De cada siete salvadoreños que alcanza la edad para poder trabajar, apenas dos encuentran un empleo formal. Mientras que el resto tiene que trabajar en el sector informal con salarios inestables y beneficios laborales.
De 54,000 mil salvadoreños que ingresan cada año a la fuerza laboral, solo uno de cada cinco encuentra un trabajo formal. Esto sin contar que al país ingresan cada año unos 23,000 salvadoreños deportados de Estados Unidos, que también llegan buscando una fuente de empleo.
Los jóvenes y las mujeres son los más afectados, según la encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples hubo 1.4 millones de mujeres inactivas a pesar de estar en la edad productiva.
Para revertir lo anterior, se debe promover por parte del gobierno la atracción de inversión internacional y estimular la nacional. Lo cual sucederá, solo si existe: un clima que les brinde seguridad jurídica, que proviene de un transparente y equilibrado funcionamiento del Órgano Judicial; seguridad física que se traduce en un firme combate al crimen organizado y a la extorsión; y seguridad legislativa, que no se cambien las reglas del juego, de acuerdo al capricho ideológico de los gobernantes de turno.
Ante un país con tan altas tasas de desempleo e informalidad, la receta lógica es apostar por el crecimiento económico que solo puede provenir de incentivar y trabajar de la mano con la empresa privada. Es el único lugar donde se encuentra la verdadera fábrica de empleos.