Fue una calurosa tarde cuando conversamos en su oficina de la Procuraduría General de la República (PGR) desde la cual atisba la ciudad de San Salvador.
Nacido el 7 de agosto de 1956, de manifiesta energía, rostro redondo, anteojos y timbre de locutor, el escritor Miguel Ángel Chinchilla es un enamorado del arte, la radio y los libros, y no vacila en intercambiar ideas de la vida y la literatura.
Desde muy joven manifiesta inclinaciones artísticas. Ha sido fundador del grupo literario Los Cinco Negritos y del suplemento literario con el mismo nombre, miembro del consejo de redacción de la revista Amate, fundador de la Comunidad de Escritores Salvadoreños (CES), productor de espectáculos, redactor publicitario, profesor de literatura, productor radiofónico, director del Teatro de Cámara de San Salvador, coordinador de Comunicaciones de la PGR, guionista y periodista cultural.
«Me gusta dejar al lector aturdido, hacerlo reaccionar. Para eso es la literatura, para sacudirlo de su asiento», afirma Chinchilla de manera vehemente. Y esa idea lo ha acompañado en la exploración de diversos géneros como la poesía, la fábula, el cuento, el ensayo y la novela, además de contribuir en la consecución de galardones como: el Premio Único Latinoamericano de Teatro, Universidad de Panamá, 1980; mención de honor, Juegos Florales de Quezaltenango en rama teatro, 1983; premio en ensayo, Dirección de Publicaciones e Impresos, 1985; mención de honor, Juegos Florales de Quetzaltenango, Guatemala, en rama teatro con Auto sacramental, 1983; Premio Nacional de Novela Corta, Zacatecoluca, 1986; Premio Poesía Reforma, Obispado Luterano, 1989 y 1991; ganador del Certamen Nacional de Literatura «150 Aniversario de la Universidad de El Salvador», 1991; primer lugar en relato en el V Certamen Literario «Alfonso Hernández», San Salvador, 1996, y Premio Nacional de Dramaturgia, Fundación María Escalón de Núñez, 1996.
Además de abonar con su literatura, Miguel ha contribuido al país con la producción radiofónica de programas como Los cuentos del tío Miguel, Domingo familiar y Mundo nomasito. En la actualidad, su pasión lo ha impulsado a producir y dirigir el único programa que transmite adaptaciones radiofónicas con efectos especiales, música y dramatizaciones de las narrativas nacionales y los clásicos universales. En 2018, Clásicos de Chinchilla, que se transmite los jueves a las 9:00 p.m. en la radio YSUCA, 91.7 FM, alcanza los 15 años de estar al aire.
«Me motiva colaborar con el fomento y la promoción de la literatura nacional y centroamericana, por supuesto que también la universal, pero sobre todo la nacional y la centroamericana», expresa.
Entre sus libros de cuentos se destacan La Chele Tere (1980), Fábulas de maís (1984), Siembra de una semilla (1996), San Salvador Gaviota y otros cuentos (2000) y Abía una vez (2016). Sus poemarios incluyen Romero Crucis (1989), Algunos proverbos y otras minucias (1989), El libro de las respuestas (1996), Geografía del orgasmo (2011), Jaculatorias después del Tarot (2008), El libro de los oficios (2002). Sus novelas: Pupilo Petaca o la frustración de una novela colectiva (1989), D la dicha suprema (1993), La codorniz del paraíso (1999) y El regreso de Uraco (Diario Contrapunto y Diario Colatino, 2012). Sus testimonios: El Cipitío en el Hotel Sheraton (en coautoría, 1990) y Medardo, obispo de la paz (en coautoría, 1992). Sus piezas teatrales: Primera llamada (que incluía las piezas Las abejas, Las aventuras del Cipitío y El montaje de las noches fúnebres, 1997), El cura sin cabeza (1997) y Nuevo teatro salvadoreño (en coautoría, 1997). En ensayo: Breve introducción al desarrollo del libro en El Salvador (1985).
Presento aquí una entrevista y un cuento corto extraído del libro Abía una vez.
ENTREVISTA
¿Cómo te inicias en la escritura?
Bueno mirá, en mi vida he querido hacer buenas cosas. Quise ser pintor y me frustré, quise ser músico roquero y me frustré, también quise estudiar cine pero… Entonces, como una cosa natural, los artistas queremos ser artistas. Esa expresividad que no podía sacar, la tuve que sacar de alguna manera relativamente barata, por lo menos más barata que la pintura ya que los tubos de hoy son caros, los pinceles, entre otros; igual la música, tenés que comprar tus instrumentos. Con la literatura era diferente porque solo necesitaba un lápiz y un papel.
