La reciente denuncia de magistrados de la Sala de lo Constitucional que en la presidencia de la República aun hay funcionarios que reciben sobresueldos si justificación alguna, algo que consideraron grave por tratarse de fondos públicos ha sido recibida como que fuera algo nuevo y está siendo discutida, sobre todo, en los medios digitales como tal.
Pero los sobresueldos son cosa antigua. En el tiempo de los regímenes militares, el presidente de la República tenía en su escritorio una gaveta llena de pisto que utilizaba para pagar favores (orejas), “gastos imprevistos” y compensar los bajos sueldos de los ministros de gabinete.
De allí en adelante, todos, todos, los presidentes han pagado sobresueldos a sus ministros y otros funcionarios con fondos provenientes del erario público.
El presidente que más abusó de esa costumbre fue Elías Antonio Saca, que acostumbraba a mandar al mensajero del portafolio negro, todos los meses, a repartir dinero en todos los ministerios. Hay asimismo información fidedigna, que Saca obsequiaba al presidente de la Corte Suprema de Justicia, con $20,000 mensuales y otro tanto igual para repartirlo entre los magistrados. Si lo hacía en ese Órgano del Estado, es seguro que también lo hacía en el Legislativo.
Yo, francamente, creo que el profesor presidente ha tratado de eliminar la costumbre, pero no le ha sido posible. Sin embargo, la seriedad del caso denunciado es que esos $15,000 mensuales iban a parar a manos del Fiscal General de la República, hoy en proceso judicial en contra suya, aunque todavía no por eso. Pero lo deplorable de este caso es que el fiscal general debe ser el funcionario más ético y honrado de la República, porque es el funcionario más poderoso.
Lamentablemente, en nuestro sufrido país los fiscales generales no se han distinguido por su honradez y algunos hasta han abusado de la mala costumbre de corromper y ser corrompidos.