito como el cielo, tan parecido al amor de Dios por ser genuino, puro y real.
Más valioso que las joyas, el oro o diamantes, más lindo que las rosas, el atardecer o el firmamento, más cierto que el ahora, que mi vida, que los versos, es el amor tuyo.
Eres el faro que guía, el ángel que me cuida, el vínculo que uso el Padre Eterno para darme vida.
Madre, tú que me llevabas de la mano y me enseñaste a caminar, ahora en el ocaso de tus años, hoy que las enfermedades te aquejan y la soledad desea hacerte compañía, seré tu hombro, tu escudo y espada, para que juntos sigamos recorriendo el sendero de nuestra existencia.
Porque siempre te llevo en las sensibles fibras de mi corazón… con estas palabras te expreso mi gratitud madre amada, madre mía.