¿Alguna vez te has preguntado por qué nuestro país es pobre? La respuesta es que nuestras instituciones legales, políticas y económicas están organizadas de una forma tal que solo sirve para generar servicios beneficios para las élites gobernantes y sus compadres. Círculo vicioso que se repite de gobierno en gobierno independientemente de su signo ideológico.
Lo que necesitamos no es a un ungido o a un nuevo partido político. Para cambiar las cosas, debemos en el país fomentar instituciones inclusivas por medio de la creación de leyes que garanticen la prosperidad de quien quiera esforzarse, innovar y trabajar. Que provoquen el aumento de la clase media y la consecuente disminución de la pobreza, pero sin penalizar la riqueza. Que fomenten la actividad comercial y la productividad. Que protejan los ahorros y la propiedad privada. Que apuesten por la educación, innovación y desarrollo de la tecnología. Que eliminen la burocracia. Que decreten impuestos fáciles de administrar moderados y bien utilizados, que permitan el acceso al crédito para la pequeña empresa y los emprendedores, con eliminación de barreras aduanales para la atracción de inversión internacional y fomento a la nacional.
Necesitamos a un Ejecutivo eficiente y con fuerza suficiente para garantizar la salud, seguridad y control territorial y con un Órgano Judicial que procure la aplicación de la ley a todos por igual y que persiga y castigue la corrupción venga de donde venga.
Nada impide que El Salvador pueda convertirse en un país rico y prospero, pero la pregunta que nos hacemos es ¿estarán nuestros futuros gobernantes a la altura del reto de transformarlo en uno?