Creo que fue en el colegio cuando escribí mis primeras cosas. Fue en un periódico precisamente donde vendí la primera cosa que escribí. Recuerdo haber escrito, así informal, un artículo dedicado a Francisco Gavidia titulado No solo de pan vive el hombre. Y lo presenté al cuerpo editorial del periódico y lo aceptaron, les gustó y lo publicaron.
Estoy hablando, quizás, de principios de los años 70 del siglo pasado. De ahí escribí poemitas. Creo que los primeros poemas de amor fueron dedicados a una chica de Costa Rica. En mi época de pintor fuimos a exponer a Costa Rica. Ahí conocí a algunos pintores y escritores, gente profesional. Yo era un cipote. Entonces teníamos un grupo de pintores jóvenes y nos invitaron a Costa Rica a exponer y nos fuimos mochileando. No fuimos en avión ni nada de eso, sino que fue un viaje de aventura porque para nosotros era una gran cosa. Recién salíamos del bachillerato y teníamos esa inquietud de caminar, así que nos fuimos mochileando con los cuadros en el lomo. No eran cuadros grandes pero los llevamos en el lomo porque no había maletas. Mi primer encuentro con la literatura, así de sentir la necesidad de escribir, fue en esos poemas que le escribí a esa muchacha que estudiaba en la universidad. Nos hicimos novios y le escribí más poemas. De ahí, seguí escribiendo cosas pero nada que tuviera importancia. Creo que fue cuando ya estaba en la universidad que me tomé en serio la literatura. Me gané un premio universitario a nivel latinoamericano con una obra de teatro llamada Las Abejas. Entonces, decidí que iba a ser escritor y todavía estoy decidiéndolo.
Además, hay que incluir los libros que vas leyendo y te van motivando. Recuerdo que mi mamá me regaló un libro que todavía me parece precioso, que a algunos no les gusta pero a mí me parece precioso porque es para jóvenes. Es un libro clásico titulado El corazón, de Edmundo de Amicis. Mi mamá me lo regaló en mi adolescencia y me motivó a escribir.
Luego, estudiaba en la universidad y trabajaba al mismo tiempo. Trabajaba en una imprenta casi editorial, Impresos Litográficos de Centroamérica, de la señora Aída Flores, muy reconocida, y llegaban muchos escritores amigos de ella. Ahí conocí a José Roberto Cea y David Escobar Galindo, entre otros. Entonces, como yo era el encargado de la producción técnica, tenía que hablar con ellos. Por ejemplo, a Carlos Cañas se le hizo un libro precioso, de él y de sus pinturas.
Así fue como me fui inclinando por la literatura y poco a poco abandonando mis otras expectativas de ser roquero o pintor; aunque creo que la pintura me ha servido mucho. Como te decía también quería estudiar cine y muy empíricamente lo he hecho. Por ejemplo, si a mí me piden hacer un video, yo lo hago, desde el guión hasta producirlo. Creo que hay una especie de atrevimiento de hacer cosas que vos nunca las has hecho y que las hacés por primera vez.
En esto del cine y la televisión, hace relativamente unos años estuve escribiendo guiones para un programa que se llamaba La Urbe de canal 12, no sé si te acordás. En resumen, la literatura ha sido así de repente. Te estoy hablando de que pude haber tenido entre 15 y 17 años más o menos cuando comenzó todo esto. Creo que ese es mi origen.
Has ganado premios. ¿Cómo has cambiado en relación al Chinchilla de esa época de premios?
Creo que soy el único escritor de mi generación, y eso lo digo con mucha propiedad, sin falsas vanidades, que ha ganado y ha sido publicado en todos los géneros: poesía, teatro, cuento, novela, ensayo, y tengo libros publicados en todos ellos.
El Chinchilla de ahora ya no participa en premios o en concursos. He tenido la intención de mandar cosas a algún premio, pero me he puesto a reflexionar que realmente lo único por lo cual participaría sería para ganarme el pisto.
