El Salvador
jueves 28 de noviembre de 2024
Voces

La Constitución permite que afrontemos nuestros problemas

por Redacción


Hace 33 años vimos garantizada nuestra dignidad, como hombres y mujeres libres, dueños de nuestro honor, de nuestra soberanía y de nuestra identidad. Nuestra Constitución entra en vigencia el 20 de diciembre, pero fue aprobada el 15 de diciembre de 1983.

Nuestra Constitución entra en vigencia el 20 de diciembre, pero fue aprobada el 15 de diciembre de 1983.

Para hablar de este acontecimiento es importante regresar en el tiempo y caminar por la historia: Fue en el año de 1982, en el mes de abril, en el que se instaló la Asamblea Constituyente de la República de El Salvador, siendo en ese entonces el Presidente [de la Asamblea Constituyente] el mayor Roberto d’Aubuisson.

Posterior a ello, y pocos meses después, se creó la Comisión de Trabajo que se encargaría del proceso de estudio y elaboración del proyecto de la Constitución de la República. Me comentaba el actual Presidente de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), el doctor Armando Pineda Navas que él fue asesor técnico que tuvo la Comisión de Trabajo; así que gran parte de ese logro se le debe al doctor [Pineda] como asesor de la Asamblea Legislativa; en el que participaron 60 salvadoreños, entre hombres y mujeres, quienes se dedicaron a elaborar el contenido de nuestra Carta Magna.

Es importante destacar algunos de los aspectos que, en aquel momento, fueron considerados por los constituyentes. Aquí quiero aprovechar para referirme a quienes formaron parte de esa historia, como el caso de nuestro compañero diputado de Junta Directiva y un amigo especial para mi persona, el diputado Francisco Merino; o también las compañeras –que Dios en su gloria tenga- doña Gloria Salguero Gross y doña María Julia Castillo, o el caso del diputado constituyente David Humberto Trejo. Es loable la participación de esos hombres y mujeres, que en aquel entonces trabajaron con una visión de futuro. Hoy pido un aplauso para ellos, los que aún están con nosotros y los que lamentablemente tuvieron que partir.

En ese entonces acordaron conocer opiniones de diferentes sectores, entre ellos: gremiales, profesionales, partidos políticos, entidades gubernamentales, ciudadanos en carácter particular, por mencionar algunos.

Los temas sobre los cuales brindaron sus opiniones los diferentes sectores estaban relacionados al régimen económico del país, a lo concerniente en materia educativa, a la cultura, a la nacionalidad. También a la protección de los recursos naturales, entre otros aspectos.

Esa encomiable labor realizada por nuestros hermanos y hermanas constituyentes tuvo a la base una visión de largo plazo, con el fin único de plantar una semilla que ha dado sus frutos y es lo que hoy conmemoramos: los derechos, las libertades, el orden económico, político y social. En palabras más precisas: el vivir en un sistema democrático y de respeto a los derechos fundamentales.

El Decreto N° 38, el cual contempla el contenido de nuestra Constitución, recoge muy bien la visión y el espíritu futurista del constituyente; pero más allá de eso, también se expresa el ferviente deseo de establecer los fundamentos de la convivencia nacional, con base en: el respeto, la dignidad de la persona, la construcción de una sociedad más justa, la libertad y la justicia.

Este día en el que conmemoramos el 33 aniversario de nuestra Constitución de la República es menester destacar que el contenido y las páginas de nuestra Carta Magna han sido escritas con la pluma de la concordia, la tolerancia, la inclusión y la reconciliación.

Ese espíritu de diálogo, de conciliación, de búsqueda de acuerdos y entendimientos es una de las grandes lecciones aprendidas de ese proceso que hoy conmemoramos.
Y ese espíritu, ese ánimo de entendimiento, es algo que debemos mantener y que debe perdurar, en la actualidad; entre nosotros, funcionarios públicos, representantes del pueblo, para trabajar en colectivo para brindar bienestar a los habitantes de nuestro amado El Salvador.

Hace 33 años vimos garantizada nuestra dignidad, como hombres y mujeres libres, dueños de nuestro honor, de nuestra soberanía y de nuestra identidad.

¡La expresión de nuestras ideas se convirtió en un derecho inalienable!
Esa Constitución que atestiguamos, con emoción y solemnidad, aportó la legitimidad de una historia de compromiso democrático edificada con el sacrificio de generaciones, basada en lo medular de nuestros valores y principios democráticos, e inspirada en que los derechos ciudadanos serían inalienables.

La Constitución de 1983 fue el producto de la voluntad y el concurso de todas las fuerzas políticas democráticas, de aquel entonces. Su realización fue posible gracias a la madurez de un pueblo que, ante la conflictividad de la época, decidió enterrar el egoísmo y comenzar a escribir una nueva página de la historia salvadoreña.

