En estos días un grupo de compañeros de promoción tenían una conversación muy animada relacionada con distintos tópicos de la política salvadoreña, principalmente sobre el perfil de un candidato a la presidencia. Tal vez sea porque el presidente representa, define e incorpora las líneas de acción en la ejecución del plan de gobierno que tendrá impacto sobre la ciudadanía. También porque en conjunto con el gabinete define e implementa las políticas para hacerle frente a los problemas de país.
Me quedé reflexionando después de esa larga y enriquecedora conversación, me preguntaba si acaso existe el gobierno perfecto (mandarlo hacer a Ilobasco).
Ante esta pregunta, y el futuro cercano que tenemos, ¿vale la pena hablar de perfiles para ocupar el cargo de presidente de país? Definitivamente que sí. Como sea, al terminarla discusión quedé pensando en ese perfil deseado o deseable. Tampoco se trata de que sea el o la persona perfecta, pues para empezar ¿a quién gobernaría?, ¿cómo nos gustaría que fuera el próximo presidente?
Respondernos obliga a reflexionar sobre el perfil ideal del presidente y luego compararlo con las opciones que tenemos al respecto. Las empresas contratan de ese modo a su personal de dirección. Primero la descripción del cargo, luego los atributos del candidato ideal, finalmente ver quien se acerca más a esa descripción. No simplemente – como hacemos al votar – elegir entre lo que hay.
Hagamos, pues, el ejercicio. ¿Qué atributos ideales debería tener el próximo Presidente de El Salvador?, sin importar el orden:
1. Debe ser apasionado por su trabajo, innovador y creativo. Firme en su opinión pero no creerse dueño de la verdad. Que sepa dar la cara por su comunidad en las buenas y en las malas. (Incluso más en las segundas).
2. Debe inspirar confianza y actuar con integridad y honestidad.
3. Capacidad de dirección, para establecer metas y objetivos. Saber decidir bien y a tiempo. Sin medias tintas. Saber a quién y cuándo delegar tareas. Respetar el trabajo de los demás.
4. Se gobierna el país, pero se atiende gente, ser un estadista; no olvidar esto jamás y por tanto, ser humano, humilde y buen negociador donde la consigna sea ganar-ganar.
5. Ejercer la tarea constante de la comunicación y la de rendir informes (accountability) en el ejercicio de sus acciones, presupuestos y programas.
6. Estudios: Sería ideal que el candidato tuviera una exitosa carrera académica. Una maestría en gerencia pública, sin importar su especialidad de pre grado, sería un buen inicio.
7. Experiencia profesional: El candidato ideal tiene que haber pasado un tiempo de su vida profesional en la administración pública y conocerla de cerca. Pero es indispensable que su carrera en el sector privado sea exitosa. Un candidato que ha sido capaz de crear empresa, pagar tributos, tener que cubrir una planilla, conoce lo que es trabajar en la adversidad y los retos que tienen que afrontar los ciudadanos. A la inversa, igual. El candidato debe conocer y haber vivido profesionalmente – y con éxito – en ambos mundos.
8. Vida política o pública: El candidato ideal no puede ser un improvisado. Tiene que haber hecho vida política, o pública, haber militado algunos años, tenido otros cargos públicos dentro de un partido o sociedad que le da soporte ideológico, programático y de organización. Esto le permite hacer política, es decir tener capacidad de diálogo y negociación con toda organización.
9. Atributos personales: El candidato debe tener interés real en el país y su gente. Debe haber recorrido el país de cabo a rabo. Conocer cada localidad, su gente, sus problemas, carencias y sueños. Poder conectarse, a partir de ese conocimiento profundo, emocionalmente, afectivamente, con los ciudadanos. El candidato tiene que ser creíble y confiable. No ofrecer nada que sea inviable, nada que sea falso, nada que no vaya a cumplir. Transmitir una honestidad verdadera, basada en una trayectoria pública, conocida e impecable.
10. Sueños: El candidato ideal debe representar un cambio. Para ello debe compartir su sueño de un futuro mejor de forma concreta, explicando con claridad como ese futuro está al alcance de todos y porque él o ella es la mejor persona para guiar a todos a ese sueño o proyecto común de nación.
11. Debe ser afable, cercano a la gente y contagiar entusiasmo. En suma, ser carismático (a).
Lo que los ciudadanos deseamos es la solución de los problemas comunes que tenemos: el flagelo social de inseguridad pública, la carencia de una verdadera coordinación educativa en todos sus niveles que produzca a la postre profesionistas (técnicos y académicos) capaces y competitivos, escasa o nula generación de empleos mediante gestiones oportunas de fomento económico, servicios públicos de salud de calidad, cultura y en fin, una serie de demandas sociales que en forma constante se presentan. El mundo avanza rápidamente y los países están obligados a desarrollarse, no a continuar permitiendo que su población emigre a otros en busca de mejores oportunidades de vida.
A la búsqueda del candidato ideal hay que sumar diversos factores. Las diferencias de cada elección, la mala imagen que tiene la sociedad de los partidos y los políticos acrecentada por los numerosos casos de corrupción (política, institucional, financiera…) o el contexto creado por la entrada de nuevas formaciones que amenazan el statu quo, son algunos de los factores que crean una ecuación de difícil solución. Además este último punto provoca un curioso fenómeno: por un lado, existe una indigestión hacia una “vieja” forma de hacer política y desideologización partidista, mientras, por otro, se produce una repolitización de la sociedad. Para reforzar, el candidato no lo es todo. También es fundamental su equipo, las personas de las que se rodea, que deben compartir los mismos atributos para que no se conviertan en el punto débil donde atacarle.
Por lo tanto, un buen candidato a presidente no es el que más grite ante el micrófono en las campañas electorales, ni el que produzca más discursos incendiarios en contra del mal gobierno. Tampoco lo es el que mejor se vista o el que posea mayores recursos económicos. Menos aún es el que debiendo abordar temas fundamentales, prefiere el silencio de cómplice.
Considerando que un buen líder se rodea de gente tanto o más capaz que él mismo e incluso se enorgullece de ello. El perfil que se plantea de un candidato, termina siendo un conjunto de herramientas básicas:su preparación académica, su vasta experiencia y liderazgo reconocido en la sociedad así como los atributos personales mencionados. Con una enorme disposición de aceptar el reto, que desee servir a su país, en cuerpo, mente y alma, con una visión clara de cómo resolver los problemas y como llevarnos al futuro deseado por todos.