He aprendido, en el transcurso de ganar premios y de entregar premios, porque también he participado muchas veces como jurado, que tres jurados que tienen una idoneidad sobre otros tres jurados que tienen la misma idoneidad pueden fallar totalmente diferente sobre un trabajo. Eso es bien subjetivo. No quiere decir que porque te dan un premio tu trabajo es el mejor. Uno no puede sentirse bien o mal porque los premios literarios realmente no significan que estoy haciendo las cosas bien, los premios significan que lo que hago es tolerable. Algunas personas pueden apreciar lo que hago pero hay otras que pueden pensar diferente porque depende también de la formación de los jurados, incluso de la ideología, no solo de la formación. Ya no me impresionan los premios, ni siquiera los grandes premios como el Nobel. Entre más grande sean los premios más compromiso hay.
¿Y de dónde vienen los personajes de tus cuentos, cómo los consigues?
De la calle. Si la gente ahí anda. Lo que vos hacés es transponer, digamos, la humanidad. Vos solamente ves. El trabajo de un escritor o cualquier artista tiene que ser la observación, esa es una de las características. Digamos que en los talleres de literatura le llamamos la percepción, tener la percepción de todo, de tus amigos, lo que olés, pues ahí está todo, anda en la calle. Ahí están los personajes, todos los tipos que te imaginés, entonces el trabajo del escritor después de observar es traducirlo con palabras, con palabras correctas. Por lo general, uno tiende a escribir mejor de lo que habla, ahí uno elabora o tiene cuidado con la ortografía, con la sintaxis, por ejemplo, porque las cosas que se piensan hay que saber decirlas.
¿Cuáles son tus historias favoritas y por qué?
A mí todas me gustan, uno quiere a sus hijos igual. Yo creo que todo lo que he escrito me gusta. Ahora, cuando releo muchas cosas que he escrito, digo: aquí la regué, no debí haberlo dicho así, pero ese ya no es defecto del libro sino un defecto mío. Hoy digo que mejor no lo hubiera escrito así, o lo quitaría o le aumentaría.
¿No es una tortura haber publicado un libro y después querer cambiarlo?
Sí, pero como «hubiera» es la conjugación mas babosa que existe, entonces no, ya no me preocupo. Tal vez es molesto por un momento, pero ya son cosas consumadas, ¿qué voy a hacer? Un día me puse a leer un libro y leí cosas que quise cambiar, lo tenía en la computadora y entonces pude cambiarlas ahí mismo porque soy compulsivo en eso. Cuando hay remedio, vos lo podés cambiar cuando querrás, incluso cuando ya has publicado algo y le querés hacer una revisión, tenés todo el derecho de cambiarlo.
¿Cómo nace la idea de hacer adaptaciones en radio?
En 1983, me contrata el Ministerio de Educación para crear la Unidad de Comunicaciones Culturales que sería parte de la Subsecretaría de Cultura y Deporte, así se llamaba en esa época. En esa subsecretaría, el director me llamó y me preguntó si podía hacer un video musical. Yo le dije que sí. Entonces, con personal de televisión hicimos el video para todas las dependencias de la Dirección de Cultura que manejaban en esa época. Ese fue mi primer trabajo ahí. También hicimos diagnósticos de qué necesitaba la gente y cómo podíamos hacer para ayudar. Así nació la idea de hacer radiodramas. El primer trabajo que hice fue una radionovela de Salarrué: El cristo negro. La hicimos con actores muy buenos y destacados. Resultó bastante artesanal porque el estudio no era digital, para ese entonces ya existían pero era carísimo. Se transmitió en Radio Nacional, y así ganamos un premio en Ecuador. Luego, me dediqué a otras cosas y lo retomé después de los Acuerdos de Paz, después del 92. Con el equipo de la Comunidad de Escritores estuvimos haciendo cuentos para la Radio Venceremos, y después yo, personalmente, me quedé haciendo cuentos y radionovelas con la Radio Farabundo Martí, que era la otra radio que habían organizado. De ahí dejé de hacer eso hasta que fuimos a la Radio UCA para ver si podíamos crear un programa infantil, entonces debía de hacerse los domingos y lo más atinado para hacer eran las fábulas. Hicimos una sección de fábulas, luego otras cosas. Me propuse hacer una producción y un cuento. Y así estos años, desde el 83, estamos hablando de más de 30 años de estar haciendo radiodramas. De ahí he publicado libros en papel, poesía, ensayos, periodismo, novelas, que son cosas que me gustan.
¿Cuál es la respuesta de quienes escuchan las adaptaciones?