Es por ello que al conmemorar el aniversario de nuestra Constitución, a su vez rendimos homenaje a un pueblo, a millones de personas, a las diputadas y los diputados constituyentes; a personas del ayer y de hoy. A aquellos que tuvieron el valor de avanzar, de adentrarse por caminos inciertos, pero guiados bajo idearios de justicia y libertad, de la convivencia entre hermanos y con el firme compromiso de construir un futuro mejor.

Ese contexto, que hoy narramos, implica la renuncia de políticas del pasado, la no intolerancia al adversario; el no tratar jamás al discrepante como enemigo, sino que verlo como un ciudadano con ideas e intereses distintos, ¡Jamás como un enemigo!
Con ese norte inspirador, nuestro país ha cambiado mucho en estos 33 años y, en gran medida, gracias a la Constitución.

Nuestra Constitución ha desempeñado un papel crucial en la creación de condiciones políticas, económicas y sociales, que son necesarias para la plena integración y activa participación de los salvadoreños en la comunidad. La Constitución es el marco sólido, estable y consensado para afrontar el futuro.

Entre los atributos de la Carta Magna se encuentra que ha demostrado ser lo suficientemente amplia, para que las distintas visiones y planteamientos del espectro político-democrático puedan expresarse y traducirse en bienestar para todos y todas.
La Constitución, desde sus valores, ideales y principios convertidos en preceptos, permite que afrontemos nuestros problemas y anhelos dentro del respeto de las reglas de juego adoptadas libre y democráticamente.

La conmemoración de la entrada en vigencia de nuestra Constitución es una oportunidad propicia para que apelemos a la prudencia y responsabilidad; así como también a los hábitos del diálogo sincero, del consenso y de la moderación. Lo anterior con el objetivo de fortalecer los pilares de la convivencia.

Una convivencia que hemos de fomentar desde el hogar, la escuela y el trabajo, estimulándola día con día.

Nuestra Carta Magna establece en su artículo 1, un principio constitucional básico, en el que se reconoce a la persona humana como el origen y fin de la actividad del Estado; y que para ello deberá estar organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad y del bien común.

Por lo anterior, ¡la Constitución de la República se convierte en la hoja de ruta y la meta para lograr tal objetivo!

De esa forma, es nuestro compromiso llevar la norma constitucional del papel a la práctica, pasar del texto legal a los beneficios concretos para las familias salvadoreñas.

Debemos aprovechar al máximo las fortalezas que nos ha dado la Constitución de la República, y las posibilidades que nos ha abierto.

Es por ello que, a sus 33 años, el mejor homenaje que podemos rendirle es ¡unirnos como país! Y trabajar en torno a las convicciones y principios plasmados en ella.
El Salvador tiene en su Constitución un rumbo claro, un proyecto definido como nación. Esta es la tarea prioritaria que a todos nos corresponde elevar y consolidar, conforme a las reglas que emanan de la voluntad popular.

También es importante destacar que no podemos dejar de atender los desafíos cotidianos; por ello es preponderante trabajar por el bienestar de la gente y el desarrollo del país con una visión integradora –de todos los sectores del país– y a largo plazo.

Estoy convencido de que la administración de la justicia es el pilar más firme para la gobernabilidad. No hay buen Gobierno sin institucionalidad jurídica; la falta de ésta afectaría el desarrollo y crecimiento socioeconómico de cualquier país.
¡Nada justifica incumplir la Constitución, ni las leyes de la República! Respetemos las formas y respetemos las normas. Respetemos la esencia de la República, dicha esencia es la legalidad.

Es importante dejar que las leyes funcionen y que nos sometamos a lo que la ley manda y, de esa forma, contribuir a consolidar nuestro estado de derecho –cuya principal característica es que las actividades están reguladas y garantizadas por la ley–.
Colegas, funcionarios, señoras y señores; respetable ciudadanía:

La historia nacional no es patrimonio de nadie. Ningún grupo puede apropiársela, como tampoco se puede negar que el concurso de varias generaciones –durante los siglos pasados y el presente– han edificado un país de leyes e instituciones, bajo el férreo compromiso ético de no traicionar a una sociedad que optó por la vía política para definir la nueva composición de sus aspiraciones.

Fieles, cada quien a sus convicciones, leales a sus ideologías y proyectos –a los cuales cada uno ha dado sustento–, sin renunciar a la crítica, al debate, al antagonismo legítimo y consustancial a toda democracia, debemos tener la capacidad de transitar este siglo construyendo; dando respuesta a grandes exigencias y bajo un fiel cumplimiento a nobles y legitimas esperanzas.

La oportunidad existe, pero también el riesgo. Dependerá de nuestra imaginación, consistencia y valor.
Dependerá, en fin, de nuestro amor por El Salvador.

¡Que Dios bendiga a nuestra Patria, que Dios bendiga a nuestra Constitución!
Les deseo una feliz Navidad y un próspero año nuevo.

(Mensaje del señor Presidente de la Asamblea Legislativa, diputado Guillermo Gallegos en la conmemoración del 33 aniversario de la entrada en vigencia de la Constitución de la República).