Tenemos una buena audiencia del programa, lo detecto cuando vamos a regalar algo. Cuando no se regala nada, la gente llama poco. Antes, todos los jueves había rifas o regalos, entonces era una gran cantidad de llamadas que me caían, era increíble. También había mucha audiencia cuando publicábamos un crucigrama de parte del programa, pero te estoy hablando de antes. El programa se llamaba Mundo nomasito, era un programa infantil. El Mundo nomasito era en honor a Salazar Arrué porque tiene un poema que se llama así. Después, el programa se llamó Domingo familiar, ya no exclusivo para niños sino que era familiar, había una sección para niños pero también había secciones para mamás, papás y hermanos. Y de ahí, me quedé solamente con los cuentos. Entonces comencé con los clásicos, incluso el trabajo que estoy haciendo ahorita de Roque es clásico.
Y si la gente quisiera encontrar ya sea tus libros o los cuentos ¿dónde puede hacerlo?
Hay muchas cosas que están agotadas, la gran mayoría, pero en la UCA seguramente se encuentran algunas cosas mías, por lo menos el libro pornográfico que publiqué que se llama la Geografía de orgasmo. Los demás libros no están registrados. Lo que sucede es que ninguna editorial se ha interesado, y cuando yo publico mis libros lo hago por mi cuenta, con el sellito que me da el grupo Amate vos. Amate era un grupo literario, tuvimos una revista que se llamaba Amate. Con ellos fuimos creadores de la Asociación de Escritores de Centroamérica, publicamos una antología poética titulada La flor del amate y también El Cipitío en el Hotel Sheraton que aún se encuentra en librerías. Ese libro nació a raíz de la ofensiva del 89. Nos pusimos a pensar que somos narradores y que debíamos escribir algo. Cada quien se puso a escribir su parte. Cuando podíamos, nos reuníamos y veíamos como íbamos en la edición. El libro también lleva cómics y eso fíjate que lo pusimos después de la primera edición, y así fue creciendo la calidad, incluso hubo una edición de la Editorial Universitaria y se vendió bastante ese libro.
¿Qué recomendación les darías a los narradores?
Hay que romper paradigmas. El escritor salvadoreño no esta haciendo eso, no le interesa. Hay que hacer lo que decía el poeta: rompele el cuello al cisne. El cisne era el símbolo del modernismo que habían creado y matar al cisne era la única manera para romper el símbolo, pues mientras no se rompa el símbolo o paradigma vamos a seguir con un tipo de literatura que no tiene la audacia. Siempre me he sentido tranquilo con romper los esquemas y empezar nuevas cosas.
Leo lo que escriben los muchachos jóvenes, buenos poetas y poetisas, y lo valoro porque hay que valorar el trabajo que hace la gente; pero que me entusiasme o me abra los ojos, no, hasta el momento no, lo que me sorprende son las cosas viejas.
Así transcurrió la tarde frente a nuestros ojos y el reloj sugirió que debíamos despedir el día. Luego de estrecharnos las manos, Miguel Ángel permaneció en la oficina, sin duda esperando la hora de salida para encontrar personajes en las calles. Hasta la fecha, sigue escribiendo cuentos y transmitiendo ondas literarias a través del FM.
CUENTO
Abía una vez.
Abía una vez, (¿o fueron dos veces o quizá tres?) una H que como era muda nadie le ponía atención y a lo mejor por ello decidió suicidarse lanzándose en aquella sopa de letras con cebolla y perejil.
Nadie a partir de entonces puso atención al ¡O! del poeta que sin la H más bien parecía un cero a la izquierda.
Las ojas de los árboles se volvieron mustias y el orror sin saber de ortografía continuaba orrorizando noce y día; el umo, las oras, ablar, acer, no volvieron a tener jamás el mismo significado, los ondureños culparon a los salvadoreños, los alcones enloquecidos derribaron edificios mientras la ormiga por la cigarra era engullida, las ipotecas de la deuda eterna se cobraron, el igado dejó de ser tan visceral, los ombres se volvieron embras y viceversa, la onestidad, la onradez y la umildad abían perdido sentido desde acía tanto tiempo, Omero no sólo quedó ciego, sino también mudo, oy se convirtió en anteayer, el uevo quiso repetir la gracejada de generalmente pero terminó estrellado, Saddam Ussein con H nunca habría sido aorcado y finalmente George Bus quiso abrir una empresa de transporte en el infierno pero no se lo permitieron y como castigo lo enviaron exiliado a una fábrica de alaridos donde ogaño comparte verdugo con Pinocet.
*Giovanni Durán, narrador, catedrático y autor de Historias de medianoche, amor, suspenso y más y El circo de los viajeros.